Participantes de Granada: Pili, Javier, Manolo Titos, Antonio Muñoz y Fini
Participantes de Málaga: Germán,
Paco Ruiz, Lucia, Manolo y Jesús
Distancia recorrida: 20 km
Desnivel acumulado: 1170 m
Desayuno en el bar Camelia, con buenas tostadas y algún café segundo; a 2,6€. Estos precios ya no se ven.
Del bar Camelia volvimos a la
plaza y por la calle Fuentes salimos del pueblo hacia el cementerio cruzando el
barranco del Pueblo, sin agua en este punto.
La excursión por la sierra del
Chaparral siempre es muy agradable y bonita, pero tiene dos tramos tediosos: la
salida del pueblo a la senda por el pie de la sierra y el regreso desde esa
senda por el pie de la sierra hasta Molvízar.
Tomamos el carril del cementerio
con resignación, con sus empinadas cuestas, su hormigón en los puntos más
conflictivos y los ladridos de los perros de las casas por las que pasamos, con
alguna ventolera fuerte. Estaban anunciadas rachas de viento de hasta 60 km/h y
temíamos que arriba, en la cresta, nos dificultara y estropeara el disfrute de
las vistas.
Al llegar al carril de arriba, el
que separa la zona de cultivos de la sierra, en la cañadita que se cruza,
habían limpiado las zarzas y dejado al descubierto una fuente con sus
escaleritas de bajada. Como es una zona húmeda, sino se limpia un par de veces
al año las zarzas volverán a tapar la fuente.
Al tomar la senda por el pie de
la sierra comienza la fiesta, la diversión, para el caminante porque la senda
tiene un excelente piso y está muy bien trazada, permitiendo disfrutar a placer
de la llanura costera, de Salobreña, de las casas de Molvízar y del azul del
mar. Y ese excelente tipo de senda era el que nos aguardaba en todo el
recorrido.
Paramos en el mirador del
barranco del Búho, donde han restituido un cartel informativo que estaba
ilegible. Vimos desde allí la situación de los cerros Vázquez y Espartinas y la
loma de la Cera.
Del mirador entramos en la cuesta
más fuerte y prolongada del recorrido. Pusimos a Titos en cabeza porque ha
pasado una mala temporada con su cadera y aún no la tiene recuperada del todo.
Manolo marcó un ritmo tranquilo pero constante, que nos permitió subir
continuando con las charlas, sin el agobio de otras veces que nos quedamos sin
resuello.
Parte de los granadinos y Germán
no conocían esta senda y al llegar a la cresta, cuando se abre el panorama al
norte, se quedaron extasiados con la hermosa vista de Guájares, sierra de Lújar
y sobre todo, la inmensa Sierra Nevada con el caballo, cerrillo Redondo y el Mulhacén
con su capucha blanca de nieve
Se nos había hecho la hora del
Ángelus y en el primer recoveco que nos protegía del viento hicimos la
consabida paradita. Los granadinos nos obsequiaron con carne de membrillo
recién hecha y con torta de azúcar tiernecita.
Por la Cuerda de los Jarales
continuamos disfrutando de esas vistas únicas a sur y a norte. En la Ventana de
los Guájares hicimos la tradicional parada y sesión de fotos y poco más
adelante llegamos al mirador del Minchar, el punto más alto de la cresta, donde
se abre el panorama al oeste y desde donde divisamos trocitos de senda por el
barranco del Minchar.
En el collado del Minchar dejamos
a la izquierda la ruta corta de regreso a Molvízar y entramos en esa senda de
montañero que sube a pecho el primer cerrillo para llegar al llanillo donde
terminan las calizas y comienzan los esquistos. Comienza también una vegetación
más tupida y los cultivos de viña principalmente.
Apechugamos con el carrilillo
hormigonado que une el primer cortijillo con el segundo y ya arriba comenzó a
oírse un ruido de motor. Creímos sería de algún helicóptero, pero al poco
descubrimos que provenía de un tractor de cadenas que estaba haciendo unos
bancalillos en antiguas viñas y terrenos incultos. Asignamos esa iniciativa a
Bodegas Calvente, aunque sin otra base que nuestra imaginación.
