viernes, 17 de diciembre de 2021

MIÉRCOLES 15 DE DICIEMBRE: MOLVÍZAR. SIERRA DEL CHAPARRAL.

 Participantes: Pili, Paco, Enrique, Antonio de Fornes, Lucía, Luci, Ricardo, Antonio Usieto, Manolo, Jesús

Distancia recorrida: 20,2 km

Desnivel acumulado: 1050 m

Desayuno en la gasolinera de Nerja y cervecita final en Molvízar. Las dos Lucías tuvieron la deferencia de invitarnos a uno y otra por haber sido Santa Lucía el lunes. FELICIDADES a ambas. ¡¡¡VIVA SANTA LUCÍA!!!

Esta ruta se la debemos a Pilar. Ella la sugirió y los que solemos proponer rutas se lo agradecimos en el alma porque muchas veces echamos de menos un poco más de colaboración de los caminantes. Gracias Pilar.

Molvízar nos recibe con la amabilidad del aparcamiento a la entrada del pueblo y la incomodidad del hedor de los desagües al río. Hicieron un lindo paseo a lo largo del río, debajo de las casas del pueblo, pero no hay quien lo use por el mal olor.

Entramos en el pueblo y lo cruzamos de punta a rabo saliendo por el camino del cementerio. Esta excursión, tan bonita como es, tiene el inconveniente de los tramos del pueblo a la sierra a la ida y de la sierra al pueblo en el regreso. Hay que pasar por esa serie de solares, casas, cultivos y baldíos, feos, sin gracia, y con un buen desnivel. Es el peaje a pagar por llegar al carril que va por toda la base de la sierra.

Una vez en el carril lo sustituimos por la sendita sobre él y comenzamos a disfrutar de esa sierra del Chaparral, dolomítica, con el matorral típico de aulaga, romero, romero macho, sanamonda, lentisco y espino albar. Con la sequía tan tremenda que tenemos no había ni una brizna de hierbecilla verde, cuanto menos plantas florecidas, excepto aulagas, romero y algún clavelillo.

Mientras la senda va por el pie de la sierra se tienen unas bonitas vistas de Molvízar, Salobreña y las vegas del Guadalfeo, hasta que llegados cerca del cerro Espartinas dejamos la placidez de la senda llana para enfrentar la subida. La primera etapa de subida es cortita: hasta el mirador, donde el cartelón informativo está ya casi totalmente comido por el sol. La segunda etapa es ya harina de otro costal. Hay que atarse los machos y emprender el ascenso con parsimonia porque es largo. No obstante, la senda tiene buen piso y está perfectamente trazada, con inclinación uniforme, dando zigzags de un lado a otro del barranco del Búho.

De vez en cuando hay que parar para solazarse con el panorama al sur de cultivos verdes, de pueblos blancos y de mar azul intenso. Pero es mejor parar poco para no perder el ritmo y llegar a la cresta. Al llegar a ella la vista de los Guájares y Sierra Nevada paga con creces el esfuerzo de la subida. Y de ese panorama a sur y norte seguimos disfrutando porque la senda va por toda la cresta, muy bien hecha, con sus albarradas en los tramos en que son necesarias.

La senda se construiría para repoblación forestal, porque no es medio de comunicación entre sur, Salobreña-Molvízar, y norte, los Guájares, pero la repoblación que se hiciese el fuego se la llevó después y ahora los pinillos que van cubriendo la ladera son de repoblación espontánea.

En la “Ventana” tomamos el Ángelus para continuar después cresta adelante, al oeste, ganando altura cerro tras cerro. La dolomía es sustituida arriba por esquistos y pizarras negruzcas, muy fértiles, por eso en esa zona de la cresta hay olivares, viñas y castaños, amén de casitas poco utilizadas. Las viñas han dado lugar a los vinos dulces y secos de Molvízar e Ítrabo y aún se siguen cultivando para esos vinos de cosechero principalmente.

El día había amanecido sereno, despejado, pero hacia el mediodía se movió el levante que formó un buen nubarrón. Sin sol y con el vientecillo afilado no apetecía parar, sino caminar. Así pasamos casi sin parar por la Guindalera, máxima altura, y descendimos al camino de Ítrabo.

Cuando ya rayaba la hora del almuerzo llegamos a un colladillo donde hay un área recreativa con pinos y mesas. “Ese es el sitio ideal para la comida” dijeron algunos. Para allá que fuimos, pero los collados son sitios ventosos, propios de verano, no de invierno, de modo que tuvimos que buscar acomodo en la hierba seca de un olivar en un lugar relativamente resguardado.

