jueves, 24 de octubre de 2024

VIAJE POR INDONESIA. OCTUBRE 2024

 

Viaje de 27 horas de ida, porque como todos sabéis, Indonesia está a tomar por culo. Malaga- Doha y Doha- Yakarta, en la isla de Java. Comenzamos con los protocolos habituales en la parafernalia aeronáutica: controles, espera, pantallas anunciando la terminal, la hora y la puerta, bajada del avión, léase lo anterior otra vez (porque hicimos transbordo en Doha) y llegada al destino. Todo por nuestra seguridad. Expedición del visado, expedición de la tarjeta sanitaria, expedición de declaración de que vas a estar menos de treinta días y que no llevas nada peligroso, paso de inmigración y aduana, salida del aeropuerto y lucha por un taxi que te lleve a la dirección del hotel. Todo por nuestra seguridad. Nota: las veintisiete horas sólo cuentan desde que entramos por la puerta del aeropuerto AGP al aeropuerto JKT.

Después de los trámites de hotel, irnos a cenar. Sería nuestra primera toma de contacto con la comida indonesia, y qué mejor primer contacto que con un burger. No había otra cosa, y a falta de un buen Gao Gao , o de un Guren, o un Bakmi Gorang, pues una hamburguesa de chikencon sus patatas fritas. Ya tendríamos oportunidades de sobra para deleitarnos con la variada y sabrosa comida indonesia, y de comer el chikende todas las formas posibles.

El primer día en Indonesia tocaba cogerle el ritmo al país, y que mejor forma que visitar la capital: Yakarta. Con su área metropolitana de apenas 33 millones de personas. La decisión era, qué parte visitar. Nos decidimos, obviamente, por el casco antiguo, que además estaba cerca de nuestro hotel, según los planos. Conseguimos un taxi por una de las plataformas que para tal efecto existen, y hacia el barrio antiguo nos dirigimos. Después de tres cuartos de hora de taxi, llegamos. ¡¡¡Menos mal que estaba al lado!!! El barrio antiguo tiene los vestigios de la época colonial holandesa, con la casa del gobernador y el ayuntamiento, donde se han transformado una de ellas, en museo de la historia indonesia. Recorrido el museo y recibidas las explicaciones, esta vez con la versión de los que sufrieron la época colonial; nos dirigimos hacia un mercado y un templo que por allí cerca marcaba la guía. El mercado, como cualquier mercado oriental que se precie, exhibe y vende todos los productos más variopintos que podamos imaginar. Desde pajarillos vivos para comprarlos y soltarlos en los templos, hasta toda clase de raíces y productos exóticos orientales. Además, de como podéis imaginar, frutas desconocidas, verduras, peces difíciles de identificar, carnes también difíciles de identificar, .etc, etc. Recorrido el mercado continuamos nuestra exploración de la capital, adentrándonos en su barrio chino, buscando el templo Dharma Bhakti. Al templo tuvimos que entrar descalzados, pero no disfrazados, eso vendrá en otro capítulo. Allí estaban representados todos los dioses: los malignos, los benignos, los bonachones y los opulentos. Más o menos como nuestras iglesias, no faltaban ni las velas encendidas, pero con representaciones más divertidas, rostros alegres y picarones, rostros de mala leche, rostros de elefantes, monos, .Estuvimos un buen rato visitando las dependencias e insuflándonos de toda la filosofía orientalista que se respiraba en el templo. Después nos fuimos a comer, a uno de los puestos que había en el barrio chino: sopa china con una infinidad de ingredientes, que cada uno eligió a su gusto. Después continuamos el recorrido por los alrededores de la parte colonial holandesa, y cuando empezó a oscurecer, tuvimos que enfrentarnos a la tarea de buscar un taxi que supiese llevarnos hasta el hotel. Llegados a este punto tenemos que hacer la diferenciación entre taxistas clásicos y digitalizados. El clásico no tenía ni idea de donde estaba el hotel, si le sonaba sabía que estaba por una zona bastante alejada, por lo que el precio era desorbitado. Regateo al canto y falta de acuerdo. Si buscabas al digitalizado pero no tenía taxímetro la situación era la misma, por lo tampoco llegábamos a un acuerdo. Solución final, buscar por la aplicación un taxi con taxímetro, y que los atascos y los dioses nos fueran favorables. Las plegarias en el templo Dharma Bhakti surgieron efecto, y la carrera del taxi marcó un precio razonable.

