Viaje de 27
horas de ida, porque como todos sabéis, Indonesia está
a “tomar por culo”. Malaga- Doha y Doha- Yakarta, en la isla de Java.
Comenzamos con los protocolos habituales en la parafernalia aeronáutica: controles, espera, pantallas anunciando la
terminal, la hora y la puerta, bajada del avión, léase lo anterior otra vez
(porque hicimos transbordo en Doha) y llegada al destino. Todo por nuestra
seguridad. Expedición del visado, expedición de la tarjeta sanitaria,
expedición de declaración de que vas a estar menos de treinta días y que no llevas nada peligroso, paso de
inmigración y aduana, salida del aeropuerto y lucha por un taxi que te lleve a
la dirección del hotel. Todo por nuestra seguridad. Nota: las veintisiete horas
sólo cuentan desde que entramos por la puerta del aeropuerto AGP al aeropuerto
JKT.
Después de los trámites de hotel, irnos a cenar. Sería nuestra
primera toma de contacto con la comida indonesia, y qué mejor primer contacto que
con un burger. No había otra cosa, y
a falta de un buen Gao Gao , o de un Guren, o un Bakmi Gorang, pues una
hamburguesa de “chiken” con sus patatas fritas. Ya
tendríamos oportunidades de sobra
para deleitarnos con la variada y sabrosa comida indonesia, y de comer el “chiken” de todas las formas posibles.
El primer día en Indonesia tocaba cogerle el ritmo al país, y que mejor forma que visitar la capital:
Yakarta. Con su área
metropolitana de apenas 33 millones de personas. La decisión era, qué parte visitar.
Nos decidimos, obviamente, por el casco antiguo, que además estaba cerca de nuestro hotel, según los planos. Conseguimos un taxi por una de las
plataformas que para tal efecto existen, y hacia el barrio antiguo nos
dirigimos. Después
de tres cuartos de hora de taxi, llegamos. ¡¡¡Menos mal que estaba al lado!!!
El barrio antiguo tiene los vestigios de la época colonial holandesa, con
la casa del gobernador y el ayuntamiento, donde se han transformado una de
ellas, en museo de la historia indonesia. Recorrido el museo y recibidas las
explicaciones, esta vez con la versión de los que sufrieron la época colonial;
nos dirigimos hacia un mercado y un templo que por allí cerca marcaba la guía. El mercado, como cualquier mercado oriental que se precie, exhibe y
vende todos los productos más variopintos
que podamos imaginar. Desde pajarillos vivos para comprarlos y soltarlos en los
templos, hasta toda clase de raíces y productos
exóticos orientales. Además, de como podéis imaginar,
frutas desconocidas, verduras, peces difíciles de
identificar, carnes también difíciles de
identificar, ….etc, etc. Recorrido el
mercado continuamos nuestra exploración de la capital, adentrándonos en su barrio chino, buscando el templo Dharma
Bhakti. Al templo tuvimos que entrar descalzados, pero no disfrazados, eso
vendrá en otro capítulo. Allí estaban representados todos
los dioses: los malignos, los benignos, los bonachones y los opulentos. Más o menos como nuestras iglesias, no faltaban ni las
velas encendidas, pero con representaciones más divertidas, rostros alegres y picarones, rostros de mala leche,
rostros de elefantes, monos, ….Estuvimos un
buen rato visitando las dependencias e insuflándonos de toda la filosofía orientalista que se respiraba en el templo. Después nos fuimos a
comer, a uno de los puestos que había en el barrio
chino: sopa china con una infinidad de ingredientes, que cada uno eligió a su gusto. Después continuamos el recorrido
por los alrededores de la parte colonial holandesa, y cuando empezó a oscurecer, tuvimos que enfrentarnos a la tarea de
buscar un taxi que supiese llevarnos hasta el hotel. Llegados a este punto
tenemos que hacer la diferenciación entre
taxistas clásicos y digitalizados. El clásico no tenía ni idea de donde estaba el hotel, si le sonaba sabía que estaba por una zona bastante alejada, por lo
que el precio era desorbitado. Regateo al canto y falta de acuerdo. Si buscabas
al digitalizado pero no tenía taxímetro la
situación era la misma, por lo tampoco llegábamos a un
acuerdo. Solución final, buscar por la aplicación un taxi con taxímetro, y que los atascos y los dioses nos fueran
favorables. Las plegarias en el templo Dharma Bhakti surgieron efecto, y la
carrera del taxi marcó un precio
razonable.
