Participantes: Pili, Paco
Ponferrada, Lucía, Antonio de Fornes, Antonio Usieto, Victoria, Lily, Manolo y
Jesús
Distancia recorrida: 13,9 km
Desnivel acumulado: 785 m
Desayuno en la gasolinera de Nerja. Mal pan, mal jamón, aceptable servicio, muy buena situación, caro.
Bienvenida Victoria que llevabas
tiempo inmemorial sin salir a caminar con el grupo. Obséquianos con tu
participación más a menudo.
Los pueblitos de la Axarquía son
un dédalo de callejuelas casi intransitable para los coches. Muchos han hecho
aparcamientos alrededor del casco urbano porque ni había aparcamientos en las
casas ni espacio en las calles. Maro no es una excepción y ha preparado al
menos dos aparcamientos. Uno debajo de la plaza de la Iglesia y otro al lado de
la rotonda este de la N-340, que antes era de tierra, pero ahora está mejor
acondicionado con grava. En él hemos aparcado después del desayuno.
Por el túnel debajo de la autovía
hemos entrado al carril del Arroyo Sanguino, carril que enseguida termina en
unas casas de campo bien surtidas de perros ladradores. Una vez pasadas las
casas y tomada la senda que va por el cauce del Sanguino, ha vuelto la calma,
sin ladridos.
Como novedad apuntar que la
semana pasada llovió y debió de caer por aquí una tormentilla porque el
Sanguino salió y también los barranquillos que en él desembocan. ¡Qué alegría
caminar por tierra húmeda, adornada con las señales de haber corrido el agua,
después de la tremenda sequía que hemos tenido!
Pasada la cuevecilla donde hace años
que vive alguien, aunque nunca hemos visto otra cosa que su perrillo, llega al
Sanguino por la izquierda la senda que baja del cerro Fuente del Perro, casi
enfrente de donde desemboca en el Sanguino la cañada Maoca. En ese punto un
pino caído parecía desviar la senda por el talud izquierdo hacia la cañada,
pero eran trías de motos que no hemos tenido en cuenta y hemos proseguido por
el cauce del Sanguino.
Unas piedras que cortan el
Sanguino indican el punto donde abandonamos el cauce para entrar en una
cañadita a la derecha, al lado del cortijo Lechuguino. Ahí acaba el sosiego de
caminar por el cauce casi llano del Sanguino para comenzar a ascender por la
crestita del cortijo Almanchares. El esfuerzo enseguida se ha traducido en
sudor y eso que caminábamos a la sombra de la loma Patato.
Pili ha marcado un ritmo
tranquilo, constante, que pronto nos ha llevado a la senda que viene del
camping al cortijo Almanchares. Hemos hecho un ratito de descanso y hemos
enfilado hacia el cortijo bien visible en lo alto de su loma.
Al Almanchares cada vez le quedan
menos paredes en pie, pero sigue teniendo una de las mejores panorámicas de la
sierra hacia Maro, a Nerja y al azul del mar, con el verde valle del Sanguino a
los pies y el cerro Tajo de los Bueyes al oeste.
Desde el cortijo los pinos nos
han brindado su sombra durante casi todo el trayecto hasta el carril de La
Civila, pero el carril hay que subirlo sin protección, luchando con el sol y
con la empinada cuesta. Casi enfrente del caserío de La Civila, en el mismo
carril al collado, hemos aprovechado la sombra de los pinos para hacer el
Ángelus y descansar un ratito.
En el collado de la Civila
dejamos el camino de la Cuesta del Cielo y tomamos al este la sendita que une
este collado con el cortijo de Gómez. Hay que tomarla entre dos palmitos en el
borde del camino. Se mete la senda en un tupido pinar hasta un colladito desde
el que se domina toda la cabecera del arroyo Colmenarejos, y baja por una zona
de esquistos a una cresta al sureste.
En la cresta vuelven las dolomías
y la senda dificultosa entre piedras, maleza y descenso abrupto. Es un tramo
corto, de unos 700 m, que hay que hacer despacio y siguiendo los hitos, en el
que echamos un buen rato. Antonio de Fornes y Manolo encabezaban la expedición
y en verdad que nos han llevado sin pérdida al restaurado cortijo de Gómez. En
los mapas pintan una senda un poco más al suroeste, por debajo de la cresta,
senda que seguramente está impenetrable por la maleza.
En el cortijo de Gómez respiramos
aliviados: lo peor de la caminata había pasado, nos quedaba carril y buena
senda. Descendimos por el empinado carril, sin traza alguna de que al cortijo
llegasen coches, hemos dejando a la izquierda el derruido cortijo de Basilio y
en la cresta del este la alberca e instalaciones del cortijo de Antonio Alce,
para llegar al fondo del valle por donde discurre el arroyo Colmenarejos.
Dejamos el carril para entrar en
la senda que baja por el lecho el arroyo. El Colmenarejos ha labrado un cañón
bastante profundo, con tajos y oquedades en los paredones a derecha e
izquierda. Después del sol y mal piso de la cresta y del empinado carril desde
cortijo de Gómez, hemos entrado encantados en el suave lecho del Colmenarejos. Antonio
de Fornes que abría la comitiva ha encontrado un llanillo apropiado para
restaurante y ahí hemos sentado nuestros reales.
Con las fresquísimas cervezas
hemos pasado unas gambas deliciosas, algo de chacina leonesa y unos ricos
boquerones en vinagre. Ha venido después el capítulo de las tortillas que hoy
estaba cargadito, ensaladas cateta y de aguacate y kiwi, caballa con pimientos,
costilla de ibérico y filetillos tiernos. Para beber una botella de Jumilla y
otra de Ribera que hemos tenido que estirar para que llegara al queso. De
postre una deliciosa tarta de manzana y unas almendras con chocolate que hemos
acompañado con té y orujo. Excelente, tranquila comida. La hemos disfrutado
bien.
Una vez puestos en pie, no sin
esfuerzo, continuamos barranco abajo, hicimos fotos en el arco de piedra y en
una oquedad con un par de farallones rocosos, antes de desembocar en los restos
de una cantera que, además de un enorme pozo en el arroyo, ha dejado multitud
de maquinaria y vehículos allí arrumbados.
El carril de entrada a la cantera
nos llevó a la autovía que cruzamos por un puente sobre ella para alcanzar la
antigua carretera general N-340 y por su arcén anduvimos hasta Maro.
Decidimos subir a la plaza de la
Iglesia a tomar un refresco. Usieto llamó a nuestro antiguo amigo Juan que vino
a la plaza y recordando viejas andanzas echamos un buen rato.
Día muy bueno, con sol no demasiado fuerte, con brisa fresca, y sobre todo con excelente compañía que venía con ganas de pasarlo bien.
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