Al día siguiente tocaba volar. Cogimos un vuelo de Yakarta a Pangkalan Buun, en la isla de Borneo. Queríamos vivir la experiencia de adentrarnos en la selva y poder observar a los orangutanes. Desde el aeropuerto de Pangkalan nos dirigimos hacia Kumai, ciudad portuaria, desde la que salían los barcos que se adentraban por el río Senkoyer, para recorrer el Parque Nacional Tanjun Puting, donde visitaríamos los tres puntos en la selva, en los que son posibles el avistamiento de los orangutanes. Para ello tendríamos tres días y dos noches en un Klotok (barco típico)o arriba, hasta llegar al tercer, y último, punto de observación. Nosotros éramos los únicos pasajeros del Klotok, más el capitán, un mecánico, una cocinera y el guía. El mismo número de pasajeros que de tripulación. Quizás haya sido una de las experiencias inolvidables de este viaje. Todo era nuevo, excepcional y hasta mágico, lo que vivimos durante los tres días. La impenetrabilidad de la selva, los ruidos diurnos y nocturnos, los tonos de verdes, los coloridos de los pájaros, las comidas, las duchas, las camas en la cubierta del barco. Tengo la impresión de que ya no volvimos a comer en ningún sitio a como lo hicimos en el barco. Durante la travesía pudimos ver, mucha suerte tuvimos, los cuatro simios característicos de Borneo: orangután, macaco, gibón y narigudo. Además de aves, la verdad que no muchas para lo que era el entorno, cocodrilo, arañas, serpientes, ranas, insectos varios y una gama de plantas y flores impresionantes. Llegado el tercer día, se dio por concluida la experiencia selvática, y volvimos al puerto de Kumai, donde nos esperaba un taxi que nos llevaría a Pangkalan Buun, para el día siguiente coger un vuelo hasta Semarang, ciudad de la isla de Java.

Durante el  trayecto en el taxi, hacia Pangkalan Buun oíamos unos ruidos ensordecedores de vencejos o golondrinas y unos edificios grises, con infinidad de agujeros que se apreciaban no habitados.  Además en el cielo,  el número de aves volando no se correspondía con el ruido emitido. Intrigados buscamos qué podía ser los ruidos y esos edificios altos sin habitar. Nos pusimos a investigar y descubrimos que se trataban de edificios, para la cría de vencejos, y los ruidos eran emitidos por altavoces para atraer a los vencejos. Los nidos eran vendidos después en el mercado chino para su consumo a precios desorbitantes. Nos dimos entonces cuenta, de que hay gente pa tó!!!!!!

Como llegamos a buena hora a Pangkalan cogimos un taxi para ir a visitar un barrio de la ciudad a orillas del río. Contaba con su pequeño paseo fluvial, y a ambas orillas del río, se extendía todo un barrio de casas construidas sobre el agua. En las orillas habían unas barcas alargadas a motor que servían de taxi para unir las dos orillas, o bien para llevar pasajeros a las partes más alejada de los barrio de ambas orillas. Fue otra experiencia única, pues al terminar el paseo continuamos andando sobre la callede tablas que se extendía hacia la lejanía en aquel largo barrio de palafitos. Todas las caras eran de asombro al vernos pasar, y las mujeres y niños se ofrecían amablemente a posar para las fotografías. No había ningún tipo de interés en el posado, sólo la espontaneidad y amabilidad de gente que poco tienen, y salen de sus casas a charlas y a disfrutar de un momento de pesca con sus vecinos. Anocheciendo y captada la puestas de sol reflejada en las aguas del río, nos recogió el taxi para devolvernos al hotel.

