Participantes: Miguel de
Alhaurín, Pili, Paco Ponferrada, Rafa, Miguel Gonzalez, Lily, Lucía, Manolo,
Antonio Usieto y Jesús
Distancia recorrida: 13,5 km
Desnivel acumulado: 980 m
Desayuno en el bar La Churrería de Canillas. Pan regular, con aceite, tomate y jamón; los churros no estaban aún listos. Lily tuvo la deferencia de invitarnos por su cumpleaños. ¡¡¡FELICIDADES Y MUCHAS GRACIAS!!!
Parece mentira que después de
tantos años recorriendo la Tejeda-Almijara aún haya sendillas no recorridas. Y
en la cara sur de la montaña, la más cercana a nosotros. Esto ocurría con la
sendilla que baja desde la Fuente de la Rávita a las Rahiges. Claro, había que
subsanar esta deficiencia y hoy se ha hecho.
Partimos de Canillas por esa
calle tan empinada que sube desde la carretera al cementerio, Carretera de los
Picachos parece ser el nombre de la callecita, con la respiración entrecortada
por el esfuerzo, dificultando las charlas matutinas. Pasamos por el cementerio,
por el campo de fútbol antiguo y un poco más arriba abandonamos el carril para
tomar la senda al collado del Mirador de los Castillejos donde nos reagrupamos
contemplando la vista del blanco Canillas allá abajo contrastando con la oscura
cordillerita que forman los cerros Beas y Benthomiz.
En el collado pegaba fuerte el
viento, por eso lo abandonamos pronto para entrar en la senda por debajo del
Peñón Grande donde estábamos más protegidos del vendaval, no obstante, en una
paradita de reagrupamiento, tuvimos que buscar la protección de un roquedo. Más
arriba, en la casetilla donde se unen senda y carril, al abrigo de la
casetilla, descansamos unos minutos.
Al tomar el desvío del carril
hacia La Maroma parlamentamos un poquito sobre tomar el camino a Los Charcones,
más largo y con mayor desnivel, o subir al Peñón Grande para llegar a La
Rávita, porque a Pili le había sentado mal el desayuno e iba un poquito
renqueante. Pili se sintió valiente y enfilamos todos la senda a los Charcones
para pasar por el inútil puente sobre el barranco del Cabrito, nunca lleva
agua, y tomar la subida a la loma de la Cueva del Agua, un modelo de senda con
buen piso y pendiente constante.
En la cresta de la loma de la
Cueva del Agua dejamos el valle del barranco del Cabrito para entrar en el de
la Cueva del Agua, barranco que, más abajo, al recoger al del Cabrito, se
convierte en el barranco de los Tajos Lisos. El barranco de la Cueva del Agua
llevaba un buen chorro de agua cuyo rumor nos llegaba a la senda y nos hizo
bajar hasta el puente para ver fluir esa agua tan escasa en estas sierras.
Emprendimos la subida al collado
de Los Charcones con ritmo suave pero constante, disfrutando de las vistas al
barranco de la Cueva del Agua, por una senda afortunadamente arreglada gracias
a las carreras de montaña, llevando a la derecha los tajos de la loma de Los
Charcones.
En el collado buscamos un abrigo
al sol e hicimos la paradita del Ángelus. Desde allí ya todo era descenso,
aunque quedaba por explorar la senda a las Rahiges. La fuente de los Charcones
echaba un bonito chorro de agua que alguno probó. Debajo del collado de la
Gitana, por la zona de las Hazas, la senda se aparta de la protección del cerro
del Peñón Grande y de nuevo el viento soplaba muy fuerte, tanto que más de uno
estuvimos a punto de caer. Esta senda, que es principal, está muy mal
conservada, arroyada por el agua y con muchísima piedra. De poco sirve
pertenecer al Parque Natural.
En la Fuente de la Rávita hubo
conciliábulo para decidir por donde bajábamos. Manolo llevaba un par de tracks
y Lily dijo que había subido desde el puente del Saltillo por una sendita que
salía junto a la cueva de La Rávita. Por allí indicaba también uno de los
tracks de Manolo y allí encontramos el principio de la sendita por la que nos
internamos.
La bajada era pendiente, pero
siguiendo la traza de la sendita la llevábamos bien. En algunos puntos se
perdía, pero pronto la recuperábamos. Va la senda a buscar la cresta del cerro
de Juan Zamora, por una bonita zona de pino y roquedal, para luego girar al
este, hasta otro lomo por el que desciende. Ya cerca de la senda del Saltillo
perdimos la traza y monte a través, salvando los múltiples pedregales, llegamos
a la caseta de la senda del Saltillo.
Cerca de la caseta, bajo unos
hermosos pinos, encontramos nuestro restaurante, puestos más bien en hilera,
aprovechando un murete. Tuvimos jamón, cecina, chorizos, tocinillo y piparras de
aperitivo, luego una rica ensalada, un par de tortillas, pollo, codornices en
escabeche, carne con setas y filetillos tiernos. Fue el día de los quesos, al
menos 4 distintos salieron y se tomaron. Para terminar una deliciosa batata y
chocolate con una taza de té bautizada con orujo. En cuanto a los vinos,
tuvimos Bierzo, Alentejo, Rioja, Toro, y aún sobró una botella.
Parte del personal creía que
volveríamos a Canillas por la cómoda senda del saltillo, pero no: quedaba aún
bajar a las Rahiges. La senda de bajada está bastante marcada, aunque muy
estropeada por el agua y por la enorme pendiente que tiene casi constantemente.
Descendimos despacio primero porque las piernas se habían enfriado en la parada
de la comida y segundo porque teníamos que bajar todo lo que habíamos metido en
el estómago.
En la carretera nos reagrupamos.
Se propuso ir al puerto de Sedella para tomar la senda y camino antiguo a
Canillas, pero el personal se rebeló diciendo que ya había bastante por hoy,
que carretera a Canillas. Estábamos aún principiando la carretera, cerca de las
Rahiges, cuando Manolo y Jesús vieron una sendilla que bajaba al Almanchares.
Nadie quiso saber nada de bajar por ella, sólo Manolo y Jesús la exploraron
bajando hasta el río, cerca del molino. Allí se perdía la senda entre las
zarzas. No había nada que hacer. Dieron media vuelta y a Canillas por la
carretera.
En el bar Andalucía tomamos unos
refrescos y cada mochuelo a su olivo.
Día con muy buena temperatura. Hubiéramos ido todo el tiempo de manga corta a no ser por el endiablado vendaval. Un excelente día a pesar de las exploraciones que casi siempre resultan complicadillas.
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