Participantes: Blas, Luis, Miguel
González, Manolo, Lucía, Enrique, Lily, Ricardo, Antonio Usieto y Jesús. A la
comida se apuntó Manuel de Rincón
Distancia recorrida: 10,2 km
Desnivel acumulado: 520 m
Desayuno en el bar Carlos de
Caleta.
Bienvenido Manuel. Hacía tiempo que no nos veíamos ni en las comidas y es muy grato tener algún encuentro, aunque sólo sea para comer. Que también es importante.
Partimos de Canillas de Albaida a
las 9, cuando los niños entraban en la escuela, justo al lado de donde habíamos
aparcado, y comenzamos a recorrer las calles de Canillas con dirección al
cementerio. Al llegar al cementerio hay un indicador que anuncia el comienzo de
una ruta hacia Salares y de otra a la Fuente Santa que era nuestro objetivo
hoy. A Salares se comienza en la punta suroeste del cementerio y hacia Fuente
Santa en el extremo noreste.
Bajamos por el carrilillo hacia
Fuente Santa para dejarlo a los pocos metros. Queríamos investigar si desde
allí se podía acceder a la Fábrica de la Luz por la ladera izquierda del arroyo
de la Llanada y Manolo había encontrado un par de tracks de extranjeros, sin
indicación alguna.
El carrilillo lleva a un par de
casas rurales, las hemos atravesado y enseguida la senda terminaba. Ese no era
el camino. Hemos vuelto atrás y frente a la primera casa rural, al sur, subían
unas escaleras, las hemos seguido y hemos llegado al camino de servicio de una
acequia. Ese era nuestro camino, la acequia.
Entramos en las huertas, de
aguacates casi todas, con algún olivar, siguiendo la acequia que iba llana
cortando la empinadísima ladera izquierda del arroyo de la Llanada. Uno se hace
cruces de los lugares donde han sacado bancalillos de no más de 3 m de anchura.
Increíble que se cultive en esa pendiente.
La antigua acequia, como casi
todas, ha sido entubada con un muestrario de tuberías de PVC de distintos
tipos, de polietileno, corrugada y algún tramo de fibrocemento. La huella de la
acequia es estrecha y más se estrecha en un par de tramos donde atraviesa unos
tajos verticales. Allí hay que caminar despacio, cogidos de la roca, para
evitar caer al vacío. Pero esas zonas le dan un punto de aventura a la
caminata, con el arroyo cubierto de vegetación allá abajo.
La acequia riega esos
estrechísimos bancalillos que seguramente estarían dedicados a hortalizas dada
su cercanía del pueblo. Ahora el monocultivo es el aguacate. En un par de
puntos, de la acequia salen sendos carrilillos que suben a buscar la pista de Canillas
a Salares.
Mientras la ladera por la que
caminamos es un vergel, la de enfrente, la ladera derecha del arroyo, es un
erial. Atravesamos el barranco de la Cueva de Aznate, con su chorrillo de agua,
y enfrente del cortijo del Canalón la acequia termina en un azud en el arroyo.
Unas empinadas escaleras de hormigón suben hasta la pista Canillas-Salares que
hemos tomado hacia el norte, hacia la Fábrica de la Luz, pasando por la puerta
de la cantera.
Entretanto un nubarrón se había
puesto sobre la Fábrica soltando unas gotillas tan finas que el viento las
dispersaba. La amenaza de lluvia nos pareció pequeña.
De la Fábrica sale una senda para
subir al cerro de la Cueva del Agua. Creíamos que se tomaba al otro lado del
vado del arroyo, al comienzo del carril que lleva a los cortijos Manzano,
Turbilla y de las Parras y allí tomamos una senda siguiendo una acequia. Pronto
el paso se cerró con zarzas y hubimos de volver. Manolo sugirió entrar por el
río y, efectivamente, junto al edificio sin techo que fue la fábrica de la luz,
bajan unas escaleras al arroyo, comenzando al lado derecho del arroyo la senda.
Senda limpia, como las que recorrimos el miércoles anterior, que se encarama
con grandes zigzags por la ladera derecha del arroyo.
Poco a poco se va tomando
distancia con el arroyo, teniendo enfrente al enorme agujero de la cantera.
Finaliza la senda en la cresta de la Loma de los Llanos por donde va un carril
que viene del caserío de los Llanos y rodea el cerro de la Cueva del Agua. La
cueva era nuestro próximo objetivo. Para ir a ella todos hemos seguido por el
carril, excepto Ricardo que ha optado por crestear por el cortafuegos. Sabido
es que a Ricardo hay que dejarlo a su marcha.
El carril llega a un colladillo y
allí, a la derecha, un gran mojón marca la situación de la cueva. Ricardo ha
bajado de la cresta y el resto hemos subido para encontramos en el mojón,
llegar a la boca de la cueva y sentarnos al descanso del Ángelus.
De la cueva hemos bajado por el
cortafuegos a buscar la senda a Canillas que parte casi enfrente de la que
habíamos dejado desde la Fábrica de la Luz. Es una muy buena senda, con amplia
huella. No se ha limpiado, pero la vegetación la ha dejado bastante libre.
Atraviesa un hermoso pinar hozado por los jabalíes, como casi todos,
descendiendo con suavidad para encontrar el carril de los Llanos y justo
enfrente continuar pinar abajo descendiendo hacia el sur. Una sendita preciosa
que llega más abajo a la pista de Canillas a Salares, la atraviesa para
continuar descendiendo mientras, al frente, por entre los pinos, disfrutamos
del blanco caserío de Canillas, de la empinadísima ladera por la que hemos
transitado entre aguacates, y de los tajos que el arroyo ha labrado cerca de su
cauce.
Entre las adelfas que cubren el
lecho del arroyo un puentecillo nos lleva a la orilla izquierda, a la senda que
sube a Canillas. Pero antes, desde esa misma senda, hemos bajado a hacer una
visita al área recreativa de Fuente Santa, con una hermosa fuente con un gran
chorro de agua.
Hemos llegado a los coches en
Canillas un poco antes de las dos, cuando gran cantidad de padres esperaban a
sus hijos a la puerta de la escuela. Excursión marcada pues por el horario del
colegio.
En la Venta el Curro de Árchez
teníamos reserva para comer. Hemos encontrado a Manuel de Rincón y con gran
alegría le hemos dado un abrazo. No debería dejar pasar tanto tiempo sin venir
a vernos.
En al Venta, los chorizos,
morcilla, lomo y carnes de todo tipo, excelentes, además hechas al punto que
cada uno ha pedido, sin embargo, el servicio deja mucho que desear. Por las
carnes venimos a la Venta.
Día con más nubes que claros, muy
ventoso, con una ligera llovizna al llegar a la Fábrica que no ha llegado ni a
mojar la ropa. Excelente ambiente en la caminata y en la comida.
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