jueves, 27 de enero de 2022

MIÉRCOLES 26 DE ENERO: LA MAROMA

 

La Maroma desde la Alcauca. 26 enero 2022.

Participantes: Paco Ponferrada, Lucía, Manolo, Paco Hernando, Antonio de Fornes, Antonio Usieto, Jesús.

Distancia recorrida: 15 km

Desnivel acumulado: 1060 m

Desayuno en el Cruce de Benamargosa. Buen servicio y café grande con pitufo con aceite y tomate a 2,50 €.

En el grupo de los jubilados había ganas de un Maromazo. Paco Hernando, el promotor de la idea, tenía las cosas muy claras. Teníamos que salir de La Alcauca, hacer el recorrido y volver a almorzar a La Alcauca. Ese fue el guion y así se hizo.

Salimos de La Alcauca a las 9,15 con las mochilas casi vacías, sólo con el agua, en una mañana que comenzaba lluviosa, una lluvia fina, no fuerte, pero que nos obligó a salir con los impermeables puestos. La previsión del tiempo era día ventoso, con alguna nube por arriba, sin lluvia. La realidad fue otra y con los impermeables comenzamos la ascensión por el carrilillo que entra a la Fuente de la Mina en el barranco de la Fuente de los Ladrones.

La sendita desde la fuente tiene algunos tramos dificultosos porque el matorral, especialmente las aulagas, se han comido la huella de la senda y no hay espacio para pasar. Por la senda llegamos al carril y preferimos seguir por él hacia arriba en vez de por la senda de la loma. En la Erilla Tarara nos unimos al carril que parte del Alcázar hasta el comienzo de la senda por la ladera de las Víboras.

Caminábamos a buen paso, bajo la llovizna, con viento y frío. No hay mejor acicate para avivar el paso que el frío. Paco Ponferrada y Antonio de Fornes cogieron el mando del grupo. Nos llevaban a todos con la lengua afuera y no conseguíamos darles alcance. Unos hermosos machos en lo alto de la loma de las Víboras nos hicieron el gran favor de parar al grupo para contemplarlos. Verdaderamente sensacionales, aunque no en menor grado se aprovechó la paradita para descansar.

A la mediación del barranco del Espino Lucía descubrió los primeros signos de nieve entre el matorral. De allí hacia arriba cada vez la nieve era más prominente. Supusimos que era nieve de esa noche por lo impoluta que estaba. Afortunadamente era una capita muy fina que Manolo calificó como “nieve polvo”.

El cerro del Mojón aparecía cubierto de nieve, con la cumbre cubierta por las nubes. No auguraba una placentera caminata, pero la moral del grupo era muy alta y no nos amilanamos por eso. Mas bien intentamos perseguir a Paco Ponferrada y a Antonio de Fornes que marchaban destacados. Del collado del Espino seguimos por la cara este del Mojón al collado del Mojón y a la Fuensanta, con muy poca visibilidad.

Atacamos el collado de la Fuensanta y la cresta al cerro de los Pradillos sin ver siquiera el comienzo del barranco de la Peña del Águila. Justo antes de rebasar el cerro de los Pradillos, en una cárcava protectora del viento, paramos a tomar un ligero Ángelus. El frío no permitía descansos apacibles, así que pronto continuamos al collado del cerro de los Pradillos, que nos recibió con las más fuertes rachas de viento de toda la jornada. La niebla era cerrada y el frío intenso. Caminábamos sobre una notable capa de nieve crujiente sin ver más allá de la mochila del compañero precedente.

Entramos en la última subida a La Maroma en condiciones verdaderamente inhóspitas. Dejaron de verse los postes indicadores de la senda y los hitos de piedra se multiplicaron en multitud de senditas. Aquí tomó el mando Paco Hernando y, con su conocimiento de La Maroma, nos llevó directamente al monolito del Pico de la Tejeda.

La nieve en el monolito y en las piedras y hierbas adyacentes estaba congelada, con multitud de cristales de hielo. El tiempo no permitía más que hacer las cuatro fotos de rigor en el monolito y emprender el regreso cuanto antes.

