viernes, 29 de noviembre de 2024

MIÉRCOLES 27 DE NOVIEMBRE: FÁBRICA DE LA LUZ DE CANILLAS DE ALBAIDA, CASA DE LA MINA


Participantes: Pilar, Paco Ponferrada, Miguel González, Lucía, Manolo, Antonio Usieto, Lola, Lily, Paco Zambrana y Jesús.

Distancia recorrida: 15,2 km

Desnivel acumulado: 855 m

Desayuno en el bar Carlos de Caleta. Amabilidad, rapidez, pan regular, a unos 3€.

Un recorrido con algunos tramos novedosos. Todavía quedan investigaciones por hacer y cuando se proponen el personal las mira con recelo por las dificultades que suelen aparecer.

Partimos de la Fábrica de la Luz atacando la fuerte subida al carril de Puerto Blanquillo, en una mañana con temperatura muy suave, demasiado alta para la época, sin viento, con nubes y claros. Antonio comandaba la expedición y, para suavizar el repecho, paraba de vez en cuando sacando algún tema de conversación. Sea por la estratagema, sea porque veníamos con fuerza, subimos la primera parte del recorrido casi sin enterarnos, cambiando el murmullo del río de la Cueva en el principio de la subida por el ruido de máquinas de la cantera en la parte más alta.

Habíamos hecho la primera de las subidas fuertes y el carril de Puerto Blanquillo nos vino al pelo para relajarnos, conversar y descansar las piernas.

La fuente Borriquero manaba un buen chorro de agua que más de uno probamos. Y desde la fuente comenzamos la segunda subida importante: la subida al collado Borriquero. Otras veces hemos sufrido los pinchazos de las zarzas y aulagas en la umbría de la fuente de Borriquero, en cambio esta vez encontramos la senda limpia, amplia, tal como la prepararon para alguna carrera de montaña. Sube la senda muy empinada al principio, se relaja después y otra vez se pone difícil al llegar junto al cortafuegos de la loma de la Gancha.

El cortafuegos va casi llano en ese tramo y de él parte el tramo de senda al collado Borriquero, senda muy bien trazada, con pendiente uniforme y relativamente suave hasta el collado, con el atractivo de caminar bajo los enormes tajos del cerro Atalaya.

En el collado tomamos al sur, por el este de la Atalaya, continuando por senda limpia, novedosa para algunos, aunque esta senda no tiene traza de ser antigua, sino hecha por los caminantes. Disfrutamos de un espectáculo único: el valle del Patamalara estaba lleno de niebla que trataba de difundirse al limpio valle del río de la Cueva, mandando girones de niebla por encima de las crestas. Preciosa estampa que se tradujo en multitud de fotografías.

Pasamos por el oeste del tajo Ramón para llegar al collado Cavila donde principiamos la senda de los Arrieros hacia el noreste. Principio corto porque en la venta María Dolores hicimos la paradita del Ángelus con vistas a la ondulante niebla.

Retomamos la senda de los Arrieros hasta encontrar la senda hacia el carril de la Mina. Este tramo de senda era nuevo para todos. Comenzamos el descenso a lo largo de la loma de Lucas con un poco de temor, sin embargo, la traza de la senda estaba clara, bastante limpia de maleza, con solo algunos tramos empinados. Encontramos una enorme calera, bien conservada, bajo el cerrillo de la Calera, cerrillo que concitó las ansias de cumbre de parte del grupo que se había quedado con la miel en los labios por no subir a la Atalaya. Este grupillo subió al cerro y ya todos nos reagrupamos en el carril de la Mina. La sendita continúa debajo del carril, hacia el barranco de Juan Rojo, pero se aplazó su investigación para otra ocasión.

El carril de la Mina, como en su momento el de Puerto Blanquillo, sirvió para caminar con relajo, charlando y descansando las rodillas de la tensión de la bajada. Al llegar a la casa de la Mina siempre llama la atención semejante caserón desocupado. Las inversiones de la Junta de Andalucía en el tema del turismo rural han tenido poco éxito en general.

A continuación del caserón, junto a una torreta de la luz, parte la subida hacia cerro Gavilán, otro tramo de senda nueva para algunos. Subida fuerte, con una senda de poca huella que además había sido arroyada en numerosos puntos, por una ladera quemada recientemente, en el verano de 2022. No es una senda atractiva, pero la única que nos devolvía al collado de Vuelta Grande al pie del cerro Gavilán. Discutimos sobre aprovechar el collado como restaurante. La niebla que nos rodeaba no era lo más atractivo y decidimos buscar un lugar más soleado.

