Participantes:
Antonio Muñoz, Fini, Luis, Blas, Pilar, Paco Ponferrada, Miguel Gonzalez, Paco
Hernando, Lucía, Manolo, Paco Zambrana, Lola, Lily, Antonio de Fornes, Antonio
Usieto y Jesús.
Distancia
recorrida: 16 Km
Desnivel acumulado: 805 m
Desayuno en La Zubia, cafetería Dori. Malos churros y mal pan, no se entiende que esté tan aparroquiada.
Del
collado Sevilla salimos hacia la presa del canal disfrutando de esas vistas
maravillosas de los agrestes Alayos, en su ladera norte cubierta de pinos. La
mañana estaba fresquita, aunque sin viento, y a poco de comenzar el sol
calentaba y el personal comenzó a quitarse capas. A pesar de la sequía el
sonido del río llegaba potente a la senda, sobre todo una vez rebasado el
barranco del Búho.
Para
pasar el Dílar en la caseta de las tajaderas hay que aprovechar un tronco y un pasamanos,
junto con un palo largo para llegar al pasamanos. Con más o menos titubeos y
más o menos risas toda la comitiva pasamos sin incidentes.
Al
cruzar el río hay que ir inmediatamente a la derecha, cerca del cauce. Allí
nace la senda, entre zarzas y espinos, que está bastante bien conservada en
toda la Cuesta del Pino. Subimos despacio, a ritmo de abueletes, por ese
umbrío, precioso bosque de pino silvestre, entremezclado con alguna encina y
arce de Granada, evitando los pinchazos de los majuelos.
A
media cuesta detuvimos a Antonio para que nos contara algo de la larga cuesta.
Nos explicó que era una vereda tradicional entre Monachil y Dúrcal en la que
sólo había un pino, de ahí su nombre. Con el descanso de la explicación
recuperamos fuerzas para gastarlas seguidamente en la ascensión.
Cuando
la cuesta y el pinar terminaron paramos a hacer el Ángelus, disfrutando del
panorama abierto al valle del Dílar, delimitado por las enormes lomas de Dílar
y Dúrcal. Poco más adelante dejamos la senda al collado del Espinar y tomamos a
la izquierda la sendita al río Dílar. Entra la sendita por unos curiosos
roquedos, con un pétreo centinela, y continúa por todo el precioso robledal de
la Dehesa de Dílar, con vistas a la cantera de serpentina. La sendita está cada
vez más perdida y si no nos hubiera guiado Antonio dudo que la hubiéramos
seguido aun llevando el track en el GPS.
Cruzamos
de nuevo el Dílar, esta vez por el puente, con un gran caudal, para
enfrentarnos al repecho de la subida al collado Chaquetas. Quizá esta subida
sea la parte más fea del recorrido. Tiene como curiosidad el aljibe de agua y
el horno sobre él. No sabemos qué beneficiarían en ese horno.
En
el collado Chaquetas paramos a almorzar, en la ladera, al sol, rodeados de una
buena vacada, con excelentes gambas, unas muy buenas ensaladas, chacinas,
revuelto de ajos y gambas, atún de almadraba, y un sinfín de carnes cocinadas
de diferentes maneras. Cervezas frescas, 5 botellitas de vino porque se había
quedado alguna en los coches, tes y orujos variados.
Con
la parte más dura de la excursión ya realizada tomamos el carril hacia Aguas
Blanquillas, al pie del Trevenque, donde dejamos el carril que continúa hacia
el cortijo Rosales y el Dílar, para tomar la senda que rodea el Trevenque por
el suroeste hasta llegar al barranco del Búho con su inmenso arenal. Otras
veces este arenal nos ofrece algunas curiosas flores. Hoy no, nada había
florecido aún.
Dejamos
el arenal para subir al mirador del Trevenque donde nos reagrupamos e hicimos
alguna foto con el Trevenque ahí al lado y el manto blanco de la sierra detrás.
Poco quedaba hasta los coches, pero aún disfrutamos de los perfiles de las
montañas recortados hacia el oeste, entre brumas, con nuestra querida Almijara
al fondo.
Día
estupendo, con sol pero sin calor, sin viento, por unos entornos maravillosos.
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