Al día siguiente salimos vía aérea de Pangkalan Buun rumbo a Semarang. Trayecto corto de apenas una hora. A la llegada la consabida búsqueda de taxi, con su regateo y todo, dejarlo todo aclarado y salir pitando rumbo a Borobudur. Queríamos visitar el mayor y más antiguo templo budista de Indonesia. Para ello nuestra idea era de estar una noche y al día siguiente seguir la ruta prevista. Pero como el templo no estaba activo, y tampoco habíamos hecho plegaria en templo alguno, los dioses malignos se interpusieron en el camino. Llegamos a Borobudur a la hora de comer, y después de comer iríamos a comprar las entradas. Después de comer empezó a llover, como llueve por estas latitudes. No había entradas para ese día, y al día siguiente el templo estaba cerrado, y las entradas para el día siguiente que abrían eran a partir de las once y media. Los dioses nos la tenían guardada!!! Qué pedazos de ca..!!! Ya que estábamos en Borobudur quién se iba sin contemplar tan bello templo?  Al final, decidimos quedarnos una noche más, y sacamos las entradas para la primera hora que había: las once y media. Pero las dotes convincentes de Carlos, hizo que la encargada tuviera la amabilidad de dejarnos pasar con el primer grupo, sobre las nueve y media; pero teníamos que estar en la puerta a las nueve de la mañana como un reloj. Aquí tuvimos que recomponer la situación y el viaje, y realizar alguna actividad que compensaran el poder de los dioses malignos. Esa misma tarde para no perder el día, decidimos de ir al monasterio de Mendut, en las afueras de Borobudur; donde a las siete se cerraba el templo pero los monjes empezaban sus plegarias. Al llegar al monasterio ya de noche, no había ni un alma. Lo recorrimos como buenamente pudimos y helo aquí!!! Que los dioses benignos empezaron a actuar. Vino hacia nosotros un monje, le explicamos lo que queríamos y amablemente nos invitó a acompañarlo en sus rezos. Estuvimos un tiempo prudente y nos retiramos silenciosamente, dejando al monje que siguiera con sus plegarias. Nos fuimos hacia el hotel y la cena la hizo cada cual como le pareció.

Después del contratiempo de las entradas, y como contábamos con un día más en Borobudur, decidimos acercarnos hasta el Complejo de Prambanan. Enorme complejo de templos que cuenta hasta con servicio de vehículos eléctricos para aquellos visitantes a los que se les hace las distancias muy largas. Para ello, cómo no, buscamos un taxi. Dentro del complejo están los templos Siva Mahjadeva, Sewu, otro a Brahma y otro a Visnu. Arie, el taxista, nos estaba esperando a la salida para traernos a Borobudur. Hicimos una parada en el monasterio de Mendut que habíamos visitado la tarde anterior, para tomar las fotos que no pudimos hacer por falta de luz, y nos fuimos a comer con Arie. Por la tarde noche, salimos a dar un largo paseo por la ciudad.

Por la mañana como un reloj estábamos en la puerta del templo de Borobudur, a las nueve. Realizados los trámites de rigor y asignado el grupo con los que haríamos la visita, comenzamos las estaciones de entrada: espera para la asignación del guía, cambio de calzado, presentación del guía, consejos para la visita, y por fin el comienzo y acercamiento hasta el impresionante templo de Borobudur. La visita al templo está milimetrada en cuanto al tiempo de estancia en el recinto. El número de visitantes ha hecho que la concienciación por la conservación del templo haya sido muy importante; y las entradas muy restringidas, tanto en el número de visitantes, como en el tiempo de estancia en el templo. Nada más terminar la visita teníamos previsto el desplazamiento hacia Yogyakarta para coger el tren que nos llevaría a Malang. Habíamos quedado con Arie, el taxista del día anterior, que vendría a recogernos al hotel. Comimos en la estación de Yogyakarta y sobre las cinco cogimos el tren. Seis horas de trayecto, y a las once llegamos a Malang. Allí solicitamos un taxi, pero como había dos puertas de salidas en direcciones opuestas, nosotros salimos por una y el taxi estaba en la otra. Le mandamos un wasat y  al cuarto de hora apareció. Paró junto a nosotros y cuando íbamos a abrir la puerta aceleró y salió pitando. Seguramente llevaba al lado al Dios cachondo y bromista. Como hay dioses para todo!!!! Pero a nosotros esa broma hozo que la compañía de taxi nos penalizara con una multa por haber llegado más de diez minutos tarde. Pero como los dioses no están pendientes de las cosas materiales, no cayeron en la cuenta del efecto rebote que producían con su dichositabroma. Como llegamos tan tarde al hotel, sólo nos dio tiempo a coger las habitaciones y derechitos a la cama, que teníamos que madrugar

