La Maroma desde la
Alcauca. 26 enero 2022.
Participantes: Paco Ponferrada,
Lucía, Manolo, Paco Hernando, Antonio de Fornes, Antonio Usieto, Jesús.
Distancia recorrida: 15 km
Desnivel acumulado: 1060 m
Desayuno en el Cruce de Benamargosa. Buen servicio y café grande con pitufo con aceite y tomate a 2,50 €.
En el grupo de los jubilados
había ganas de un Maromazo. Paco Hernando, el promotor de la idea, tenía las
cosas muy claras. Teníamos que salir de La Alcauca, hacer el recorrido y volver
a almorzar a La Alcauca. Ese fue el guion y así se hizo.
Salimos de La Alcauca a las 9,15
con las mochilas casi vacías, sólo con el agua, en una mañana que comenzaba
lluviosa, una lluvia fina, no fuerte, pero que nos obligó a salir con los
impermeables puestos. La previsión del tiempo era día ventoso, con alguna nube
por arriba, sin lluvia. La realidad fue otra y con los impermeables comenzamos
la ascensión por el carrilillo que entra a la Fuente de la Mina en el barranco
de la Fuente de los Ladrones.
La sendita desde la fuente tiene
algunos tramos dificultosos porque el matorral, especialmente las aulagas, se
han comido la huella de la senda y no hay espacio para pasar. Por la senda
llegamos al carril y preferimos seguir por él hacia arriba en vez de por la
senda de la loma. En la Erilla Tarara nos unimos al carril que parte del
Alcázar hasta el comienzo de la senda por la ladera de las Víboras.
Caminábamos a buen paso, bajo la
llovizna, con viento y frío. No hay mejor acicate para avivar el paso que el
frío. Paco Ponferrada y Antonio de Fornes cogieron el mando del grupo. Nos
llevaban a todos con la lengua afuera y no conseguíamos darles alcance. Unos
hermosos machos en lo alto de la loma de las Víboras nos hicieron el gran favor
de parar al grupo para contemplarlos. Verdaderamente sensacionales, aunque no
en menor grado se aprovechó la paradita para descansar.
A la mediación del barranco del
Espino Lucía descubrió los primeros signos de nieve entre el matorral. De allí
hacia arriba cada vez la nieve era más prominente. Supusimos que era nieve de
esa noche por lo impoluta que estaba. Afortunadamente era una capita muy fina
que Manolo calificó como “nieve polvo”.
El cerro del Mojón aparecía
cubierto de nieve, con la cumbre cubierta por las nubes. No auguraba una placentera
caminata, pero la moral del grupo era muy alta y no nos amilanamos por eso. Mas
bien intentamos perseguir a Paco Ponferrada y a Antonio de Fornes que marchaban
destacados. Del collado del Espino seguimos por la cara este del Mojón al
collado del Mojón y a la Fuensanta, con muy poca visibilidad.
Atacamos el collado de la Fuensanta
y la cresta al cerro de los Pradillos sin ver siquiera el comienzo del barranco
de la Peña del Águila. Justo antes de rebasar el cerro de los Pradillos, en una
cárcava protectora del viento, paramos a tomar un ligero Ángelus. El frío no
permitía descansos apacibles, así que pronto continuamos al collado del cerro
de los Pradillos, que nos recibió con las más fuertes rachas de viento de toda
la jornada. La niebla era cerrada y el frío intenso. Caminábamos sobre una
notable capa de nieve crujiente sin ver más allá de la mochila del compañero
precedente.
Entramos en la última subida a La
Maroma en condiciones verdaderamente inhóspitas. Dejaron de verse los postes
indicadores de la senda y los hitos de piedra se multiplicaron en multitud de
senditas. Aquí tomó el mando Paco Hernando y, con su conocimiento de La Maroma,
nos llevó directamente al monolito del Pico de la Tejeda.
La nieve en el monolito y en las
piedras y hierbas adyacentes estaba congelada, con multitud de cristales de
hielo. El tiempo no permitía más que hacer las cuatro fotos de rigor en el
monolito y emprender el regreso cuanto antes.
Bajamos con rapidez y,
afortunadamente, la niebla aclaró y el viento amainó un poco permitiéndonos ver
el cerro de los Pradillos y los arranques de los barrancos de los Polvijeros y
de la Piedra del Águila que antes habían pasado inadvertidos.
Conforme descendíamos la
temperatura mejoraba y la niebla se levantaba, aunque el viento seguía soplando
de lo lindo. Paramos poco porque queríamos llegar cuanto antes a La Alcauca. Y
así fuimos desandando el camino matutino exactamente por donde habíamos subido.
En la Erilla Tarara el tiempo permitió despojarnos de los impermeables para
entrar en el pinar un poco más ligeros, y sin más llegamos a La Alcauca. 5h 45’
de recorrido caminando a buen ritmo y parando poquísimo. Esta ruta hay que
calcularla en 6h.
En la mesa más cercana a las
escaleras de La Alcauca nos acomodamos con aceptable temperatura, con algún
difuso rayo de sol, y soportando rachas de viento, para disfrutar de una comida
épica. Como principio salieron 5 botellitas de vino y una gran cerveza para 6
comensales. Este comienzo alegra la cara de cualquiera. Abrimos boca con un
caldito con pollo y verduras, caliente, delicioso, obsequio de Lucía, que nos
resucitó el cuerpo. Después gambas frescas, chacina variada, aguacate y
ensalada “made in Antonio”. Judía verde, carne con tomate, albóndigas, codorniz
escabechada y conejo fueron los variados y apetitosísimos platos principales.
Terminamos con queso, té, orujos variados y bombones. Todo ello tomado con la
debida tranquilidad.
Algún día aprenderemos y en vez
de salir a caminar saldremos directamente a tomar todas las exquisiteces que
salen de las mochilas.