Al día siguiente tocaba volar. Cogimos un vuelo de
Yakarta a Pangkalan Buun, en la isla de Borneo. Queríamos vivir la experiencia de adentrarnos en la selva
y poder observar a los orangutanes. Desde el aeropuerto de Pangkalan nos
dirigimos hacia Kumai, ciudad portuaria, desde la que salían los barcos que se adentraban por el río Senkoyer, para recorrer el Parque Nacional Tanjun
Puting, donde visitaríamos los tres
puntos en la selva, en los que son posibles el avistamiento de los orangutanes.
Para ello tendríamos tres días y dos noches en un Klotok (barco típico) río arriba, hasta llegar al tercer, y último, punto de observación. Nosotros éramos los únicos pasajeros del Klotok, más el capitán, un mecánico, una cocinera y el guía. El mismo número de
pasajeros que de tripulación. Quizás haya sido una
de las experiencias inolvidables de este viaje. Todo era nuevo, excepcional y
hasta mágico, lo que vivimos durante
los tres días. La impenetrabilidad de
la selva, los ruidos diurnos y nocturnos, los tonos de verdes, los coloridos de
los pájaros, las comidas, las
duchas, las camas en la cubierta del barco. Tengo la impresión de que ya no
volvimos a comer en ningún sitio a como
lo hicimos en el barco. Durante la travesía pudimos ver,
mucha suerte tuvimos, los cuatro simios característicos de Borneo: orangután, macaco,
gibón y narigudo. Además de aves, la
verdad que no muchas para lo que era el entorno, cocodrilo, arañas, serpientes,
ranas, insectos varios y una gama de plantas y flores impresionantes. Llegado
el tercer día, se dio por concluida la
experiencia selvática, y
volvimos al puerto de Kumai, donde nos esperaba un taxi que nos llevaría a Pangkalan Buun, para el día siguiente coger un vuelo hasta Semarang, ciudad de
la isla de Java.
Durante el trayecto en el taxi, hacia Pangkalan Buun oíamos unos ruidos ensordecedores de vencejos o
golondrinas y unos edificios grises, con infinidad de agujeros que se
apreciaban no habitados. Además en el cielo,
el número de aves volando no se
correspondía con el ruido emitido. Intrigados buscamos qué podía ser los ruidos y esos edificios altos sin habitar. Nos pusimos a
investigar y descubrimos que se trataban de edificios, para la cría de vencejos, y los ruidos eran emitidos por
altavoces para atraer a los vencejos. Los nidos eran vendidos después en el mercado
chino para su consumo a precios desorbitantes. Nos dimos entonces cuenta, de
que hay gente pa tó!!!!!!
Como llegamos a
buena hora a Pangkalan cogimos un taxi para ir a visitar un barrio de la ciudad
a orillas del río. Contaba con
su pequeño paseo fluvial, y a ambas orillas del río, se extendía todo un
barrio de casas construidas sobre el agua. En las orillas habían unas barcas alargadas a motor que servían de taxi para unir las dos orillas, o bien para
llevar pasajeros a las partes más alejada de
los barrio de ambas orillas. Fue otra experiencia única, pues al terminar el paseo continuamos andando
sobre “la calle” de tablas que
se extendía hacia la lejanía en aquel largo barrio de palafitos. Todas las
caras eran de asombro al vernos pasar, y las mujeres y niños se ofrecían amablemente a posar para las fotografías. No había ningún tipo de interés en el posado, sólo la
espontaneidad y amabilidad de gente que poco tienen, y salen de sus casas a
charlas y a disfrutar de un momento de pesca con sus vecinos. Anocheciendo y
captada la puestas de sol reflejada en las aguas del río, nos recogió
el
taxi para devolvernos al hotel.
Al día siguiente salimos vía aérea
de Pangkalan Buun rumbo a Semarang. Trayecto corto de apenas una hora. A la
llegada la consabida búsqueda de taxi,
con su regateo y todo, dejarlo todo aclarado y salir pitando rumbo a Borobudur.
Queríamos visitar el mayor y más antiguo templo budista de Indonesia. Para ello
nuestra idea era de estar una noche y al día siguiente
seguir la ruta prevista. Pero como el templo no estaba activo, y tampoco habíamos hecho plegaria en templo alguno, los dioses
malignos se interpusieron en el camino. Llegamos a Borobudur a la hora de
comer, y después
de comer iríamos a comprar las entradas.
