Participantes: Fini, Antonio Muñoz, Manolo Titos, Rafa Lozano, Pili, Paco Ponferrada, Jesús R., Lola, Paco Zambrana, Lucía, Manolo de Nerja, Jesús C.
Distancia recorrida: 15 km.
Desnivel acumulado: 675 m.
Desayuno en el bar Trébol de
Dúdar. Bien el pan; el café en tazas demasiado pequeñas, hubo quien necesitó
dos.
Bienvenidos Manolo Titos y Rafa.
Cuando queráis caminar seréis bien recibidos.
Comenzamos el día con buen pie.
Rafa tuvo a bien invitarnos a desayunar en Dúdar, el pueblo de su abuelo y
donde él tiene casa que utiliza los fines de semana.
Y siguió la buena racha porque
unas nubes mañaneras que había sobre Quéntar el sol las levantó enseguida
quedando un cielo, limpio, azul, sin una nube, en un día sin viento y con una
temperatura estupenda.
Mientras nos preparábamos en los
coches, a la sombra de los álamos del barranco del Álamo hacía frío. Debíamos
estar alrededor de 0ºC. Mas en cuanto comenzamos a subir por el camino de la
Plata y recibimos los primeros rayos del sol el frío matutino desapareció y
pronto fueron a las mochilas los forros polares y chaquetones.
Caminamos entre olivares, con
higueras y algún que otro frutal en los ribazos, por una zona abancalada que se
regaba con la Fuente Fría, una fuente Fría más. Son innumerables. Más arriba
entramos en el secano, aunque seguimos entre olivares, viejos la mayoría, pero
también plantaciones nuevas. No se explica cómo pueden mantenerse estos
olivares en parcelas pequeñas, trabajados casi a mano, mientras en otras zonas
se hacen plantaciones intensivas totalmente mecanizadas.
Según subíamos nos acercábamos a
la Cuerda de los Pelaos, llevando siempre a la derecha el barranco del Álamo,
con su chorrito de agua, agua también presente en los dos barrancos que forman
el del Álamo: el de la Plata y el del Tocón. Este último es el que seguimos
acercándonos al rincón del Toconcillo, justo bajo la Cuerda de los Pelaos.
Del Toconcillo una veredita nos
subió a Puerto Blanco y desde ella, subiendo, empezamos a disfrutar de las
maravillosas vistas: abajo los olivares, el cortijo de La Plata y al sur las
crestas blancas de la Sierra Nevada.
En Puerto Blanco hicimos un
Ángelus larguito. Ya se sabe que cuando se avisa que la excursión es corta nos tomamos
todo con tranquilidad. Entramos un poquito en el llano de Puerto Blanco para
continuar luego al sur, por la umbría del cerro Avellanos ¡Qué contraste entre
la buena temperatura, casi calor, de la cuesta hacia Puerto Blanco y la
frescura de la umbría! Aquí aún se conservaban bastantes manchones de nieve.
Hasta aquí el camino había sido
comodísimo: carriles y buena vereda. Pero en las excursiones de la Vinoteca
siempre hay que dejar un hueco para la improvisación, para lo desconocido. Y
eso es lo que venía ahora. Subir desde el carril a lo alto de los Avellanos,
por el magnífico pinar de pino resinero, monte a través. Antonio encabezó la
expedición y con calma pero sin pausa nos plantó en el primer cerro de los
Avellanos. No nos conformamos con la primera cumbre, había otras al suroeste y
a ellas fuimos por un cortafuegos. Habíamos terminado la sesión de monte a
través para entrar en la de cortafuegos.
Caminar por la zona de los
Avellanos es una delicia, pero contemplar el panorama desde el extremo sur es
inolvidable. Es punto menos que imposible apartar la mirada de esa blanquísima
Sierra Nevada refulgiendo al sol. ¡Qué luz!¡Qué contraste con el verde de los
cerros más bajos!¡Con qué nitidez se recorta la sierra en el azul del cielo!
Hicimos mil y una fotos aún a sabiendas de que la mejor foto no reflejaría
mínimamente ese panorama. No sólo estaba la vista al sur, a Sierra Nevada. Al
oeste teníamos nuestras queridas Almijara y la Tejeda y al este, Cazorla, Castril
y Baza. Debajo el embalse de Quéntar, casi vacío, y los olivares. Inolvidable
panorama. Por ponerle un pero Manolo echo en falta un vértice geodésico para
que su gozo fuese completo.
Una vez saciados con tanta
belleza Antonio propuso descender del cerro y comer más abajo. Para ello
decidió utilizar un cortafuegos que bajaba por la ladera sur. A él fuimos y por
él bajamos despacio, procurando no estropear este maravilloso día con una caída.
Aquí la suerte también nos acompañó pues la tierra con el agua y el hielo
estaba mullida y no resbalaba.
Hecho el descenso más complicado
paramos a comer en un restaurante no muy llano, con hierba y maleza, pero con
excelentes vistas. Y esta vez, de las pocas, hubo calma en el comienzo de la
comida. Dio tiempo a fotografiar los vinos, a preparar los aguacates, antes de
que comenzase la rueda de fiambreras. Chorizo y cecina de León, chorizo más
picante, también de León y salchicha granadina de aperitivo, ensaladilla rusa, tortillas
de beicon y chorizo, carne con pimientos, carne con calabaza, lomo con ajos,
queso con membrillo… y más cosas que olvido, acompañado de cervezas y vinos de
Murcia, Valencia y Rioja. Terminamos con unos bombones, tés e infusiones y
orujos variados.
A duras penas nos levantamos para
continuar. La sesión de cortafuegos no había terminado. Antonio nos metió por
otro que seguía la Cuesta del Azafrán. Y cuando terminó el cortafuegos un
ratito de vereda y de monte a través hasta terminar en la carretera al Tocón y
La Peza, muy cerca de los coches.
Despedida y cada mochuelo a su olivo, todos con la sensación de haber pasado un día formidable a lo cual contribuyó, no poco, el excelente tiempo, junto a las preciosas vistas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario