jueves, 6 de febrero de 2025

MIÉRCOLES 5 DE FEBRERO DE 2025: SIERRA DE LAS CABRAS

Participantes: Pili, Paco Ponferrada, Rafa, Luis, Antonio de Fornes, Lily, Victoria, Manolo, Antonio Usieto, Lola, Paco Zambrana y Jesús

Distancia recorrida: 12,5 km

Desnivel acumulado: 760 m

Desayuno en el restaurante La Dehesa. Pitufos aceptables, servicio rápido pidiendo en el mostrador y llevándotelo a las mesas.

Bienvenida Victoria después de tantísimo tiempo de ausencia. Ojalá te prodigues más.

Aparcamos al lado de la Fuente de la Hiedra y de allí partimos en un día claro, sin nubes, casi sin viento, pero frío: teníamos 3ºC y escarcha abundante en la hierba y hielo en los cursos de agua.

El primer objetivo era buscar entrada en la valla que recorre la orilla de los campos junto a la carretera. No había resquicio por el que pasar, así que nos decidimos a saltar la valla aprovechando una puertecilla que hay poco más al este de la gasolinera. Entramos en un terreno arado que con las lluvias últimas tenía barro. La primera valla después del salto estaba abierta, con señales de un tractor de cadenas que sería el que habría arado.

Pronto nos dividimos, unos se metieron en el retamar y otros seguimos hacia la ladera cercana que, aunque pedregosa, tenía menos vegetación. Ambos grupos tratamos de seguir las sendillas de las ovejas subiendo por el valle del este de la Sierra por el que pasa una línea de alta tensión.

El progreso era lento porque íbamos entre las piedras, con las botas cargadas de barro y con peligro de resbalones tanto en las piedras como en la húmeda tierra. Lo único bonito era la multitud de lirios en todo el trayecto. Dejamos el vallecillo para enfilar al oeste a un collado por encima de Tajo Prieto. Aquí la senda de ovejas era más clara, además algún alma caritativa había puesto mojones de piedra, lo que siempre da confianza, y el progreso se hizo más rápido.

En el collado entre Tajo Prieto y el Pico de las Cabras saltamos otra alambrada para entrar en la Llanura Inferior. Es sorprendente la gran llanura herbosa que aparece después del inhóspito pedregal ascendido. Entramos en esa espléndida pradera y la atravesamos justo debajo del boscaje que crece al pie del tajo del Pico de las Cabras. Boscaje de majuelo y olmo, desnudos ambos.

Guiados por una senda de las ovejas atravesamos el bosquecillo y por una zona sin tan apenas rocas subimos a la Llanura Superior. Así la llamamos, pero en realidad no es una llanura sino una ladera, aunque sin piedras, cubierta por una preciosa pradera. Ascendimos la pradera en dirección sureste hacia el Pico de las Cabras, algunos nos asomamos al mirador al sur entre los peñascales de Pico de las Cabras y la cresta del oeste.

Termina la hierba y comienza el peñascal del Pico de las Cabras. Se acabo el placer de pasear por la pradera para, de nuevo, buscar las sendillas de las ovejas y caminar con dificultad entre las rocas y el muy escaso, resbaladizo, suelo. Subida lenta y relativamente aceptable mientras hubo marca de las ovejas, pero muy dificultosa en el último tramo cuando terminó la marca de las ovejas. Ellas no tienen interés en llegar a lo alto del Pico.

Disfrutamos de las excelentes vistas hacia los 4 puntos cardinales y, especialmente, de ese juego de verdes de olivares y tierra calma que nos ofrecía el campo en esta mañana primaveral. Como hicimos la paradita del Ángelus debajo del vértice geodésico, hacia el sur, tuvimos tiempo de empaparnos de ese cromatismo que ofrecían las simétricas plantaciones de olivo, verde oscuro, y los cereales, verde clarito.

La bajada fue más lenta que la subida por los resbalones y algún destrepe arrastrando el culo que hubimos de hacer. Pero alcanzamos la pradera de nuevo y enfilamos al oeste contentos de caminar por esa alfombra herbosa.

Íbamos al oeste para alcanzar el puerto de los Lastonares donde el cerro de los Lastonares se unía a nuestra pradera. Este puerto es la entrada desde la ladera suroeste de la Sierra. Continuamos al oeste, ahora ascendiendo la pronunciada cuesta hacia un primer colladillo, pero detrás de ese colladillo apareció otro más arriba y finalmente un tercero. A partir de allí descendimos por el valle del oeste de la Sierra hacia la “casita de los enanitos”. Antes de llegar a ella nos acercamos al pozo, lleno de agua hasta la boca, por admirar esos abrevaderos construidos en una sola pieza de roca.

La hiedra que adornaba la “casita” se ha secado totalmente y dentro de la “casita” alguien ha puesto un par de gnomos o enanitos. Dejamos allí las mochilas y fuimos a recorrer el roquedal detrás de la “casita”, un pequeño torcalillo con rocas de formas diversas.

Al pie de la “casita” encontramos el restaurante hoy. Hubo aperitivos de chacina y tocinillo, después ensaladilla rusa, ensalada con atún, judías verdes, habitas tiernas, rúcula con cecina y garbanzos con verdura. En el capítulo de carnes, una guisada, albóndigas, filetillos tiernos y el solomillo con ajos. Queso, almendras garrapiñadas y rico flan de Victoria, tés y orujos varios. Vinos de Campo de Borja, La Mancha, Alentejo y Rioja. Comida de cinco tenedores.

Con el sol de la tarde iniciamos el regreso, primero al collado de los Lastonares, luego cruzamos la gran Llanura Inferior y comenzamos el descenso por el valle del este. Cogimos una senda de ovejas que nos llevó a la base de una torreta de la línea eléctrica y después, siguiendo más o menos la línea eléctrica, bajamos con rapidez y bastante comodidad al final del valle, a la tierra arada y a la carretera. ¡Qué diferencia con la dificultosa subida! La próxima vez que hagamos esta Sierra hemos de seguir el track del descenso.

Muy buen día, muy buenas vistas, muchísimos lirios y excelente compañía para pasear esta difícil Sierra en la que no hay ni un trocito de vereda.

































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