Participantes: Luis, Blas, Miguel González, Manolo, Paco Zambrana, Victoria, Antonio de Fornes y Jesús
Distancia recorrida: 15,2 km
Desnivel acumulado: 1250 m
Desayuno en el Cruce de Benamargosa. Luis tuvo la deferencia de invitarnos por su cumpleaños que fue hace más de un mes, pero a nadie se le deben quitar las buenas ideas. ¡¡¡MUCHAS FELICIDADES!!!
Partimos del cementerio de
Alcaucín acompañados de los ladridos de los perros de uno de los corrales, para
enfrentarnos enseguida a esa ladera oeste de sierra Tejeda. La senda va por el
lomo entre los barrancos de las Esperillas al sur, derecha, y de la Cueva del
Moro, a la izquierda, norte, zigzagueando interminablemente entre el pinar de
pino carrasco.
Antonio y Victoria tomaron la
cabeza y nos subieron a un ritmo vivo, en el límite de lo que algunos podíamos
llevar, pero ellos iban tan tranquilos, en especial Victoria que subió
charlando todo el rato como si nada.
Dejamos a la izquierda la senda
que baja a la zona de las escuelas de Alcaucín y poco más arriba pasamos por el
puertecillo del cerro del Mosquito. A partir de aquí la senda suaviza mucho la
subida y se puede disfrutar del paisaje de matorral que circunda el barranco de
las Adelfas. En esa umbría vimos la única orquídea del recorrido, una Orchis
mascula muy lozana.
Al llegar al Descansadero Altero
nos reagrupamos, se barajó si subir por el carril o por la senda y elegimos la
senda que sube muy recta por la cresta. Esta senda estuvo perdida, en cambio
ahora está muy usada y muy despejada de matorral. Con la mañana tan buena que
teníamos y las cuestas acumuladas quien no se había puesto en mangas de camisa en
este tramo el calorcillo le obligó.
Al comienzo de la senda al
barranco de la Colmena paramos un poquito a descansar. Un caminante con su
perro nos alcanzó. Iba a La Maroma y se metía equivocadamente por la senda de
la Colmena. Le explicamos cómo ir a La Maroma y cómo volver por los Tajos Lisos.
Tal era su intención. Era un portugués hablando muy bien el español.
Le deseamos suerte y continuamos
a la Colmena por esa sendilla, limpia y bien marcada ahora, que pasa por unos
tajos muy bonitos mientras da vistas al abrupto barranco de la Colmena y allá
abajo a las choperas y edificios del Alcázar.
La entrada al vallecillo de la
Colmena es espectacular por el sonido del agua despeñándose y por esos tajos
que jalonan el barranco por la derecha casi cubiertos de hiedra. Cruzamos el
cantarín arroyuelo y un poco más arriba, en la ladera derecha, está la fuente
de la Colmena vertiendo un buen chorro de agua. Se habló de hacer allí, en la
fuente, el Ángelus, pero era temprano y decidimos salir del barranco al collado
del Aguadero Alto. Salir del barranco no fue fácil. La senda terminaba en la
fuente y había que subir entre el matorral de aulaga por donde mejor se viera.
Cuando se camina así uno va parando continuamente y oteando por donde será
mejor subir, con lo que la subida se hace interminable.
Una vez en casa, delante del
mapa, se aprecia que la subida más sensata es ir hacia el norte desde el
manantial de la senda, subiendo muy poco, para llegar al collado de los Ubios y
de allí, por la cresta, al collado del Aguadero Alto que fue donde tomamos el
Ángelus.
Desde el collado se ve muy bien
toda la ladera de las Arrebuelas por donde hay que subir, sin senda. Pensamos
ir hacia una franja con poca vegetación que sube por la ladera de oeste a este.
Así lo hicimos. Superamos una primer aulagal hasta encontrar la franja con poca
vegetación y ya por ella subimos sin otro problema que la pendiente hacia un
par de pinillos que se ven arriba, al este, donde creíamos que debía ir la
sendilla de los Pradillos.
Llegamos a los pinos y un poquito
a la izquierda estaba la sendilla que nos llevó casi llaneando al corral de los
Pradillos. El corral conserva su cerco de piedras, las paredes de la choza de
los pastores y el piso empedrado; al lado otra construcción pequeña, quizá
cuadra. Desde arriba, por donde llegamos, el corral ofrece una vista preciosa
junto al arroyo desde el que llega la musiquilla del agua.
Subimos un poco más hasta el
nacimiento del arroyo de los Pradillos y, como nos pareció temprano para comer
iniciamos el regreso por la sendilla primero y luego campo a través yendo a
buscar la senda entre el Mojón de la Torrecilla y el Puerto del Pico. En esa
senda, sobre los tajos que dan a barranco Hondo, encontramos una vaguadilla sin
viento y nos acomodamos a almorzar.
Íbamos sólo 8 y sin embargo salió
comida para 16. Hubo aperitivos de chorizo, salchichón, cecina, jamón, edamame,
y bonito y boquerones marinados. Todo muy bueno, aunque la palma se la llevaron
los boquerones y el bonito. Vino después la ensalada y un par de tortillas con
pimientos. Luego caballa con champiñón, filetillos tiernos y el clásico
solomillo con ajillos. Para beber cerveza helada y cuatro botellas de vino.
Sobró comida y bebida porque con una botella de rosado fresquito, y dos de
tinto de Sedella y Somontano hicimos el avío. Echamos de menos a los queseros:
Usieto, Lily, Ricardo, porque no había queso, pero como compensación Antonio
sacó un melón Cantalupo dulce y jugoso y Victoria un mus de limón exquisito, lo
que dio pie a una tacita de té acompañada de un poco de orujo.
En el mismo sitio de la comida
estiramos las piernas y descabezamos unos sueñecitos reparadores. Nos costó
levantarnos. Al final lo conseguimos y comenzamos a caminar, pausadamente hasta
el Mojón de la Torrecilla y ya a ritmo normal por la senda bajando al collado
del Aguadero. Por cambiar tomamos el carril que es más suave, aunque mucho más
largo que la senda hasta el Descansadero Altero.
Otra vez Antonio y Victoria
cogieron la cabeza a su ritmo mientras los demás nos quedábamos rezagados. De
vez en cuando paraban y proseguíamos. Bajamos por la senda hacia las escuelas
pasando por el mirador de la Glorieta. En este descenso Alcaucín se ve muy bien
porque la senda atraviesa unas cuantas veces el cortafuegos, sin pinos que
dificulten la visión.
Una vez en las escuelas
callejeamos por Alcaucín, preguntando, hasta llegar al cementerio. Luis nos dio
una pequeña lección de aplicación del DESA a un muñeco que llevaba y ya cada
uno a su coche y a casa.
Día sereno, con muy poco viento,
aunque fresquito por arriba, muy apropiado para caminar.