Participantes: Pili, Paco Ponferrada, Rafa, Luis, Antonio de Fornes, Lily, Victoria, Manolo, Antonio Usieto, Lola, Paco Zambrana y Jesús
Distancia recorrida: 12,5 km
Desnivel acumulado: 760 m
Desayuno en el restaurante La Dehesa. Pitufos aceptables, servicio rápido pidiendo en el mostrador y llevándotelo a las mesas.
Bienvenida Victoria después de tantísimo tiempo de ausencia. Ojalá te prodigues más.
Aparcamos al lado de la Fuente de
la Hiedra y de allí partimos en un día claro, sin nubes, casi sin viento, pero
frío: teníamos 3ºC y escarcha abundante en la hierba y hielo en los cursos de
agua.
El primer objetivo era buscar
entrada en la valla que recorre la orilla de los campos junto a la carretera.
No había resquicio por el que pasar, así que nos decidimos a saltar la valla
aprovechando una puertecilla que hay poco más al este de la gasolinera.
Entramos en un terreno arado que con las lluvias últimas tenía barro. La
primera valla después del salto estaba abierta, con señales de un tractor de
cadenas que sería el que habría arado.
Pronto nos dividimos, unos se
metieron en el retamar y otros seguimos hacia la ladera cercana que, aunque
pedregosa, tenía menos vegetación. Ambos grupos tratamos de seguir las
sendillas de las ovejas subiendo por el valle del este de la Sierra por el que
pasa una línea de alta tensión.
El progreso era lento porque
íbamos entre las piedras, con las botas cargadas de barro y con peligro de
resbalones tanto en las piedras como en la húmeda tierra. Lo único bonito era
la multitud de lirios en todo el trayecto. Dejamos el vallecillo para enfilar
al oeste a un collado por encima de Tajo Prieto. Aquí la senda de ovejas era
más clara, además algún alma caritativa había puesto mojones de piedra, lo que
siempre da confianza, y el progreso se hizo más rápido.
En el collado entre Tajo Prieto y
el Pico de las Cabras saltamos otra alambrada para entrar en la Llanura Inferior.
Es sorprendente la gran llanura herbosa que aparece después del inhóspito
pedregal ascendido. Entramos en esa espléndida pradera y la atravesamos justo
debajo del boscaje que crece al pie del tajo del Pico de las Cabras. Boscaje de
majuelo y olmo, desnudos ambos.
Guiados por una senda de las
ovejas atravesamos el bosquecillo y por una zona sin tan apenas rocas subimos a
la Llanura Superior. Así la llamamos, pero en realidad no es una llanura sino
una ladera, aunque sin piedras, cubierta por una preciosa pradera. Ascendimos
la pradera en dirección sureste hacia el Pico de las Cabras, algunos nos
asomamos al mirador al sur entre los peñascales de Pico de las Cabras y la
cresta del oeste.
Termina la hierba y comienza el
peñascal del Pico de las Cabras. Se acabo el placer de pasear por la pradera
para, de nuevo, buscar las sendillas de las ovejas y caminar con dificultad
entre las rocas y el muy escaso, resbaladizo, suelo. Subida lenta y
relativamente aceptable mientras hubo marca de las ovejas, pero muy dificultosa
en el último tramo cuando terminó la marca de las ovejas. Ellas no tienen
interés en llegar a lo alto del Pico.
Disfrutamos de las excelentes
vistas hacia los 4 puntos cardinales y, especialmente, de ese juego de verdes
de olivares y tierra calma que nos ofrecía el campo en esta mañana primaveral.
Como hicimos la paradita del Ángelus debajo del vértice geodésico, hacia el
sur, tuvimos tiempo de empaparnos de ese cromatismo que ofrecían las simétricas
plantaciones de olivo, verde oscuro, y los cereales, verde clarito.
La bajada fue más lenta que la
subida por los resbalones y algún destrepe arrastrando el culo que hubimos de
hacer. Pero alcanzamos la pradera de nuevo y enfilamos al oeste contentos de
caminar por esa alfombra herbosa.
Íbamos al oeste para alcanzar el
puerto de los Lastonares donde el cerro de los Lastonares se unía a nuestra
pradera. Este puerto es la entrada desde la ladera suroeste de la Sierra.
Continuamos al oeste, ahora ascendiendo la pronunciada cuesta hacia un primer
colladillo, pero detrás de ese colladillo apareció otro más arriba y finalmente
un tercero. A partir de allí descendimos por el valle del oeste de la Sierra
hacia la “casita de los enanitos”. Antes de llegar a ella nos acercamos al
pozo, lleno de agua hasta la boca, por admirar esos abrevaderos construidos en
una sola pieza de roca.
La hiedra que adornaba la
“casita” se ha secado totalmente y dentro de la “casita” alguien ha puesto un
par de gnomos o enanitos. Dejamos allí las mochilas y fuimos a recorrer el
roquedal detrás de la “casita”, un pequeño torcalillo con rocas de formas diversas.
Al pie de la “casita” encontramos
el restaurante hoy. Hubo aperitivos de chacina y tocinillo, después ensaladilla
rusa, ensalada con atún, judías verdes, habitas tiernas, rúcula con cecina y
garbanzos con verdura. En el capítulo de carnes, una guisada, albóndigas,
filetillos tiernos y el solomillo con ajos. Queso, almendras garrapiñadas y
rico flan de Victoria, tés y orujos varios. Vinos de Campo de Borja, La Mancha,
Alentejo y Rioja. Comida de cinco tenedores.
Con el sol de la tarde iniciamos
el regreso, primero al collado de los Lastonares, luego cruzamos la gran
Llanura Inferior y comenzamos el descenso por el valle del este. Cogimos una
senda de ovejas que nos llevó a la base de una torreta de la línea eléctrica y
después, siguiendo más o menos la línea eléctrica, bajamos con rapidez y
bastante comodidad al final del valle, a la tierra arada y a la carretera. ¡Qué
diferencia con la dificultosa subida! La próxima vez que hagamos esta Sierra
hemos de seguir el track del descenso.
Muy buen día, muy buenas vistas, muchísimos lirios y excelente compañía para pasear esta difícil Sierra en la que no hay ni un trocito de vereda.