En Malang sólo pasamos esa noche. Al levantarnos nos encontramos con una recepcionista de lo más apañá, que nos resolvió todas las dudas que teníamos, tanto para desayunar como para proseguir nuestra ruta camino del Bromo. Creo que los dioses de dieron cuenta de la faena que nos habían hecho y compensaron su atrevimiento. En la puerta del hotel nos recogió el taxi que Via, la recepcionista, nos había pedido y nos pusimos en camino.

A media mañana llegamos a Cemorolawang, pueblo situado a 2217 m. de altitud, en el cráter del Bromo. Por aquí pasan todos los jeeps que van hacia el volcán. Pueblo curioso, con las casas escalonadas a lo largo de la carretera, adornadas con banderas de colores. Hay rincones que recuerdan a un pueblo del Tíbet. Almuerzo-merienda-cena en el restaurante de un hotel. Paseo por el pueblo y a la cama prontito que madrugamos al otro día.

Salimos a las tres de la mañana para ver de amanecer sobre el Bromo y el Gunug Semeru, éste último el pico más alto de Java. La romería para ver la salida del sol es descomunal, cientos de Jeep llevan a los turistas a los distintos miradores desde donde admirar el acontecimiento. Literalmente cientos de Jeeps!!!  Nosotros fuimos al mirador de King Kong, no podía ser otro, tratándose de estas latitudes. Después de la contemplación y la realización de cientos de fotos, vuelta a los Jeep y comienzo otra vez del peregrinaje hacia el cono enorme del volcán, desde el que partir, para atravesar una gran llanura de arena volcánica y emprender la empinada subida, que finaliza en otra empinada escalera, que te lleva hasta el cráter del volcán. Aquí todo se empinaba! Nueva sesión de fotos y desandar el camino realizado para llegar hasta el Jeep que nos llevaría hasta el hotel. Desayuno copioso, no comíamos desde las 14 horas del día anterior. Recogida de maletas y montarnos en un taxi que nos trasladaría hasta Bonowoso, desde la que ascenderemos mañana al volcán Ijen. Pero esa será otra aventura.

Hoy hemos salido un poco más tarde, a las 4. Teníamos dos horas de coche hasta la entrada al parque desde el que se accede al Ijen. A las 6:15 ya estábamos andando y llegamos al cráter sobre las 7:30. Realizadas las fotos de rigor y contemplado el espectáculo tan impresionante del volcán, iniciamos la bajada sobre las nueve. En el parking nos esperaba el taxi que nos llevaría hasta el puerto de Ketapan, donde cogeríamos el ferry que une Ketapan con la ciudad balinesa de Jilimanuk. Allí nos estaba esperando Ría que nos llevaría hasta Pemuteran, donde

teníamos concertado el alojamiento durante dos noches.

Por la mañana hemos cambiado la actividad radicalmente, de los volcanes anteriores, pasamos a los fondos marinos del Parque Nacional Bali Barat, y más concretamente en la isla de Menjangan. Salimos sobre las nueve de la mañana, y tras cuarenta y cinco minutos de travesía en barco, estuvimos en dos puntos diferentes explorando los fondos marinos del arrecife. Diversidad de peces y de emociones durante el tiempo que duró la actividad. Estábamos viendo el documental de la 2, pero sin dormirnos y en directo. A las 13 horas ya estábamos de vuelta en nuestro hotel. La tarde fue de relax, con piscina en el hotel y actividades digitales diversas.