Nos acercamos a saludar al
vértice geodésico de la Guindalera y retornamos para iniciar el descenso como
si fuéramos a Guájar Bajo. Un compañero de trabajo había informado a Javier de
la existencia de un castaño centenario, el castaño de Jurite, allí cerca y
queríamos visitarlo.
Del carril principal tomamos a la
izquierda el que baja a los derruidos cortijos de Jurite y por un carrilillo al
este llegamos al magnífico, extraordinario, castaño de Jurite. Es un ejemplar
enorme, con el troncazo bastante alto y adornado con una corteza romboidea. No
es demasiado alto y tiene la particularidad de que sus ramas se han doblado
hacia el suelo, se han apoyado en él y han tornado otra vez hacia arriba, de
modo que de lejos parece como si fuera un árbol principal y otros menores a su
alrededor. ¡Tantas veces como hemos venido a la Guindalera y hemos pasado por
el carril a Guájar Bajo y no sabíamos de su existencia! Desde ahora se
convierte en visita obligada
Debajo del castaño era el lugar
ideal para comer, pero el viento, aunque no muy fuerte, nos hizo desistir y
buscar abrigo en un carasol del cortijo de Jurite. Nos acomodamos, los más
viejos soportando la pared del cortijo, y comenzaron los aperitivos con
langostinos, ensalada de aguacate y pepino, chorizo y cecina de León, y
morcilla granadina, que tuvieron como acompañamiento un Albariño fresquito.
Pasaron después un par de tortillas, pasta con tomate y bonito con mayonesa
seguidas sin solución de continuidad por las carnes: costilla de cerdo, lomo a
la sal, filetillos tiernos y quizá alguna cosa que olvido. Unos buenos tintos
de Toro y Somontano acompañaron al condumio. Vino después el queso y de postre
arándanos con chocolate, chocolate crujiente, té de la sierra y orujito blanco.
Magnífica comida, demasiada, porque sobró de todo. No nos acostumbramos a que
todo el mundo trae algo, de modo que las raciones deben ser pequeñas, para uno,
no pensando en que vamos a alimentar al resto del grupo.
Por detrás del cortijo de Jurite
parte un carril atravesando uno de los viñedos de Calvente. Equivocadamente
entramos por él y Antonio nos tuvo que sacar campo a través hasta el carril
correcto que iba unos metros más abajo. Teníamos que haber bajado un poco del
cortijo de Jurite para tomar este carril que es continuación del que bajamos
hasta el cortijo.
El carril nos llevó al collado
donde se cruzan los carriles al sur, Ítrabo y Molvízar, y al norte, los
Guájares. Tomamos el del sur para, un poco más abajo, dejar el principal que
baja al Nacimiento y tomar el que asciende un poco al sur y baja luego por la
ladera derecha del barranco del Pueblo. Cuanto más baja el carrilillo más
estropeado está arroyado por las aguas, por eso, al llegar a la senda, se
agradece la mejora del piso hasta el cercano carril de la base de la sierra
donde desemboca a la altura del mirador de las Minas.
Como quedaba poca luz decidimos
buscar el carril de las minas a Molvízar en vez de la senda por el barranco del
Pueblo que nos gusta más, pero temíamos que fuese más dificultosa con poca luz.
Molvízar nos recibió con sus luces encendidas y una fuente para saciar la sed. Pero la fuente no fue suficiente porque al pasar por el bar Camelia entramos a por un refresco que el dueño del bar acompañó con unas buenas tapas de callos, calentitos, con su pringá, y garbanzos finísimos. Exquisita tapa para acompañar las cervezas y refrescos. Este bar Camelia nos recibe y nos despide de Molvízar. Y lo seguirá haciendo porque nos pone buenas cosas a precios más que razonables.
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