Lo encontramos en el collado Cavila donde el sol nos calentaba, dispuestos en un par de hileras. Aperitivo con deliciosas gambas, chacinas variadas y boquerones en vinagre, siguió después una rica ensalada, tortilla de gambas y champiñón, calamares rebozados, jibia en salsa y sardinillas en aceite; vinieron luego las carnes con filetillos tiernos, carne con setas y solomillo con ajitos. Quedaban aún los quesos; al menos tres salieron a pasear. Para beber un Ribera, un Rioja y uno de Mallorca muy bueno. Un ágape de los buenos contemplando el verde valle del río de la Cueva y la sucesión de montañas al oeste.

Bajamos por el carril que desde el collado Cavila va al de Puerto Blanquillo por la cuesta Cavila, retomamos el carril de Puerto Blanquillo y lo abandonamos poco más allá de la casilla de Buenavista, en el principio de la senda a la Fábrica de la Luz que nos devolvió a los coches.




La fuente Borriquero
El cortafuegos de la Atalaya

Entre sol y niebla




Bajando hacia el carril de la Mina




El cerro de la Calera






La Mina
Subiendo de La Mina al cerro Gavilán



En el collado de Vuelta Grande













jueves, 21 de noviembre de 2024

MIÉRCOLES 20 DE NOVIEMBRE 2024: CANILLAS DE ACEITUNO, CHARCONES, RAHIGE


Participantes: Miguel de Alhaurín, Pili, Paco Ponferrada, Rafa, Miguel Gonzalez, Lily, Lucía, Manolo, Antonio Usieto y Jesús

Distancia recorrida: 13,5 km

Desnivel acumulado: 980 m

Desayuno en el bar La Churrería de Canillas. Pan regular, con aceite, tomate y jamón; los churros no estaban aún listos. Lily tuvo la deferencia de invitarnos por su cumpleaños. ¡¡¡FELICIDADES Y MUCHAS GRACIAS!!!

Parece mentira que después de tantos años recorriendo la Tejeda-Almijara aún haya sendillas no recorridas. Y en la cara sur de la montaña, la más cercana a nosotros. Esto ocurría con la sendilla que baja desde la Fuente de la Rávita a las Rahiges. Claro, había que subsanar esta deficiencia y hoy se ha hecho.

Partimos de Canillas por esa calle tan empinada que sube desde la carretera al cementerio, Carretera de los Picachos parece ser el nombre de la callecita, con la respiración entrecortada por el esfuerzo, dificultando las charlas matutinas. Pasamos por el cementerio, por el campo de fútbol antiguo y un poco más arriba abandonamos el carril para tomar la senda al collado del Mirador de los Castillejos donde nos reagrupamos contemplando la vista del blanco Canillas allá abajo contrastando con la oscura cordillerita que forman los cerros Beas y Benthomiz.

En el collado pegaba fuerte el viento, por eso lo abandonamos pronto para entrar en la senda por debajo del Peñón Grande donde estábamos más protegidos del vendaval, no obstante, en una paradita de reagrupamiento, tuvimos que buscar la protección de un roquedo. Más arriba, en la casetilla donde se unen senda y carril, al abrigo de la casetilla, descansamos unos minutos.

Al tomar el desvío del carril hacia La Maroma parlamentamos un poquito sobre tomar el camino a Los Charcones, más largo y con mayor desnivel, o subir al Peñón Grande para llegar a La Rávita, porque a Pili le había sentado mal el desayuno e iba un poquito renqueante. Pili se sintió valiente y enfilamos todos la senda a los Charcones para pasar por el inútil puente sobre el barranco del Cabrito, nunca lleva agua, y tomar la subida a la loma de la Cueva del Agua, un modelo de senda con buen piso y pendiente constante.

En la cresta de la loma de la Cueva del Agua dejamos el valle del barranco del Cabrito para entrar en el de la Cueva del Agua, barranco que, más abajo, al recoger al del Cabrito, se convierte en el barranco de los Tajos Lisos. El barranco de la Cueva del Agua llevaba un buen chorro de agua cuyo rumor nos llegaba a la senda y nos hizo bajar hasta el puente para ver fluir esa agua tan escasa en estas sierras.