Al día siguiente madrugamos menos, a las seis de la mañana nos levantamos y a las seis y media nos recogía el taxi para ir a Munduk, pueblo situado en las montañas centrales de Bali. Munduk es un vergel en el término amplio de la palabra. De allí salen varias rutas para visitar las cascadas y los campos de arroz en terrazas. Por la mañana estuvimos visitando dos cataratas cercanas al pueblo. En el camino compramos en una tienda varias bolsas de vainilla y azafrán. El pueblo estaba atareado en la recolección del clavo. Había  hombres subidos en escaleras hechas de tronco de bambú, recolectando el clavo; mujeres separando el clavo de las ramas; otros extendí los clavos ya separados en lonas para secarlos, al igual que aquí se hace para la elaboración de la pasa. Podíamos ver el color que iba adquiriendo el clavo según los días que llevaban de secado. Llamaba la atención del que el clavo no olía como tal hasta que estaba completamente seco. En los procesos anteriores no se apreciaba el olor tan característico al que estamos acostumbrados.

De Munduk bajamos hacia Ubud, ciudad más al sur y donde empezamos a sentir la fama turística de Bali. A las siete nos recogió el taxista que habíamos contratado para ver unos lagos y visitar varias cascadas y un templo en el camino hacia Ubud. La primera parada la hicimos a pie de carretera, en un mirador que nos permitía ver dos grandes lagos alpinos pero en el trópico. A continuación empezó la ruta de las cascadas…………….., todas con las mismas características. Bajada prolongada y empinada por escaleras, que claro, después teníamos que subir. Fue al día siguiente cuando sentimos los efectos de tales bajadas y subidas. Posteriormente paramos para visitar el Pura Ullun Danu, el más fotografiado de Indonesia, que se encontraba a orillas del lago Baratan. Tanto el templo, el enclave y las vistas eran espectaculares. Cómo no!!! Aquí la sesión fotográfica fue como Dios manda. Buenos, como todos los dioses allí reunidos mandaron. Terminada la visita, pusimos rumbo a Ubud, previa parada para comer, que el cuerpo lo necesitaba, después de tantas subidas y bajadas. Teníamos previsto llegar temprano, pero llegamos a las y tantas. El caos ordenado junto con las retenciones nos dieron de bruces con la realidad. Búsqueda de la casa de huéspedes y acoplamiento en las habitaciones para un merecido descanso.

Al día siguiente Ubud nos mostró sus calles luminosas con unas cuantas horas de lluvia. Lluvia de verdad!!!!! Capeamos las primeras horas de lluvias tramitando algunas cosas que teníamos que  hacer por la tarde y parando a cubiertos del temporal, cada vez que uno de los dioses, decía: agua va!!! Qué chaparrones!!!! Visitamos primero el Palacio de Ubud, que teníamos cerca del hotel. Andando y parando a resguardo por los chaparrones, llegamos al Bosque de los monos, donde nos estaban esperando unos seiscientos monos cada uno de su padre y de su madre. Paseando entre monos, echamos el resto de la mañana que los chaparrones nos habían dejado. Después nos encaminamos al templo……….., donde tuvimos que entrar con el atuendo propio de unos devotos que realizaban la peregrinación a dicho templo m. A mi me pareció casi igual que ir de traje corto al Rocio, pero como si a la virgen le ponen una trompa y más brazos. Terminada la visita, tocó buscar un lugar donde comer, y aquí es donde los dioses del templo anterior intervinieron para mostrarnos la senda hacia el Nirvana. Entramos por un callejón que no conducía a ningún sitio, pero como la perfección se alcanza de la manera más simple y austera, la senda escogida nos llevó a la Shangrila de Ubud.

Terrenos de arroz, roturados y sembrados de la forma más tradicional a escasos metros de los grandes atascos. Para colmo con un restaurante bueno, bonito y barato. Qué más podíamos pedir!!!!  Terminado tan reponedor y agradable almuerzo nos fuimos al hotel a descansar. Pero los dioses del templo todavía nos tenían reservada otra grata sorpresa. Un espectáculo de danza balinesa tradicional en un marco espectacular. Un espectáculo de imágenes, sonidos y movimientos se estaba desarrollando a escasos pasos de nosotros. Salimos del recinto admirados de lo que habíamos visto. Con nuestros cuerpos henchidos de tanta maravilla nos fuimos a dormir.

a tranquilo por Ubud y los alrededores. Si ayer completamos un día estupendo, hoy ha sido el día de las decepciones. Andando nos fuimos hacia el templo de Parhyangan Jagat y al llegar nos lo encontramos cerrado. Le dimos unas cuantas vueltas para ver si podíamos entrar y todo el esfuerzo fue en vano. Desde allí negociamos un taxi que nos llevaría a dos pueblos cercanos para visitar dos templos y una ciudad de artesanos de la madera. Disponíamos de tres horas para realizar el tour completo. Al llegar al primer templo, nos dieron nuestro sarong”, pues no podíamos entrar en pantalón corto. Nos encaminamos hacia el templo de esa guisa, y lo que nos parecía que íbamos a encontrarnos con un templo majestuoso, eran unas simples tapias que rodeaban una gran pared de roca donde habían esculpidos unas figuras representando actividades de la vida diaria. No había más!!!! A continuación nos dirigimos hacia el otro templo alejado de éste como dos kilómetros, donde tuvimos que realizar la misma parafernalia del anterior. Este templo tenía algo más de decoración, pero lo importante era una cueva excavada en la roca donde había tres altares y una nube de humo de incienso en el interior que hacía irrespirable la atmósfera. Nosotros llevábamos poco tiempo inmersos en la cultura balinesa, por lo que nos pareció que alcanzar el Nirvana con los pulmones negros era mucho sacrificio, por lo que salimos rápidamente de la estancia. Recuperados con un refrescante agua de coco, muy recomendable para quitarte la sed de golpe, nos dirigimos hacia el pueblo de los artesanos. Nuestra intención era ver a los artesanos trabajar la madera,y sobretodo la realización de piezas talladas. Tiendas y puestos con piezas talladas había por doquier, pero artesanos trabajando no había ninguno. Nos dijeron que se habían ido a comer. Algunas herramientas andaban por el suelo, pero rastros de artesanos, virutas y polvo de lijar la madera no vimos por ningún lado. Así que pusimos rumbo a Ubud porque se acababa nuestro tiempo con el taxi y porque ya era la hora de comer, y como todos sabéis el turismeo” cansa más que cualquier ruta exigente de montaña. Pero todo no fue decepcionante, nos habíamos quedado una noche más porque queríamos ver una actuación de danza Kecat”, y la verdad que valió la pena. Si la noche anterior habíamos disfrutado con el espectáculo, éste sobrepasaba el anterior. Con nuestras pupilas y oídos henchidos de tantas imágenes y sonidos, nos fuimos a cenar, y a acostarse pronto que al día siguiente había que madrugar.

A las seis menos cuarto nos levantamos, pues un microbús nos recogía de seis y media a siete para llevarnos hasta el puerto de Kusamba, y desde allí ir hasta la cercana isla de Nusa Penuda. Era el único destino al que no teníamos reservado alojamiento, y la verdad que no costó mucho encontrar uno. Desde el alojamiento solicitamos un taxi que nos llevaría a los lugares más emblemáticos de la isla. Primero nos llevó a los acantilados de KelingKing Cliff, que están preparados para que todo el que llegue se haga selfies en distintos lugares. El reino de los sitios happy selfie”. Realizada las fotos habituales recalamos en otros acantilados: Angel Billabong (con nombre de marca sulfera) y Broken Beach . Allí como pudimos hicimos las fotos de rigor y salimos echando leches, es un decir, porque el hambre apretaba debido a que el desayuno fue bastante frugal. Repuestos en un restaurante de carretera nos dirigimos hacia la playa de Cristal Bay, donde algunos se bañaron e hicimos las fotos de atardeceres como requería la ocasión. Aquí concluía el recorrido por la isla, así que el conductor puso rumbo al alojamiento y después de una cena ligerita y una ducha reconfortante, nos fuimos a la cama, por que al día siguiente no teníamos que madrugar……

No teníamos que madrugar en comparación con días anteriores. El desayuno lo teníamos a las 7 y a las 8:30 nos recogía el taxi que nos llevaría al centro de buceo. Volvíamos a realizar buceo en cuatro lugares de la isla. De los cuatros el que más interés tenía era en el que íbamos a poder divisar mantas rayas. Había un poco de oleaje y para poder divisar las mantas nos teníamos que acercar a las paredes de los acantilados. Así que seguimos al guía como buenamente pudimos y al poco tiempo fueron apareciendo las mantas por debajo nuestra. Como el arrecife estaba alto había momentos que pasaban a escasos centímetros. Así que entre codazos y aletazos, pues nos íbamos aglomerando cada vez más buceadores, estuvimos un buen rato disfrutando de la experiencia de bucear entre mantas, y en el difícil arte de ir sorteando buceadores sin recibir un aletazo en parte alguna del cuerpo. Los otros tres puntos fueron más flojos, en comparación con la experiencia vivida en el Parque Nacional Bali Barat. El barco puso rumbo al puerto y dimos por concluida la jornada marítima. El taxista nos estaba esperando, en el centro de buceo y nos llevó a un restaurante a comer. Nos ofreció un tour por la parte de la isla que no habíamos visitado, pero declinamos el ofrecimiento, y nos fuimos a descansar, porque al día siguiente teníamos una jornada ajetreada. Tras descansar, salimos a dar una vuelta y cenamos. Tras la cena paseito hasta el alojamiento y a la cama.

Aunque no teníamos que madrugar, nos levantamos a la misma hora de siempre, las seis. Algunos dimos una vuelta antes de desayunar para ver el ambiente festivo que había en el pueblo por la celebración del Kuningan. En todos los lugares, había ofrendas, que iban siendo puestas por mujeres que en bandejas, llevaban preparadas las canastillas con flores alimentos y su varilla de sándalo. Por todas las calles y callejones se percibía el aroma a sándalo.

Volvimos para desayunar por que a las 8:30 nos recogía el taxi que nos llevaría al puerto de Banjar  para coger el barco rápido que nos trasladaría nuevamente a Bali, a la ciudad de Sanur. A las 10 zarpó el barco y en cuarenta y cinco minutos ya estábamos en Sanur. Allí nos esperaba un taxi que nos llevaría directamente al aeropuerto para coger el vuelo hacia Yakarta. La duda, ante las horas que quedaban para salir el vuelo, era si quedarnos en Sanur o irnos directamente hacia el aeropuerto. Como teníamos la experiencia de las colas que se forman en la ciudades más pobladas, y Sanur tenía toda la pinta de ser una ciudad poblada y además llena de turistas, decidimos realizar la espera en el aeropuerto.

A las 18:45 salió nuestro vuelo y a las 19:30 llegamos a Yakarta. En la puerta nos estaba esperando un taxi que tuvimos que buscar durante un buen rato, porque hubo un malentendido en la ubicación. Solucionado el malentendido, llegamos al hotel. Como era tarde, subimos a las habitaciones porque nadie tenía muchas ganas de cenar.

Último día en Yakarta y fin del viaje. Nos hemos levantado más tarde de lo habitual, a las 7 de la mañana, para hacer las maletas y desayunar sobre las 8. Hemos pedido un taxi que nos llevaría hasta el centro de la ciudad, a la plaza Merdeka, una plaza enorme donde se levanta un obelisco, el Monas (Monumento Nacional).

