Participantes: Ángel, Pili, Paco Ponferrada, Manolo, Lucía, Miguel, Antonio de Fornes, Victoria, Lily, Ricardo, Antonio Usieto, Manuel de Rincón y Jesús
Distancia recorrida: 4,5 km
Desnivel acumulado: 220 m
Desayuno en el Fogón de las Nieves de Monda. Ya somos clientes porque ponen buen desayuno. Paco Ponferrada ha tenido el detalle de invitarnos al desayuno por su cumpleaños. FELICIDADES, PACO, y muchísimas gracias. Victoria también quería invitar por su cumpleaños, pero Paco se le ha adelantado; para otro día. Te lo recordaremos.
Hoy era día de jolgorio, de
comida de hermandad que suele decirse. Ángel nos había invitado a un arroz en
su casita de campo de Istán y hoy era el día elegido.
Después de un atasco fenomenal en
Marbella hemos llegado a Istán media hora más tarde de la programada. En la
casa de Ángel hemos dejado los coches, las cosas que llevábamos para el arroz,
e incluso las mochilas y hemos salido a caminar dejando a María Jesús, la
esposa de Ángel, al cargo de picar la verdura para el sofrito.
Poco antes de llegar al
Nacimiento del arroyo Molinos hemos dejado la pista a Monda para internarnos en
el bosque de la ladera norte del cerro donde se asienta Istán, entre
alcornoques y quejigos. Hacía poco que Ángel nos había llevado por esa zona,
pero el panorama había cambiado totalmente. Hoy la primavera había llegado a
esa zona y el amarillo de los hérguenes, el blanco de las lágrimas de la Virgen
y el rosa de las vincas cubrían el suelo.
Ángel nos ha llevado al manantial
de la Minilla. Parece que en la vertiente izquierda de arroyo Molinos había
varios manantiales. Este de la Minilla surtía a la fuente del pueblo quizá
anteriormente a la llegada de los árabes y hoy lo sigue haciendo. Otros eran
empleados para el riego, de modo que el agua detraída al arroyo por las
acequias era compensada por los manantiales de más abajo. El arroyo movía una
decena de molinos, quizá de ahí su nombre, de los que sólo uno ha sido
conservado por sus propietarios.
Hemos cruzado a la vertiente
derecha del arroyo y llegado casi al cauce del arroyo de la Vieja donde hemos
tomado una acequia hacia el pueblo, ya conocida de otra excursión, hemos vuelto
a la vertiente izquierda del Molinos y, aprovechando un cartel que decía que era
sólo paso para los usuarios de la acequia, hemos llegado al cauce del arroyo en
un rincón paradisiaco con el agua chorreando por las paredes cubiertas de musgo.
Ángel nos ha metido en el cauce,
ascendiendo entre cascadas e higueras, con algunos pasos más que atrevidos,
hasta llegar a la cascada superior, la mayor de todas. Hemos disfrutado de lo
lindo. Nunca hubiéramos encontrado ese rincón con tanta agua y vegetación,
adornado por los saltos de agua del arroyo, a no ser por Ángel.
Hemos abandonado el arroyo para
ir hacia el pueblo, lo hemos cruzado y, como fin de fiesta, hemos subido a las
Majadillas por la cuesta del Moro, esa sendita que conocíamos de nombre y nunca
habíamos hollado.
Quedaba la parte nutricional de
la jornada. Mientras Ángel hacía el sofrito de las verduras y la carne que Pili
había comprado, Antonio de Fornes preparaba la ensalada y Antonio Usieto sacaba
las primeras cervezas y descorchaba el vino blanco de la Axraquía. El resto
colaborábamos haciendo aprecio a unos tomatillos, pistachos y unos callos que
Ángel había preparado el día anterior.
Una pequeña incidencia en la
rueda que calentaba la sartén del arroz ha hecho que el cocimiento fuera más
lento de lo previsto. Para entretener el tiempo Antonio Usieto ha cortado el
queso que traía de postre y, claro, también el queso ha caído.
Cuando ya estaba hecho el arroz
Ángel se ha entretenido en decorarlo con secciones de naranja, un limón cortado
en forma de cestita y unas flores de lágrimas de la Virgen. Cuando ha sacado el
arroz se ha llevado un aplauso fenomenal, pero corto, porque enseguida
estábamos todos con el plato haciendo cola para recibir nuestra ración de
arroz. Delicioso arroz. Ha habido para repetir y aún sobraba casi otro tanto.
Para hoy y mañana los gatos de Ángel tienen comida de día de fiesta con ese
arroz.
Pero no ha acabado ahí la comida.
Victoria ha sacado los postres, nada menos que tres y un sorbete de limón para
cambiar de un sabor a otro. Hemos tenido los clásicos huevos nevados, un
hermoso flan y una tarta exquisita. El té de Pili y los orujos de Manolo han
acompañado la exhibición pastelera de Victoria.
Cuando nos hemos levantado
pesábamos un par de kilos más que cuando hemos llegado.
Inmejorable día.
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