Participantes:
Miguel de Alhaurín, Lily, Lucía, Victoria, Paco Zambrana, Antonio Usieto,
Antonio de Fornes, Ricardo, Manolo, Jesús.
Distancia
recorrida: 17,5 km
Desnivel acumulado: 1165 m
Íbamos
a desayunar en La Parada de Güájar Faragüit, pero lo encontramos cerrado. Eran
las 8 de la mañana. Decidimos ir a desayunar al Surtidor, en la gasolinera
debajo de Vélez de Benaudalla. Había sólo un camarero. Pedimos en la barra y
transportamos los desayunos a un par de mesas en el comedor. Medias tostadas
con aceite o margarina, alguna con tomate y un par de platitos de jamón. Nada
del otro jueves y caro, 43€ los 10.
Gracias Antonio de Fornes por la invitación para celebrar tu cumpleaños. ¡¡¡FELICIDADES!!!
Sobre
las 9,15 partimos de Guájar Faragüit, unos 45 minutos habíamos perdido por
bajar al Surtidor. Por las escaleras al lado de La Parada bajamos, siguiendo
por las blancas callecitas del pueblo, a la plaza de la iglesia y de allí hacia
el río, siguiendo los indicadores de “Castillejo”. Cruzamos el río, con un
sorprendente chorro de agua a pesar de los años de sequía que acumulamos. ¡Qué
acumulación de agua hay en las entrañas de estas dolomías!
Emprendimos
la empinada subida para salir del estrecho valle cavado por el río de la Toba.
Esta zona es muy agradable pues la sendita pasa por una fuente y va entre las
huertecillas, hoy plantadas de aguacate casi en su totalidad, por los ribazos y
acequias.
Debajo
del Castillejo dejamos la senda que sube a él y tomamos la que va la oeste, en
dirección al Quemado, para ir hacia la Guindalera, dejando la visita a los
restos del Castillejo para la tarde. La senda va por el borde del pinar, con
las huertas de aguacate y olivo abajo, al norte, subiendo y bajando al cruzar
cañadas y balates.
En
el Quemado nuestra senda termina en otra que sube desde el río y va al sur por
un olivar bien cuidado y regado por goteo. Al final del olivar, en el pinar,
esa senda se divide con un ramal mucho más prominente al oeste y otro, el
nuestro, que pasa desapercibido hacia el sur. Lo más frecuente es confundirse y
seguir al oeste. Hay que ir con cuidado en este punto.
La
sendita zigzaguea suavizando algo la empinada subida, pero lo que
verdaderamente suaviza la subida es la sombra del cerro a nuestra izquierda,
aún así, comenzamos a sudar de lo lindo y eso que íbamos en mangas de camisa,
como en verano. Al final de la cuesta del Quemado nos reagrupamos en el collado
de La Viñuela.
Continuamos
la caminata subiendo, al oeste esta vez, hacia el cerro del Palinar o Cocón, bajo
la sombra de los pinos al principio y entre el matorral de coscoja y carrasca
después, aprovechando la sombra del cerro. En el collado de las Cenellas nos
volvimos a reagrupar para continuar después al colladito que da paso a la cima
del cerro Palinar en la zona del haza del Búho. Allí paramos al Ángelus casi
sin brisa que nos refrescara. En el haza del Búho uno se hace idea que ya está
en lo alto del cerro, pero no, queda aún un buen trecho a la cumbre del Palinar
o Cocón.
En
el cerro teníamos al sur toda la ladera norte de la Guindalera, y entre
nosotros y la Guindalera el enorme valle del barranco Rendate. Y esa vista
tuvimos descendiendo a la pista Lentegí-Guájar Alto que tomamos al sur, hacia
Lentegí. Pasamos por los viñedos de Calvente, modernos, en espaldera, con riego,
cada vez tiene nuevas parcelas, no le debe ir mal el negocio del vino.
Dejamos
la pista a Lentegí por otra hacia Ítrabo que nos llevó al puerto de la Guindalera.
Quedaba la ascensión a la Guindalera por el empinado carril en la linde de los
términos municipales, con viñas muy antiguas de moscatel a la izquierda del
carril, en la ladera al norte.
En
el vértice de la Guindalera nos reagrupamos de nuevo y continuamos al este,
ahora descendiendo, siguiendo el carril a Guájar Fondón. La fuente de los
Chorrillos echaba un chorrillo. Milagroso parece que con el año de sequía que
llevamos todavía tenga agua la fuente, agua fresca que todos aprovechamos para
rellenar las botellas.
El
carril desciende con fuerza y poco más debajo de la fuente llegamos a un
mirador de obra que nadie conocía. El sitio era ideal para almorzar y allí
sentamos nuestros reales.
Comenzamos
el ágape con unas deliciosas gambas cocidas, salchichón, chorizo, cecina, y
aguacates bien solo, bien con tomate y kiwi. Pasamos a la ensalada de naranja,
a la tortilla con salsa, a las judías verdes y a la coliflor con ajos. Como
plato fuerte magro con tomate, filetillos de pavo y solomillo con ajos. Quesos
variados, tantos que algunos no salieron de las mochilas, té y orujo blanco
para pasar un delicioso bizcocho de manzana que Victoria trajo. Mención aparte
merecen los vinos. Comenzamos por un Toro, pasamos luego a un Monastrell criado
en tinaja, continuamos con un Rioja y terminamos con un portugués. Todos muy,
muy ricos. Casi se nos hicieron cortos.
Poco
más abajo nos despistamos y tuvimos que retroceder para tomar la sendita que
sale a la izquierda paralela al carril, pero con muchas menos curvas. Por ella
bajamos hasta una división. Sabíamos que la de la derecha iba al carril, por
eso exploramos la de la izquierda que tuvimos la suerte de que nos llevase al
colladito del acueducto donde pasamos al valle de Rendate, continuando la senda
descendiendo.
A
senda desemboca en un carril que seguimos hacia abajo, siguiendo el track que
Manolo traía. Después de muchas vueltas y revueltas paramos en un cruce donde
teníamos que decidir: seguir a Fondón o tomar el sendero al Castillejo. Nos
decidimos por esta última opción tomando la senda por debajo de una alambrada,
cruzamos el barranco de Rendate, llamado así en honor a un moro, Rendite, que
fue paladín de la última sublevación de los moriscos, e iniciamos la dura
ascensión al cerro del Castillejo. Más de 100 m de desnivel.
Como
era tarde dejamos la visita a los restos árabes del Castillejo para otro día y
continuamos bajando al río para subir después al pueblo. Llegamos anocheciendo
y cansados, sobre todo por las dos últimas subidas al Castillejo y al pueblo.
Hubiera sido más suave haber tomado la opción de bajar a Fondón y subir a
Faragüit.
Día despejado, sin viento, casi veraniego, con un recorrido muy bonito, variado, y una compañía inmejorable.