Antes de llegar a la plaza vimos grupos de gente no banderas y atuendos típicos palestinos. Se trataba de una concentración en favor de Palestina que coincidía con el día de las Fuerzas Armadas. Aprovechamos la ocasión para hacernos fotos con varios grupos. Los actos habían concluido, pero la plaza seguía con un gentío y con las infraestructuras de haber albergado a un número considerable de personas. A un lateral de la plaza había vehículos y tanques en los que las personas que habían acudido a los actos se estaban fotografiando al lado y dentro de los mismos. Después nos encaminamos hacia la mezquita Istiqlal la tercera mezquita más grande del mundo. No nos dejaron de entrar por que se estaba celebrando actividades dentro de ella y no podíamos acceder. El río de personas, sobretodo mujeres, que salían por las distintas puertas era enorme. Apenas podíamos andar por los alrededores. Aprovechamos para hacerles infinidad de fotos, con la complacencia y amabilidad que les caracteriza. Enfrente de la puerta cinco se encontraba la catedral católica de Yakarta, por lo que nos dirigimos para verla. Pero tampoco nos dejaron de entrar por que había misa. Viendo que los dioses de las religiones mayoritarias, no querían visitas, nos dirigimos hacia la estación Gambir Central. Allí, echamos nuestro tiempo disfrutando de la comida y del aire acondicionado. Comidos y refrigerados, decidimos hacerles frente a los dioses que tan descorteses habían sido por la mañana, negando el paso a quienes, llegados de tan lejos, deseaban contemplar sus extraordinarios templos. Trabajo nos costó entrar en el templo musulmán, pues parecía que tampoco por la tarde podríamos entrar. Pero la insistencia recogió sus frutos y pudimos hacer una visita rápida, por que pronto empezarían los actos religiosos. Visitada la mezquita, nos dirigimos hacia el templo católico. Aquí todo fue llegar y entrar. La Catedral es pequeña pero coqueta. Nos sentamos en los bancos del fondo y estuvimos contemplándola durante un buen rato, tanto por su belleza, como por el buen aire acondicionado con el que contaba. Ahítos ya de tanta espiritualidad proporcionada por religiones encontradas y enfrentadas durante tanto tiempo, volvimos a la estación Gambir Central para refrescarnos, merendar algo y buscar (porque era el sitio más adecuado) un taxi que nos devolviera al hotel. Cogimos el taxi y sobre las cinco ya estábamos en el hotel. Como anécdota, el taxista se quedó sin saldo en la tarjeta, y  os quedamos atascados en el conteo de pago de la autovía; como nuestras tarjetas no funcionaban en el control, ni corto ni perezoso el taxista le pidió la tarjeta a quien se paraba en el control de al lado, que amablemente se la dejaban para pagar. Así, hasta dos veces. Recogimos las mochilas que habíamos dejado en la recepción, y por recomendación del conserje, subimos a una sala de espera, que tenían para tal fin, y allí nos aseamos, nos maqueamos y esperamos hasta las nueve, donde el coche del hotel nos llevaría al aeropuerto.

Lo que parecía que iba a ser un día insulso, en una capital que te recomiendan pasar casi de puntillas, se convirtió en una jornada espiritualmente intensa.

A las 0:55 salía nuestro vuelo del aeropuerto de Yakarta rumbo a Doha donde hacíamos una escala de dos horas. Sobre las 5:30 de la mañana llegamos a Doha. A las 8:00 horas volvíamos a embarcar para coger el vuelo que nos llevaría a Málaga, y sobre volando el Mar Mediterráneo escribo estas líneas. La llegada la escribiré cuando tomemos tierra. A las 14:30 del día siete de octubre tomó tierra el avión. Fin del viaje.

Estas líneas escritas sobre la marcha, sólo son el reflejo, tamizado por la mente, de una aventura. Pero toda aventura, para poder realizarla no surge de la nada. Gracias, a Carlos por la planificación, el desarrollo y la ejecución de este viaje, que ni en sus mejores pensamientos la hubiera imaginado, tan bien, como ha salido.










































































































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