Bajamos con rapidez y, afortunadamente, la niebla aclaró y el viento amainó un poco permitiéndonos ver el cerro de los Pradillos y los arranques de los barrancos de los Polvijeros y de la Piedra del Águila que antes habían pasado inadvertidos.

Conforme descendíamos la temperatura mejoraba y la niebla se levantaba, aunque el viento seguía soplando de lo lindo. Paramos poco porque queríamos llegar cuanto antes a La Alcauca. Y así fuimos desandando el camino matutino exactamente por donde habíamos subido. En la Erilla Tarara el tiempo permitió despojarnos de los impermeables para entrar en el pinar un poco más ligeros, y sin más llegamos a La Alcauca. 5h 45’ de recorrido caminando a buen ritmo y parando poquísimo. Esta ruta hay que calcularla en 6h.

En la mesa más cercana a las escaleras de La Alcauca nos acomodamos con aceptable temperatura, con algún difuso rayo de sol, y soportando rachas de viento, para disfrutar de una comida épica. Como principio salieron 5 botellitas de vino y una gran cerveza para 6 comensales. Este comienzo alegra la cara de cualquiera. Abrimos boca con un caldito con pollo y verduras, caliente, delicioso, obsequio de Lucía, que nos resucitó el cuerpo. Después gambas frescas, chacina variada, aguacate y ensalada “made in Antonio”. Judía verde, carne con tomate, albóndigas, codorniz escabechada y conejo fueron los variados y apetitosísimos platos principales. Terminamos con queso, té, orujos variados y bombones. Todo ello tomado con la debida tranquilidad.

Algún día aprenderemos y en vez de salir a caminar saldremos directamente a tomar todas las exquisiteces que salen de las mochilas.

Iniciando la caminata en La Alcauca
Un rayo de sol
Las cabras en la zona baja escapando de la nieve


En la fuente de Espino
Las primeras manchas de nieve


En la Fuensanta




En la subida final
En la cumbre, nieve, viento y frío

El fotógrafo fotografiado



Iniciando la bajada

El día se va abriendo
Los tres de la cachava



El arte efímero de Antonio
Bajando el barranco de la Fuente de los Ladrones


La comilona en la Alcauca





 

jueves, 20 de enero de 2022

MIÉRCOLES 19 DE ENERO: SIERRA DE GIBALTO

 

Sierra de Gibalto. 19 enero 2022.

Participantes: Paco Ponferrada, Victoria, Lily, Paco Hernando, Antonio Usieto, Antonio de Fornes, Ricardo, Manolo, Jesús.

Distancia recorrida: 10 km.

Desnivel acumulado: 830 m.

Desayuno en el bar La Tinaha de Periana. Unos pitufos pequeños con aceite y tomate a 3,20€. Caro. Tiene la ventaja de estar en la carretera.

Según nos acercábamos surgían las dudas de si lo tendríamos con niebla, ya que el Vilo la tenía y el valle de Alfarnate también, pero en cuanto hemos sobrepasado el puerto de los Alazores hemos visto la sierra del Gibalto luciendo completamente despejada al sol.

 Después de más de 10 años nos decidimos a volver al Gibalto. Al cabo de tanto tiempo no sabíamos si todo estaría cercado o si se podría entrar. Justo al tratar de aparcar en el carril del cortijo de La Parrilla salía del cortijo una señora bastante malcarada. Ha parado junto a nuestros coches y nos ha espetado:

¿Van ustedes a caminar a la sierra?

¿Tienen permiso del dueño?

Pues en el cortijo está mi marido, hablen con él que la sierra es un monte particular y no se puede entrar.

Con esta negra perspectiva nos acercamos al cortijo, hablamos con “el marido” y después de un poco de conversación nos dijo que fuéramos a la sierra, pero que si el guarda nos veía que le dijéramos que habíamos entrado por nuestra cuenta sin haber hablado con él.

Las cosas se habían arreglado. Marchamos contentos hacia la sierra y a buen paso enfilamos las primeras cuestas para quitarnos el frío porque venía un vientecillo helador.

