Participantes: Pilar, Paco
Ponferrada, Miguel González, Lucía, Manolo, Antonio Usieto, Lola, Lily, Paco
Zambrana y Jesús.
Distancia recorrida: 15,2 km
Desnivel acumulado: 855 m
Desayuno en el bar Carlos de Caleta. Amabilidad, rapidez, pan regular, a unos 3€.
Un recorrido con algunos tramos
novedosos. Todavía quedan investigaciones por hacer y cuando se proponen el
personal las mira con recelo por las dificultades que suelen aparecer.
Partimos de la Fábrica de la Luz
atacando la fuerte subida al carril de Puerto Blanquillo, en una mañana con
temperatura muy suave, demasiado alta para la época, sin viento, con nubes y
claros. Antonio comandaba la expedición y, para suavizar el repecho, paraba de
vez en cuando sacando algún tema de conversación. Sea por la estratagema, sea
porque veníamos con fuerza, subimos la primera parte del recorrido casi sin
enterarnos, cambiando el murmullo del río de la Cueva en el principio de la
subida por el ruido de máquinas de la cantera en la parte más alta.
Habíamos hecho la primera de las
subidas fuertes y el carril de Puerto Blanquillo nos vino al pelo para
relajarnos, conversar y descansar las piernas.
La fuente Borriquero manaba un
buen chorro de agua que más de uno probamos. Y desde la fuente comenzamos la
segunda subida importante: la subida al collado Borriquero. Otras veces hemos
sufrido los pinchazos de las zarzas y aulagas en la umbría de la fuente de
Borriquero, en cambio esta vez encontramos la senda limpia, amplia, tal como la
prepararon para alguna carrera de montaña. Sube la senda muy empinada al
principio, se relaja después y otra vez se pone difícil al llegar junto al
cortafuegos de la loma de la Gancha.
El cortafuegos va casi llano en
ese tramo y de él parte el tramo de senda al collado Borriquero, senda muy bien
trazada, con pendiente uniforme y relativamente suave hasta el collado, con el
atractivo de caminar bajo los enormes tajos del cerro Atalaya.
En el collado tomamos al sur, por
el este de la Atalaya, continuando por senda limpia, novedosa para algunos, aunque
esta senda no tiene traza de ser antigua, sino hecha por los caminantes. Disfrutamos
de un espectáculo único: el valle del Patamalara estaba lleno de niebla que
trataba de difundirse al limpio valle del río de la Cueva, mandando girones de
niebla por encima de las crestas. Preciosa estampa que se tradujo en multitud
de fotografías.
Pasamos por el oeste del tajo
Ramón para llegar al collado Cavila donde principiamos la senda de los Arrieros
hacia el noreste. Principio corto porque en la venta María Dolores hicimos la
paradita del Ángelus con vistas a la ondulante niebla.
Retomamos la senda de los
Arrieros hasta encontrar la senda hacia el carril de la Mina. Este tramo de
senda era nuevo para todos. Comenzamos el descenso a lo largo de la loma de
Lucas con un poco de temor, sin embargo, la traza de la senda estaba clara, bastante
limpia de maleza, con solo algunos tramos empinados. Encontramos una enorme
calera, bien conservada, bajo el cerrillo de la Calera, cerrillo que concitó
las ansias de cumbre de parte del grupo que se había quedado con la miel en los
labios por no subir a la Atalaya. Este grupillo subió al cerro y ya todos nos
reagrupamos en el carril de la Mina. La sendita continúa debajo del carril,
hacia el barranco de Juan Rojo, pero se aplazó su investigación para otra
ocasión.
El carril de la Mina, como en su
momento el de Puerto Blanquillo, sirvió para caminar con relajo, charlando y
descansando las rodillas de la tensión de la bajada. Al llegar a la casa de la
Mina siempre llama la atención semejante caserón desocupado. Las inversiones de
la Junta de Andalucía en el tema del turismo rural han tenido poco éxito en
general.
A continuación del caserón, junto
a una torreta de la luz, parte la subida hacia cerro Gavilán, otro tramo de
senda nueva para algunos. Subida fuerte, con una senda de poca huella que
además había sido arroyada en numerosos puntos, por una ladera quemada
recientemente, en el verano de 2022. No es una senda atractiva, pero la única
que nos devolvía al collado de Vuelta Grande al pie del cerro Gavilán.
Discutimos sobre aprovechar el collado como restaurante. La niebla que nos
rodeaba no era lo más atractivo y decidimos buscar un lugar más soleado.
Lo encontramos en el collado
Cavila donde el sol nos calentaba, dispuestos en un par de hileras. Aperitivo
con deliciosas gambas, chacinas variadas y boquerones en vinagre, siguió
después una rica ensalada, tortilla de gambas y champiñón, calamares rebozados,
jibia en salsa y sardinillas en aceite; vinieron luego las carnes con
filetillos tiernos, carne con setas y solomillo con ajitos. Quedaban aún los
quesos; al menos tres salieron a pasear. Para beber un Ribera, un Rioja y uno
de Mallorca muy bueno. Un ágape de los buenos contemplando el verde valle del
río de la Cueva y la sucesión de montañas al oeste.
Bajamos por el carril que desde
el collado Cavila va al de Puerto Blanquillo por la cuesta Cavila, retomamos el
carril de Puerto Blanquillo y lo abandonamos poco más allá de la casilla de
Buenavista, en el principio de la senda a la Fábrica de la Luz que nos devolvió
a los coches.
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