domingo, 11 de diciembre de 2022

MIERCOLES 7 DE DICIEMBRE: VISITA A LAS INSTALACIONES AGRÍCOLAS DEL GRUPO LA CAÑA

Este miércoles no nos toco senderismo, fuimos ha realizar una visita, organizada por Jesús, a los invernaderos que el Grupo La Caña tiene en Motril y ver las plantaciones de pepinos y papayas.

Luego nos trasladamos a Castell de Ferro para ver la planta de envasado de pepinos.

Al finalizar la visita fuimos a comer al restaurante El Bierzo en Castell de Ferro.


Entrando al invernadero

Entre pepinos


Las sabias explicaciones de Jesús

Entre papayas

En la planta de envasado

A la puerta del restaurante El Bierzo


Los comensales felices.
El resumen de Antonio






 

jueves, 1 de diciembre de 2022

MIÉRCOLES 30 DE NOVIEMBRE: EL TORCAL DE ANTEQUERA

 

Participantes: Fini, Antonio Muñoz, Pili, Paco Ponferrada, Paco Hernando, Enrique, Ricardo, Manolo, Antonio Usieto, Lily, Antonio de Fornes y Jesús

Distancia recorrida: 10,7 km.

Desnivel acumulado: 520 m.

 

Desayuno en el bar Oasis de Villanueva de la Concepción. Buenos bollos, calentitos, con pan, aceite, mantequilla y tomate. El del bar no ha preguntado qué habíamos consumido, sino cuántos éramos, 10, pues 32€. Nos ha catalogado como posibles clientes y nos ha ofrecido migas, callos, cazuela de cordero, sopa de picadillo, carnes, etc. para almorzar. Lo tendremos en cuenta para otra ocasión. Hoy llevábamos las mochilas repletas.

Poco más de las 9 llegábamos al aparcamiento del centro de interpretación del Torcal. Fini y Antonio nos aguardaban allí. Después de los saludos comenzamos el recorrido habitual por la cresta del Torcal que da a Villanueva, con una mañana despejada, serena, sin viento, luminosa y con buena temperatura para caminar.

Disfrutamos de las inigualables vistas desde la cresta al sur, a Villanueva y hacia el mar. Bajamos hacia las rutas señalizadas para entrar en la amarilla. En cualquier recoveco, en multitud de roquedos, había cabras bien soleándose, bien triscando, alegrando el panorama ya de por sí bellísimo del Torcal. En pocos sitios del mundo habrá unas formas de erosión tan bonitas y curiosas como en el Torcal, con esas rocas en torreones, con esos estratos tan bien delimitados, con esos peñascos en equilibrio, con ese contraste entre la blanca caliza y el verde de hiedra, encinas y zarzas. De vez en cuando alguna cornicabra ponía una nota de amarillo y rojizo en el panorama.

Claro, con ese entorno, más que andar estábamos parados, absortos, emocionados, con la belleza que nos rodeaba.

Tal como acostumbramos, en un punto dejamos la ruta amarilla para internarnos al oeste en terreno poco frecuentado. Las espectaculares formas de erosión continuaban, sin embargo, lo que más atrajo nuestra atención fue un grupo de cabras sobre un roquedo allí al lado nuestro. Había dos machos con cuernas tremendas, sobre todo uno de ellos, el macho dominante, que prestaba toda su atención a una cabrilla que debía estar amorecida. Nos ofreció un espectáculo inusual del cortejo acercando su cabeza hacia la cabrilla, mirándola con fijeza, después acercándose a ella, lentamente, con todo cuidado, tocando su lomo a veces, con una delicadeza, con una parsimonia, que ninguno nos figurábamos podía darse entre dos animales tan desiguales: un poderosísimo macho y una débil cabrilla. Estuvimos cerca de media hora observando el espectáculo y las cabras sin inmutarse, como si no estuviéramos. Merecía la pena porque son de esos espectáculos de los cuales disfrutas una vez en la vida.

Con pena dejamos los animales para continuar nuestra andada, siempre al oeste, por donde mejor nos parecía, evitando zarzas y pasos complicados, procurando seguir el rastro de las ovejas.

Otras veces buscamos un valle a la derecha para volver hacia las cercanías del aparcamiento, pero hoy nos ha dado la vena exploratoria y hemos continuado al oeste hasta salir fuera de la zona de roquedos, a unas tierras de labor. Hasta aquí bien. Mas había que buscar un camino de regreso al noreste. Discutimos sobre seguir las huellas de las ovejas para ir al cortijo del Navazo y subir por el valle del Madroño o evitar ese rodeo explorando la zona que teníamos al norte. Elegimos esta última opción con Ricardo abriendo la exploración. Pronto se nos complicó la caminata y comenzamos a dudar sobre un camino u otro, ninguno bueno. Hasta que Antonio Muñoz tomó la iniciativa yendo hacia la parte alta de la cresta que teníamos a la derecha. Le seguimos y después de algunas vicisitudes logramos cruzar la cresta y unir con la senda ya conocida del valle aledaño.

En ese valle disponíamos de track y de sendita. El ritmo de avance se incrementó sensiblemente. Elegimos continuar al este para llegar a la zona de las mesas a media altura. De allí a las repisas, al tobogán de descenso entre la repisa superior y la inferior y a la famosa Seta donde comimos y descansamos.

El regreso de la Seta al aparcamiento era zona conocida, con senda marcada y sin obstáculos dignos de mención.

Un día estupendo por la compañía, por la belleza de la ruta, por la incertidumbre de la exploración y por el tiempo.

Iniciando la ruta


Empezamos a ver visiones

Las cabras tomando el sol
Mas visiones
En el burladero


Un paso estrecho

Arte efímero de Antonio
El artista y su obra
Más cabras
Sorteando las piedras y la vegetación
El cortejo

Los espectadores del cortejo
La persecución
La insistencia
De nuevo caminando

Bajando hacia los llanos
Rodeando la alambrada

Subiendo hacia la cresta

Al fondo el Camorro Alto

Pasando un contadero




Llegando a las Mesas

Antequera desde la cornisa del Diablo
Por la repisa superior
El tobogán de bajada

Por la repisa inferior


El restaurante

El grupo en la seta
Ammonite gigante
La cabra fisgona
El regreso
Puesta de sol