Por el bosquecillo de cornicabras y quejigos subimos al Hoyón donde quedan los restos de dos antiguos cortijos. Del cortijo recostado en el cerro Forcales subía una sendilla de ganado hacia el collado del Portillo, nuestro primer objetivo. Tratamos de ir al cortijo, pero una cerca lo impedía y subía hacia el collado. Como nos habían permitido la entrada como un favor decidimos no cruzar la alambrada y por el valle adyacente subimos al collado.

Como queríamos ir al Forcales no quedó más remedio que saltar la cerca. La subida al cerro, cómoda, y arriba, con un buen sol y ya sin el vientecillo helado de la mañana, disfrutamos de sus vistas al norte y oeste. Un ligero Ángelus y de nuevo en marcha.

Bajamos al collado del Portillo y por el valle al este del cerro Gibalto remontamos hasta el llano superior. Con Manolo en el grupo había que intentar ir al vértice del Gibalto. Desde nuestra posición no se apreciaba en qué pico de la sierra estaba el vértice, de modo que decidimos atacar la cresta por una grieta utilizada por el ganado y arriba desplazarnos a sur o norte hacia el vértice. La subida fue muy trabajosa porque la grieta era casi vertical. Al llegar arriba Paco hizo de vigía para constatar que el vértice estaba muy al norte, demasiado lejos para llegar a él por esa endemoniada cresta.

Estábamos decididos a bajar por donde habíamos subido, pero Manolo se asomó a la cresta y vio que, al otro lado, al oeste, teníamos la pradera a 10 m. Bajamos por allí y por el oeste seguimos al cercano colladillo por el que se podía volver al este.

Hacía rato que habíamos visto un coche el llano superior. Por donde regresábamos íbamos directamente al coche. Pero no teníamos otra alternativa. Allí había un señor al que nos dirigimos y le explicamos cómo habíamos llegado allí. El señor, Fernando, resultó ser el dueño de la finca, tuvimos una amena charla con él, nos advirtió que le llamáramos por teléfono para pedir permiso y nos dio su teléfono. No nos permitió ir al Torcalillo porque estaban reuniendo las ovejas allí. Él mismo nos ayudó a cruzar la verja para salir de su finca, el Gibalto, y volver a la de la Parrilla.

No nos quedaba ya caminata salvo el regreso. Comimos allí mismo en el llano superior y tratamos de llamar a Fernando para ofrecerle un bocado y un vaso de vino, pero ya había marchado y no había cobertura.

La comida muy parsimoniosa, como debe ser. Gambas, chacina, boquerones en vinagre y mojama de aperitivo. Ensalada de aguacate, tortilla de espinacas y judías verdes de primer plato. Croquetas de bacalao y de carne, filetillos y algo más que olvido como platos principales. Quesos de Júrtiga y extremeño. Vinos del Campo de Borja, de Somontano, de Ribera y uno del Bierzo que sobró. Té y orujo. Comida digna de un restaurante de cinco tenedores.

Bajamos despacio, charlando, para encontrar al “marido” en el cortijo liado con un tractor. Le agradecimos su permisividad y le ofrecimos la botella del Bierzo que aceptó con gusto. Quisimos darle también una propina para que tomase un café y por ahí no pasó. Nos enteramos que se llama Hilario.

Así que terminamos el día con dos conocidos en aquellos predios: Hilario en la Parrilla y Fernando en el Gibalto.

 

VALLE DEL ARROYO DE LAS MOZAS
CORTIJO DEL HOYÓN

SUBIDA AL FORCALES
VISTAS AL NORTE DEL FORCALES
ÁNGELUS EN EL FORCALES

VALLE AL ESTE DEL GIBALTO


SUBIDA AL GIBALTO POR LA CARA ESTE






BAJADA DEL GIBALTO POR LA CARA OESTE

EL GIBALTO


EL GRUPO EN EL QUEJIGO BONSAI


LOS VINOS







EL CORTIJO DEL HOYÓN Y LA SIERRA GORDA




RECICLADO DE BAÑERAS