Después de comer
empezó a llover, como llueve por
estas latitudes. No había entradas para
ese día, y al día siguiente el templo estaba cerrado, y las entradas
para el día siguiente que abrían eran a partir de las once y media. Los dioses nos
la tenían guardada!!! Qué pedazos de ca…..!!! Ya que estábamos en
Borobudur quién
se iba sin contemplar tan bello templo?
Al final, decidimos quedarnos una noche más, y sacamos las entradas para la primera hora que había: las once y media. Pero las dotes convincentes de
Carlos, hizo que la encargada tuviera la amabilidad de dejarnos pasar con el
primer grupo, sobre las nueve y media; pero teníamos que estar en la puerta a las nueve de la mañana como un reloj.
Aquí tuvimos que recomponer la
situación y el viaje, y realizar alguna actividad que compensaran el poder de
los dioses malignos. Esa misma tarde para no perder el día, decidimos de ir al monasterio de Mendut, en las
afueras de Borobudur; donde a las siete se cerraba el templo pero los monjes
empezaban sus plegarias. Al llegar al monasterio ya de noche, no había ni un alma. Lo recorrimos como buenamente pudimos
y helo aquí!!! Que los dioses benignos
empezaron a actuar. Vino hacia nosotros un monje, le explicamos lo que queríamos y amablemente nos invitó a acompañarlo en sus rezos. Estuvimos un tiempo
prudente y nos retiramos silenciosamente, dejando al monje que siguiera con sus
plegarias. Nos fuimos hacia el hotel y la cena la hizo cada cual como le
pareció.
Después del
contratiempo de las entradas, y como contábamos con un día más en Borobudur, decidimos acercarnos hasta el
Complejo de Prambanan. Enorme complejo de templos que cuenta hasta con servicio
de vehículos eléctricos para
aquellos visitantes a los que se les hace las distancias muy largas. Para ello,
cómo no, buscamos un taxi. Dentro del complejo están los templos Siva Mahjadeva, Sewu, otro a Brahma y
otro a Visnu. Arie, el taxista, nos estaba esperando a la salida para traernos
a Borobudur. Hicimos una parada en el monasterio de Mendut que habíamos visitado la tarde anterior, para tomar las
fotos que no pudimos hacer por falta de luz, y nos fuimos a comer con Arie. Por
la tarde noche, salimos a dar un largo paseo por la ciudad.
Por la mañana
como un reloj estábamos en la
puerta del templo de Borobudur, a las nueve. Realizados los trámites de rigor y asignado el grupo con los que haríamos la visita, comenzamos las estaciones de
entrada: espera para la asignación del guía, cambio de
calzado, presentación del guía, consejos para la visita,
y por fin el comienzo y acercamiento hasta el impresionante templo de
Borobudur. La visita al templo está milimetrada en
cuanto al tiempo de estancia en el recinto. El número de visitantes ha hecho que la concienciación por la conservación
del templo haya sido muy importante; y las entradas muy restringidas, tanto en
el número de visitantes, como en
el tiempo de estancia en el templo. Nada más terminar la
visita teníamos previsto el
desplazamiento hacia Yogyakarta para coger el tren que nos llevaría a Malang. Habíamos quedado
con Arie, el taxista del día anterior, que
vendría a recogernos al hotel.
Comimos en la estación de Yogyakarta y sobre las cinco cogimos el tren. Seis
horas de trayecto, y a las once llegamos a Malang. Allí solicitamos un taxi, pero como había dos puertas de salidas en direcciones opuestas,
nosotros salimos por una y el taxi estaba en la otra. Le mandamos un wasat
y al cuarto de hora apareció. Paró junto a nosotros y cuando íbamos a abrir la puerta aceleró y salió pitando.
Seguramente llevaba al lado al Dios cachondo y bromista. Como hay dioses para
todo!!!! Pero a nosotros esa broma hozo que la compañía de taxi nos penalizara
con una multa por haber llegado más de diez
minutos tarde. Pero como los dioses no están pendientes de
las cosas materiales, no cayeron en la cuenta del efecto rebote que producían con su “dichosita” broma. Como
llegamos tan tarde al hotel, sólo nos dio tiempo a coger las habitaciones y
derechitos a la cama, que teníamos que
madrugar
En Malang sólo pasamos esa
noche. Al levantarnos nos encontramos con una recepcionista de lo más apañá, que
nos resolvió todas las dudas que teníamos, tanto
para desayunar como para proseguir nuestra ruta camino del Bromo. Creo que los
dioses de dieron cuenta de la faena que nos habían hecho y compensaron su atrevimiento. En la puerta del hotel nos
recogió el taxi que Via, la
recepcionista, nos había pedido y nos
pusimos en camino.
