jueves, 29 de febrero de 2024

MIÉRCOLES 28 DE FEBRERO 2024: ALHAURÍN DE LA TORRE - TORREMOLINOS

Participantes: Miguel de Alhaurín, Pili, Paco Ponferrada, Paco Zambrana, Lily, Manolo, Antonio de Fornes, Ricardo y Jesús

Distancia recorrida: 12,8 km

Desnivel acumulado: 900 m

Desayuno: Bar el Limonero en el polígono industrial de Alhaurín. Un buen pitufo con aceite y buen jamón, a 3€.

El recorrido de hoy era por los predios de Miguel, así que Miguel dirigió la caminata. Para empezar cambiamos el lugar de salida del arroyo Zambrano, el de siempre, al final de la calle Camino Tomillar, en los últimos chalets de la calle. Allí mismo dejamos el asfalto para entrar en una senda por la orilla izquierda del arroyo Canuto que nos fue metiendo en el valle por una subidita muy suave hasta que cambiamos a la vertiente derecha para subir por el lomo que lleva a los tajos de Juan Borrico en la separación de los valles Zambrano y Canuto.

Era un acceso nuevo a la sierra para todos excepto para Miguel, que proporciona unas excelentes vistas del embudo montañoso en la cabecera del arroyo Canuto. Rodeamos una parte de los tajos para encontrar la sendilla que baja al arroyo Zambrano, pero antes de continuar por ella subimos a una plataforma rocosa en los tajos de Juan Borrico a la altura de la cueva del Muñeco desde donde hay una panorámica excelente de Alhaurín, el valle del Guadalhorce, la sierra de Cártama y, debajo de nuestros pies, la hoya del arroyo del Canuto y los curiosos tajos de Juan Borrico. El acceso a este mirador no es precisamente un camino fácil, pero merece la pena.

La sendilla de bajada al arroyo Zambrano está poco marcada. Como nos llevaba Miguel no prestamos mayor atención, pero para hacer el recorrido sin él hay que llevar el track en el GPS.

La senda por el Zambrano en día de fiesta está concurridísima, con aficionados domingueros que suben a trancas y barrancas y con corredores, en cambio cuando bajamos desde puerto Canuto por el valle del barranco de la Cueva de la Higuera no nos encontramos a nadie. Ese valle no se repobló en su día porque era propiedad privada y, aunque ha criado un denso matorral, se echa en falta la protección del pinar.

Dejamos a la derecha los manantiales de la fuente de los Helechos, debajo del tajo del Loro, y la fuente del Cañuelo. De esta fuente tomaba Domingo el agua para su huerta, pero con la sequía de estos años se ha secado y ha tenido que recurrir a la de los Helechos. Pasamos a hacer una visita a Domingo, no estaba en su huerta y allí le dejamos una botella de vino que llevábamos como presente.

Pasamos por el cementerio de coches de Torremolinos y en los primeros pinos de la senda después de pasarlo nos detuvimos al Ángelus, más que por comer por descansar, ya que los pitufos del Limonar habían sido contundentes.

Subimos por la cañada entre los cerrillos Redondo y del Toril para salir al arroyo del Pedregal que cruzamos y, siguiendo el cortafuegos, llegar al borde de la cantera que parece estar en recuperación y a la vez en explotación.

Decidimos subir la cordillera por el arroyo Blanquillo. Va la senda por el borde de la cantera hasta entrar en el lecho del Blanquillo, y por el lecho sube sobrepasando los gaviones y presitas hechas en el arroyo para evitar avenidas, entre las lomas de la Rozá a la izquierda y de la Cantera a la derecha. Sale la senda del lecho a la loma de la Cantera y más arriba, poco antes del puerto, cruza la cañadita para llegar al puerto Blanquillo.

Aquí todo es Blanquillo. El arroyo por el que hemos subido, el puerto, y el arroyo por el que bajamos. Este de bajada es muy empinado al principio y está completamente erosionado por las bicicletas; hay que descender despacio para evitar caídas. La senda de subida y esta de bajada es la antigua vereda de Alhaurín a Arroyo de la Miel.

Más abajo nuestra senda desemboca en otra más importante a juzgar por su uso, la que sube al puerto del Viento por el arroyo del Tronconal, y por ella seguimos hacia el norte, descendiendo.

Llegaba la hora del almuerzo. En un rellanillo abrigoso nos detuvimos, le dimos una vuelta y no, no cumplía con las exigencias de un buen restaurante. Miguel se detuvo en otro llanillo donde habíamos almorzado otras veces, pero lo vimos demasiado ventoso y finalmente, en unos bancalillos soleados nos sentamos. Hubo algunas cosas dignas de mención, comenzando por un Montilla de Pérez Barquero, fresquito, que acompañó a los aperitivos de chacina de León, salchichón, chorizo, salchicha de Granada y mojama. De primero salieron ensalada, alcachofas, acelgas y ensaladilla que pasamos con un Riesling de Alsacia fresco. Vinieron después los platos fuertes de tortilla, filetillos tiernos y lomo con ajos, adobados con un Bancal granadino y un Monastrell, que sirvieron también para los quesos. Finalizamos con tés y orujos variados. ¿No es este menú digno de un cinco tenedores?

Continuamos la caminata descendiendo un poco más y luego ascendiendo a una crestita, no sin protestas del personal, para llegar a la parte alta de un olivar poblado de numerosos pedregales con unas vistas extraordinarias sobre Alhaurín y la bahía de Málaga. Estas vistas acallaron las protestas y se dio por buena la subidilla.

