Participantes: Luis, Blas, Miguel
de Alhaurín, Pili, Paco Ponferrada, Enrique, Paco Hernando, Lily, Victoria,
Antonio Usieto, Antonio Jiménez, Antonio de Fornes, Manolo y Jesús.
Distancia recorrida: 15 km.
Desnivel acumulado: 950 m.
Desayuno en la gasolinera de Nerja a las 8h. Excelente ubicación, buen servicio, mal pan, mal café y caro, a 4€.
Bienvenidos Victoria y Enrique. ¡Cuánto tiempo llevabais sin salir con el grupo! No lo dejéis tanto porque aportáis mucho al grupo.
A las 9 comenzábamos la caminata
por el cauce del barranco del Acebuchal, ese cauce arenoso, uniforme,
suavemente ascendente, rodeado de pinos carrascos, y constreñido en algunas
partes por tajos pétreos. Disfrutamos de ese entorno tan agradable, con alguna
zona de bosque de adelfas, carrizo y zarzas mantenidas a raya, sobre todo en la
zona más húmeda poco antes de salir al carril de Páez Blanca.
Dejamos a un lado las ruinas de
Venta Cebollero y por el barranco Cebollero nos internamos para tomar la
sendita que sube a la pista entre los puertos Páez Blanca y Blanquillo. Esta
sendita sube bastante empinada, estrechita, constreñida por la vegetación, fue
un anuncio de lo que iba a ser norma en la caminata de hoy. Con la cuesta
comenzamos a sudar y fueron sobrando capas de abrigo porque el día se
presentaba muy agradable de temperatura.
Alcanzada la pista la tomamos a
la izquierda, oeste, un breve trecho, hasta llegar a barranco Hondo donde están
los hitos de comienzo de la senda al collado de los Civiles, nuestra senda para
ir primero al cerro Panizo y después al collado de los Civiles.
La senda está poco marcada, en
cambio tiene abundantes hitos de piedras que ayudan muchísimo a no perderla,
sobre todo en esta primera parte donde el barranco Hondo es más llano. No
esperábamos una senda tan clara y limpia de vegetación.
Sigue la senda siempre la cañada
principal, la de barranco Hondo, subiendo fuertemente al norte, por el
pedregoso cauce. La cuestecilla se hizo notar porque el pelotón de caminantes
se estiró mucho aunque, de vez en cuando, se paraba para reagrupamiento. Más
arriba la senda da un giro al oeste, se suaviza y se abre la vista al sur,
hacia el valle recorrido y a los cerros del Venado, de Calixto, y sobre todo al
enorme Fuerte de Frigiliana.
La senda se aproxima a la cresta
que baja al sur, hacia el colmenar de Camacho, desde el enhiesto cerro Panizo.
Por esos andurriales bajaba un rebañillo de cabras jóvenes como si caminasen
por llano, y por allí la senda entra en una muy bonita y agreste zona con
grandes peñascos a uno y otro lado, hasta dar vista al noroeste.
La senda va rodeando el altivo
cerro Panizo hacia el collado de los Civiles. A la altura de unos peñascos hay
que dejarla y trepar con dificultad, entre las rocas y las aulagas, para
alcanzar la pétrea cima del Panizo. Las vistas hacia los cuatro puntos cardinales
pagan con creces el esfuerzo de la subida. La sensación es que estás viendo
todo el sur de la Almijara, desde la cresta superior en el Lucero hasta el mar,
y desde el Cisne y Navachica hasta el pico de la Tejeda. Excelente mirador.
Vueltos de nuevo a la senda hemos
entrado en uno de los dos tramos más difíciles del recorrido. La ladera norte
del Panizo y la aproximación al collado de los Civiles tiene un suelo profundo
y humedad lo que propicia un tupido matorral de romero y aulaga, impenetrable
como no sea por la trochilla que marca la sendita que hemos tratado de no
perder. Con pinchazos sin cuento y tropezones en los troncos de la maleza hemos
progresado despacio, primero hasta un llanillo y luego hasta un colladito
anterior al de los civiles. En ese colladillo el suelo cambia a dolomía y a
partir de ahí la maleza ha dejado de ser un problema.
Del collado de los Civiles hemos
bajado hacia el cortijo del Mirlo. En ese tramo nos hemos topado con un par de
jóvenes caminantes extranjeros que parecían conocer a dónde se encaminaban.
Debajo del cortijo del Mirlo hemos tenido la segunda dificultad importante. Es
una zona que rezuma agua y las cañas, el carrizo, las zarzas y las adelfas
dificultan mucho el paso hasta la pista del Daire, a la altura del arroyo
Zarzalillo, que traía su constante chorro de agua.
En la fuente que el barranco del
Mirlo tiene al llegar a la pista del Daire paramos a almorzar. Frescas cervezas
y vinos en cantidad para pasar unos aperitivos a base de chacina, gambas y
delicioso bonito en adobo. Vino después la ensalada, ensaladilla, los guisantes
con huevo y el pulpo con pisto, y más adelante las carnes de pollo, filetillos
tiernos, albóndigas y más cosas que olvido. Deliciosos quesos, una exquisita
tarta de manzana y unos bomboncitos de San Valentín. Tés y orujos. ¿Qué más se
puede pedir?
Quedaba por recorrer el largo
trozo de pista hasta el puerto de Páez Blanca. En él hemos tomado el carrilillo
que rodea el cerro Verde por el oeste para tomar luego la senda al collado
Panduro, entre los cerros Verde y Panduro, que termina en el Acebuchal al lado
de la iglesita.
En el trayecto a los coches hemos
pasado por el bar del Acebuchal. Como aún estaba abierto hemos tomado unas
ricas cervezas que nos han sabido a gloria.
Un maravilloso día, sin viento,
un poquito nublado, con temperatura primaveral, y un recorrido exigente pero
muy bonito por las vistas.
Recordar, una vez más, la
necesidad de caminar en grupo si salimos en grupo. Si nos separamos creamos
inquietud y desasosiego. No sirve de nada ir deprisa porque el grupo camina al
ritmo de los más lentos.
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