Comida tranquila, con el debido tiempo para la preparación y con la debida parsimonia en la circulación de fiambreras. Se diría que vamos aprendiendo a comer con calma. Chacinas varias, lomo en manteca, panceta, aguacates mejor o peor aliñados, tortilla, carnes en diversas preparaciones y quesos. Vinos de Granada, Somontano, Bierzo y Rioja. Tés y bombones.

Desde el restaurante bajamos primero por carril y luego por senda a la pista que rodea la sierra. Nos acercamos a unas antiguas minas y estuvimos rebuscando piedrecillas verdes y azules de malaquita y azurita. Algunas encontramos, más bien pocas porque deben recibir visitantes de vez en cuando.

Y de la mina a Molvízar, con parada en la plaza para tomar una cervecita con tapa, como si no hubiéramos comido hasta hartarnos. Excelente caminata. En invierno no debemos olvidar la sierra del Chaparral.

LA RUTA

MOLVÍZAR Y MOTRIL
EN EL MIRADOR DE LA COSTA TROPICAL
INICIANDO LA SUBIDA FUERTE









LLEGANDO AL FINAL DE LA SUBIDA

GUÁJAR FARAGÜIT Y SIERRA NEVADA A FONDO


MOLVÍZAR DESDE LA CRESTA DE LA SIERRA DEL CHAPARRAL


ALBARRADA DERRUMBADA
EN LA VENTANA CON VISTAS A LOS GUÁJARES


EL ÁNGELUS
LOS GUÁJARES Y SIERRA NEVADA DESDE LA VENTANA

OTRO MIRADOR

CRESTEANDO

LLEGANDO A LA GUINDALERA

VÉRTICE GEODÉSICO DE LA GUINDALERA (1.074 M.)
BAJANDO POR LA PISTA DE ÍTRABO
EL MIRADOR VENTOSO
VARIEDAD DE VINOS
EL RESTAURANTE
ANTONIO CONTANDO AVENTURAS


LAS GUERRERAS REPOSANDO
LA MINA
BUSCANDO PIEDRAS DE COLORES
LAS PIEDRAS
LLEGANDO A MOLVÍZAR
MOLVÍZAR









martes, 7 de diciembre de 2021

LUNES 6 DE DICIEMBRE: QUÉNTAR. LOS PRADOS, PUERTO BLANCO, CERROS DE LOS AVELLANOS

Participantes: Fini, Antonio Muñoz, Manolo Titos, Rafa Lozano, Pili, Paco Ponferrada, Jesús R., Lola, Paco Zambrana, Lucía, Manolo de Nerja, Jesús C.

Distancia recorrida: 15 km.

Desnivel acumulado: 675 m.

 

Desayuno en el bar Trébol de Dúdar. Bien el pan; el café en tazas demasiado pequeñas, hubo quien necesitó dos.

 

Bienvenidos Manolo Titos y Rafa. Cuando queráis caminar seréis bien recibidos.

 

Comenzamos el día con buen pie. Rafa tuvo a bien invitarnos a desayunar en Dúdar, el pueblo de su abuelo y donde él tiene casa que utiliza los fines de semana.

Y siguió la buena racha porque unas nubes mañaneras que había sobre Quéntar el sol las levantó enseguida quedando un cielo, limpio, azul, sin una nube, en un día sin viento y con una temperatura estupenda.

Mientras nos preparábamos en los coches, a la sombra de los álamos del barranco del Álamo hacía frío. Debíamos estar alrededor de 0ºC. Mas en cuanto comenzamos a subir por el camino de la Plata y recibimos los primeros rayos del sol el frío matutino desapareció y pronto fueron a las mochilas los forros polares y chaquetones.

Caminamos entre olivares, con higueras y algún que otro frutal en los ribazos, por una zona abancalada que se regaba con la Fuente Fría, una fuente Fría más. Son innumerables. Más arriba entramos en el secano, aunque seguimos entre olivares, viejos la mayoría, pero también plantaciones nuevas. No se explica cómo pueden mantenerse estos olivares en parcelas pequeñas, trabajados casi a mano, mientras en otras zonas se hacen plantaciones intensivas totalmente mecanizadas.

Según subíamos nos acercábamos a la Cuerda de los Pelaos, llevando siempre a la derecha el barranco del Álamo, con su chorrito de agua, agua también presente en los dos barrancos que forman el del Álamo: el de la Plata y el del Tocón. Este último es el que seguimos acercándonos al rincón del Toconcillo, justo bajo la Cuerda de los Pelaos.

