Participantes: Miguel de Alhaurín, Pili, Paco Ponferrada, Paco Zambrana, Lily, Manolo, Antonio de Fornes, Ricardo y Jesús
Distancia recorrida: 12,8 km
Desnivel acumulado: 900 m
Desayuno: Bar el Limonero en el polígono industrial de Alhaurín. Un buen pitufo con aceite y buen jamón, a 3€.
El recorrido de hoy era por los
predios de Miguel, así que Miguel dirigió la caminata. Para empezar cambiamos
el lugar de salida del arroyo Zambrano, el de siempre, al final de la calle
Camino Tomillar, en los últimos chalets de la calle. Allí mismo dejamos el
asfalto para entrar en una senda por la orilla izquierda del arroyo Canuto que
nos fue metiendo en el valle por una subidita muy suave hasta que cambiamos a
la vertiente derecha para subir por el lomo que lleva a los tajos de Juan
Borrico en la separación de los valles Zambrano y Canuto.
Era un acceso nuevo a la sierra
para todos excepto para Miguel, que proporciona unas excelentes vistas del
embudo montañoso en la cabecera del arroyo Canuto. Rodeamos una parte de los
tajos para encontrar la sendilla que baja al arroyo Zambrano, pero antes de
continuar por ella subimos a una plataforma rocosa en los tajos de Juan Borrico
a la altura de la cueva del Muñeco desde donde hay una panorámica excelente de
Alhaurín, el valle del Guadalhorce, la sierra de Cártama y, debajo de nuestros
pies, la hoya del arroyo del Canuto y los curiosos tajos de Juan Borrico. El
acceso a este mirador no es precisamente un camino fácil, pero merece la pena.
La sendilla de bajada al arroyo
Zambrano está poco marcada. Como nos llevaba Miguel no prestamos mayor
atención, pero para hacer el recorrido sin él hay que llevar el track en el
GPS.
La senda por el Zambrano en día
de fiesta está concurridísima, con aficionados domingueros que suben a trancas
y barrancas y con corredores, en cambio cuando bajamos desde puerto Canuto por
el valle del barranco de la Cueva de la Higuera no nos encontramos a nadie. Ese
valle no se repobló en su día porque era propiedad privada y, aunque ha criado
un denso matorral, se echa en falta la protección del pinar.
Dejamos a la derecha los
manantiales de la fuente de los Helechos, debajo del tajo del Loro, y la fuente
del Cañuelo. De esta fuente tomaba Domingo el agua para su huerta, pero con la
sequía de estos años se ha secado y ha tenido que recurrir a la de los
Helechos. Pasamos a hacer una visita a Domingo, no estaba en su huerta y allí
le dejamos una botella de vino que llevábamos como presente.
Pasamos por el cementerio de
coches de Torremolinos y en los primeros pinos de la senda después de pasarlo
nos detuvimos al Ángelus, más que por comer por descansar, ya que los pitufos
del Limonar habían sido contundentes.
Subimos por la cañada entre los
cerrillos Redondo y del Toril para salir al arroyo del Pedregal que cruzamos y,
siguiendo el cortafuegos, llegar al borde de la cantera que parece estar en
recuperación y a la vez en explotación.
Decidimos subir la cordillera por
el arroyo Blanquillo. Va la senda por el borde de la cantera hasta entrar en el
lecho del Blanquillo, y por el lecho sube sobrepasando los gaviones y presitas
hechas en el arroyo para evitar avenidas, entre las lomas de la Rozá a la
izquierda y de la Cantera a la derecha. Sale la senda del lecho a la loma de la
Cantera y más arriba, poco antes del puerto, cruza la cañadita para llegar al
puerto Blanquillo.
Aquí todo es Blanquillo. El
arroyo por el que hemos subido, el puerto, y el arroyo por el que bajamos. Este
de bajada es muy empinado al principio y está completamente erosionado por las
bicicletas; hay que descender despacio para evitar caídas. La senda de subida y
esta de bajada es la antigua vereda de Alhaurín a Arroyo de la Miel.
Más abajo nuestra senda desemboca
en otra más importante a juzgar por su uso, la que sube al puerto del Viento
por el arroyo del Tronconal, y por ella seguimos hacia el norte, descendiendo.
Llegaba la hora del almuerzo. En
un rellanillo abrigoso nos detuvimos, le dimos una vuelta y no, no cumplía con
las exigencias de un buen restaurante. Miguel se detuvo en otro llanillo donde
habíamos almorzado otras veces, pero lo vimos demasiado ventoso y finalmente,
en unos bancalillos soleados nos sentamos. Hubo algunas cosas dignas de
mención, comenzando por un Montilla de Pérez Barquero, fresquito, que acompañó
a los aperitivos de chacina de León, salchichón, chorizo, salchicha de Granada
y mojama. De primero salieron ensalada, alcachofas, acelgas y ensaladilla que
pasamos con un Riesling de Alsacia fresco. Vinieron después los platos fuertes
de tortilla, filetillos tiernos y lomo con ajos, adobados con un Bancal
granadino y un Monastrell, que sirvieron también para los quesos. Finalizamos
con tés y orujos variados. ¿No es este menú digno de un cinco tenedores?
Continuamos la caminata
descendiendo un poco más y luego ascendiendo a una crestita, no sin protestas
del personal, para llegar a la parte alta de un olivar poblado de numerosos
pedregales con unas vistas extraordinarias sobre Alhaurín y la bahía de Málaga.
Estas vistas acallaron las protestas y se dio por buena la subidilla.
Entramos en la urbanización
Fuensanguina por la calle Fandango, rodeamos unas parcelas valladas y llegamos
sin más al camino Tomillares justo donde teníamos los coches.
Día que esperábamos muy ventoso,
pero que debido a los valles y los pinos no notamos el viento, soleado, con
temperatura primaveral, en el que Miguel nos descubrió nuevos rincones de esta
preciosa sierra.