Emprendimos la subida al collado de Los Charcones con ritmo suave pero constante, disfrutando de las vistas al barranco de la Cueva del Agua, por una senda afortunadamente arreglada gracias a las carreras de montaña, llevando a la derecha los tajos de la loma de Los Charcones.

En el collado buscamos un abrigo al sol e hicimos la paradita del Ángelus. Desde allí ya todo era descenso, aunque quedaba por explorar la senda a las Rahiges. La fuente de los Charcones echaba un bonito chorro de agua que alguno probó. Debajo del collado de la Gitana, por la zona de las Hazas, la senda se aparta de la protección del cerro del Peñón Grande y de nuevo el viento soplaba muy fuerte, tanto que más de uno estuvimos a punto de caer. Esta senda, que es principal, está muy mal conservada, arroyada por el agua y con muchísima piedra. De poco sirve pertenecer al Parque Natural.

En la Fuente de la Rávita hubo conciliábulo para decidir por donde bajábamos. Manolo llevaba un par de tracks y Lily dijo que había subido desde el puente del Saltillo por una sendita que salía junto a la cueva de La Rávita. Por allí indicaba también uno de los tracks de Manolo y allí encontramos el principio de la sendita por la que nos internamos.

La bajada era pendiente, pero siguiendo la traza de la sendita la llevábamos bien. En algunos puntos se perdía, pero pronto la recuperábamos. Va la senda a buscar la cresta del cerro de Juan Zamora, por una bonita zona de pino y roquedal, para luego girar al este, hasta otro lomo por el que desciende. Ya cerca de la senda del Saltillo perdimos la traza y monte a través, salvando los múltiples pedregales, llegamos a la caseta de la senda del Saltillo.

Cerca de la caseta, bajo unos hermosos pinos, encontramos nuestro restaurante, puestos más bien en hilera, aprovechando un murete. Tuvimos jamón, cecina, chorizos, tocinillo y piparras de aperitivo, luego una rica ensalada, un par de tortillas, pollo, codornices en escabeche, carne con setas y filetillos tiernos. Fue el día de los quesos, al menos 4 distintos salieron y se tomaron. Para terminar una deliciosa batata y chocolate con una taza de té bautizada con orujo. En cuanto a los vinos, tuvimos Bierzo, Alentejo, Rioja, Toro, y aún sobró una botella.

Parte del personal creía que volveríamos a Canillas por la cómoda senda del saltillo, pero no: quedaba aún bajar a las Rahiges. La senda de bajada está bastante marcada, aunque muy estropeada por el agua y por la enorme pendiente que tiene casi constantemente. Descendimos despacio primero porque las piernas se habían enfriado en la parada de la comida y segundo porque teníamos que bajar todo lo que habíamos metido en el estómago.

En la carretera nos reagrupamos. Se propuso ir al puerto de Sedella para tomar la senda y camino antiguo a Canillas, pero el personal se rebeló diciendo que ya había bastante por hoy, que carretera a Canillas. Estábamos aún principiando la carretera, cerca de las Rahiges, cuando Manolo y Jesús vieron una sendilla que bajaba al Almanchares. Nadie quiso saber nada de bajar por ella, sólo Manolo y Jesús la exploraron bajando hasta el río, cerca del molino. Allí se perdía la senda entre las zarzas. No había nada que hacer. Dieron media vuelta y a Canillas por la carretera.

En el bar Andalucía tomamos unos refrescos y cada mochuelo a su olivo.

Día con muy buena temperatura. Hubiéramos ido todo el tiempo de manga corta a no ser por el endiablado vendaval. Un excelente día a pesar de las exploraciones que casi siempre resultan complicadillas.

La Ruta
Canillas de aceituno

Peñón Grande




Pantano de la Viñuela

Barranco del Cabrito
Puente en el barranco de la Cueva del Agua

Collado de los Charcones


Bajando a la fuente de los Charcones


Camino de la Rávita
Bajando de la Rávita al Saltillo



Caseta de la Acequia de Canillas
Cerveza y vino abundantes

Bajando desde la acequia a la Rahige



Fuertes pendientes

Observando a los locos que bajan por la difícil senda

Llegando a la Rahige

Regreso por la carretera
Investigación de la senda que baja desde la carretera al río Almanchares
El río estaba cubierto de zarzas y sin senda para continuar