Del Toconcillo una veredita nos subió a Puerto Blanco y desde ella, subiendo, empezamos a disfrutar de las maravillosas vistas: abajo los olivares, el cortijo de La Plata y al sur las crestas blancas de la Sierra Nevada.

En Puerto Blanco hicimos un Ángelus larguito. Ya se sabe que cuando se avisa que la excursión es corta nos tomamos todo con tranquilidad. Entramos un poquito en el llano de Puerto Blanco para continuar luego al sur, por la umbría del cerro Avellanos ¡Qué contraste entre la buena temperatura, casi calor, de la cuesta hacia Puerto Blanco y la frescura de la umbría! Aquí aún se conservaban bastantes manchones de nieve.

Hasta aquí el camino había sido comodísimo: carriles y buena vereda. Pero en las excursiones de la Vinoteca siempre hay que dejar un hueco para la improvisación, para lo desconocido. Y eso es lo que venía ahora. Subir desde el carril a lo alto de los Avellanos, por el magnífico pinar de pino resinero, monte a través. Antonio encabezó la expedición y con calma pero sin pausa nos plantó en el primer cerro de los Avellanos. No nos conformamos con la primera cumbre, había otras al suroeste y a ellas fuimos por un cortafuegos. Habíamos terminado la sesión de monte a través para entrar en la de cortafuegos.

Caminar por la zona de los Avellanos es una delicia, pero contemplar el panorama desde el extremo sur es inolvidable. Es punto menos que imposible apartar la mirada de esa blanquísima Sierra Nevada refulgiendo al sol. ¡Qué luz!¡Qué contraste con el verde de los cerros más bajos!¡Con qué nitidez se recorta la sierra en el azul del cielo! Hicimos mil y una fotos aún a sabiendas de que la mejor foto no reflejaría mínimamente ese panorama. No sólo estaba la vista al sur, a Sierra Nevada. Al oeste teníamos nuestras queridas Almijara y la Tejeda y al este, Cazorla, Castril y Baza. Debajo el embalse de Quéntar, casi vacío, y los olivares. Inolvidable panorama. Por ponerle un pero Manolo echo en falta un vértice geodésico para que su gozo fuese completo.

Una vez saciados con tanta belleza Antonio propuso descender del cerro y comer más abajo. Para ello decidió utilizar un cortafuegos que bajaba por la ladera sur. A él fuimos y por él bajamos despacio, procurando no estropear este maravilloso día con una caída. Aquí la suerte también nos acompañó pues la tierra con el agua y el hielo estaba mullida y no resbalaba.

Hecho el descenso más complicado paramos a comer en un restaurante no muy llano, con hierba y maleza, pero con excelentes vistas. Y esta vez, de las pocas, hubo calma en el comienzo de la comida. Dio tiempo a fotografiar los vinos, a preparar los aguacates, antes de que comenzase la rueda de fiambreras. Chorizo y cecina de León, chorizo más picante, también de León y salchicha granadina de aperitivo, ensaladilla rusa, tortillas de beicon y chorizo, carne con pimientos, carne con calabaza, lomo con ajos, queso con membrillo… y más cosas que olvido, acompañado de cervezas y vinos de Murcia, Valencia y Rioja. Terminamos con unos bombones, tés e infusiones y orujos variados.

A duras penas nos levantamos para continuar. La sesión de cortafuegos no había terminado. Antonio nos metió por otro que seguía la Cuesta del Azafrán. Y cuando terminó el cortafuegos un ratito de vereda y de monte a través hasta terminar en la carretera al Tocón y La Peza, muy cerca de los coches.

Despedida y cada mochuelo a su olivo, todos con la sensación de haber pasado un día formidable a lo cual contribuyó, no poco, el excelente tiempo, junto a las preciosas vistas.

INICIO EN LOS PRADOS DE QUÉNTAR






EN LA CANTERA DE PUERTO BLANCO



PISAMOS UN POQUITO DE NIEVE


IMPRESIONANTES VISTAS DE SIERRA NEVADA
SUBIENDO A LOS CERROS DEL AVELLANO

LA SIERRA TEJEDA ALMIJARA POR ENCIMA DE LAS NIEBLAS

SALTANDO OBSTÁCULOS

EN EL PRIMER CERRO DEL AVELLANO
PASANDO DE UN CERRO AL OTRO
LLEGANDO AL SEGUNDO CERRO DEL AVELLANO
ADMIRANDO SIERRA NEVADA 

A LO LEJOS EL PICO DE LA SAGRA CON NIEVE
ATACANDO LA PRONUNCIADA BAJADA



RESTAURANTE CON LAS MEJORES VISTAS


EL PANTANO DE QUÉNTAR

BAJANDO HACIA LA CARRETERA