Entramos en la urbanización Fuensanguina por la calle Fandango, rodeamos unas parcelas valladas y llegamos sin más al camino Tomillares justo donde teníamos los coches.

Día que esperábamos muy ventoso, pero que debido a los valles y los pinos no notamos el viento, soleado, con temperatura primaveral, en el que Miguel nos descubrió nuevos rincones de esta preciosa sierra.

La Ruta


Alhaurín
Bajando hacia Torremolinos


La cantera











Málaga, el Lucero y Sierra Nevada

De regreso a los coches






jueves, 22 de febrero de 2024

MIÉRCOLES 21 DE FEBRERO DE 2024: ESCARIHUELA DE PANJUILA

 Participantes: Fini, Antonio Muñoz, Pili, Paco Ponferrada, Paco Zambrana, Lily, Carlos, Manolo, Paco Hernando, Antonio de Fornes, Antonio Usieto y Jesús

Distancia recorrida: 13,2 km

Desnivel acumulado: 720 m

Desayuno en el Puerta Nazarí de Órgiva. Buen pan, buen jamón, buen servicio hoy, a 3,3€. Un sitio conocido y recomendable.

Hemos hecho multitud de veces el recorrido de hoy y siempre hemos salido satisfechos. Por eso repetimos, porque es un recorrido precioso.

Comenzamos por atravesar Mecinilla, con uno de los caseríos más bonitos y típicos de la Alpujarra. Sus tinaos, sus flores, sus callecitas con mil vericuetos, la blancura de las casas, no de todas, porque a raíz de la lluvia de barro de hace dos años las deshabitadas están de color de tierra, son únicos y auténticos. Mecina e incluso Fondales no son tan bonitos.

La senda entre Mecina y Fondales, pasando entre las huertas, entre los muros que las protegen y les sirven de sujeción a veces, con las múltiples acequias que la atraviesan, empedrada como estaba, es deliciosa, recoleta y verde.

La llegada al Trevélez, anunciada previamente por el rugir de sus aguas en los cahorros, entre manantiales amarillos del azufre, sauces en flor y fresnos apuntando sus primeras hojuelas, con el viejo molino a la vera del puente, es simplemente preciosa.

Como preciosa es la senda por la vertiente izquierda del Trevélez, primero a lo largo del río y después trepando por esa sorprendente escarihuela de Medina, con sus innumerables zigzags. Además, la senda está cuidada, limpia.

El aljibe Campuzano siempre merece una visita, sobre todo por su antigüedad, como un tributo a los siglos que ha estado dando de beber a pastores, agricultores y arrieros.

El trayecto por la pista de cerro Corona que podría ser más tedioso está animado por las vistas sobre la ladera sur de Sierra Nevada y las manchas blancas de los pueblecillos: Pitres, Pórtugos, Mecina, Mecinilla, Fondales, Ferreirola, Atalbéitar y Bérchules, todos recostados en esa ladera suave, comparada con la casi vertical de la margen izquierda del Trevélez. Y hay que añadir el encinar y pinar que sombrean la pista.

En el cortijo Panjuila hemos saludado a la acequia Real de Almegíjar, en época de invierno sin agua, un ejemplo de trasvase de agua de una cuenca a otra, de la del Trevélez a la del Guadalfeo.

La vista desde los Baños de Panjuila al norte, al río Trevélez allá abajo y a su molino, es sobrecogedora por su verticalidad. Parece impensable que una sendilla pueda salvar esa pendiente de casi 90º, pero ahí está la escarihuela de Panjuila para demostrarlo, la más vertical de todas las escarihuelas, aunque muy descuidada. Este precioso y único legado del pasado bien merece una reparación para que lo disfruten las generaciones venideras. Inolvidable escarihuela.

El puente sobre el Trevélez es un enorme pedrusco, relleno de tierra y colonizado por la vegetación. Al lado, otro viejo molino que se ha convertido en nuestro restaurante cuando hacemos esta ruta.

Entre las paredes del molino nos hemos acomodado, unos al sol y los más a la sombra, para dar comienzo a esa celebración, a ese ritual, en el que se han convertido nuestros almuerzos. Chacinas varias y un lomo excelente por su calidad y presentación han sido los aperitivos, acompañados de frescas cervezas y un rosado de Cigales, también fresquito. Ensalada, ajetes con gambas, tortillas de patata y berenjena, y pastel de atún han constituido los primeros platos, y pollo oriental, filetes tiernos, carne con pisto, lomo con ajos y alguna cosa más los segundos platos, acompañados por vinos de Toro, de Rioja y de Campo de Borja. Tés variados, orujos y de postre galletas de barquillo y nata, crujientes tejas y chocolate negro.

La cuestecilla para salir desde el molino a la altura de Ferreirola nos ha costado un buen esfuerzo, entendible por la comida ingerida. En la fuente anterior a Ferreirola nos hemos sentado a charlar, el personal no estaba por la labor de caminar mucho, por eso, en la fuente-lavadero de Ferreirola, hemos decidido tomar la carretera a Mecina en vez de la senda a Fondales.

Ni en Ferreirola ni en Mecina hemos encontrado dónde tomar una cerveza, por eso hemos parado en el Puerta Nazarí, en la terraza. Ha hecho un día primaveral por el calor y por la ausencia de viento y de nubes, pero en la terraza, al final de la cerveza, se ha levantado un viento fresco que nos ha echado, quizá preludio de la bajada de temperaturas anunciada para el fin de semana

Un día fenomenal. Para terminarlo tuvimos mercadillo. Paco y Pili repartieron naranjas que Paco había cogido el sábado pasado. ¡GRACIAS!