A media mañana llegamos a Cemorolawang, pueblo situado
a 2217 m. de altitud, en el cráter del Bromo.
Por aquí pasan todos los jeeps que
van hacia el volcán. Pueblo
curioso, con las casas escalonadas a lo largo de la carretera, adornadas con
banderas de colores. Hay rincones que recuerdan a un pueblo del Tíbet. Almuerzo-merienda-cena en el restaurante de un
hotel. Paseo por el pueblo y a la cama prontito que madrugamos al otro día.
Salimos a las
tres de la mañana para ver de amanecer sobre el Bromo y el Gunug Semeru, éste último el pico más alto de Java. La romería para ver la salida del sol es descomunal, cientos
de Jeep llevan a los turistas a los distintos miradores desde donde admirar el
acontecimiento. Literalmente cientos de Jeeps!!! Nosotros fuimos al mirador de King Kong, no
podía ser otro, tratándose de estas latitudes. Después de la contemplación y la
realización de cientos de fotos, vuelta a los Jeep y comienzo otra vez del
peregrinaje hacia el cono enorme del volcán, desde el que
partir, para atravesar una gran llanura de arena volcánica y emprender la empinada subida, que finaliza en
otra empinada escalera, que te lleva hasta el cráter
del volcán. Aquí todo se
empinaba! Nueva sesión de fotos y desandar el camino realizado para llegar
hasta el Jeep que nos llevaría hasta el
hotel. Desayuno copioso, no comíamos desde las
14 horas del día anterior. Recogida de
maletas y montarnos en un taxi que nos trasladaría hasta Bonowoso, desde la que ascenderemos mañana al volcán Ijen. Pero esa será otra aventura.
Hoy hemos
salido un poco más tarde, a las
4. Teníamos dos horas de coche
hasta la entrada al parque desde el que se accede al Ijen. A las 6:15 ya estábamos andando y llegamos al cráter sobre las 7:30. Realizadas las fotos de rigor y
contemplado el espectáculo tan
impresionante del volcán, iniciamos la
bajada sobre las nueve. En el parking nos esperaba el taxi que nos llevaría hasta el puerto de Ketapan, donde cogeríamos el ferry que une Ketapan con la ciudad balinesa
de Jilimanuk. Allí nos estaba
esperando Ría que nos llevaría hasta Pemuteran, donde
teníamos concertado el alojamiento durante dos noches.
Por la mañana
hemos cambiado la actividad radicalmente, de los volcanes anteriores, pasamos a
los fondos marinos del Parque Nacional Bali Barat, y más concretamente en la isla de Menjangan. Salimos
sobre las nueve de la mañana, y tras cuarenta y cinco minutos de travesía en barco, estuvimos en dos puntos diferentes
explorando los fondos marinos del arrecife. Diversidad de peces y de emociones
durante el tiempo que duró la actividad.
Estábamos
viendo el documental de la 2, pero sin dormirnos y en directo. A las 13 horas
ya estábamos de vuelta en nuestro
hotel. La tarde fue de relax, con piscina en el hotel y actividades digitales
diversas.
Al día siguiente madrugamos menos, a las seis de la
mañana nos levantamos y a las seis y media nos recogía el taxi para ir a Munduk, pueblo situado en las
montañas centrales de Bali. Munduk es un vergel en el término amplio de la palabra.
De allí salen varias rutas para
visitar las cascadas y los campos de arroz en terrazas. Por la mañana estuvimos
visitando dos cataratas cercanas al pueblo. En el camino compramos en una
tienda varias bolsas de vainilla y azafrán. El pueblo
estaba atareado en la recolección del clavo. Había hombres subidos en escaleras hechas de tronco
de bambú, recolectando el clavo;
mujeres separando el clavo de las ramas; otros extendí los clavos ya separados en lonas para secarlos, al
igual que aquí se hace para la elaboración
de la pasa. Podíamos ver el
color que iba adquiriendo el clavo según los días que llevaban de secado. Llamaba la atención del
que el clavo no olía como tal
hasta que estaba completamente seco. En los procesos anteriores no se apreciaba
el olor tan característico al que
estamos acostumbrados.
De Munduk
bajamos hacia Ubud, ciudad más al sur y
donde empezamos a sentir la fama turística de Bali.
A las siete nos recogió el taxista que
habíamos contratado para ver
unos lagos y visitar varias cascadas y un templo en el camino hacia Ubud. La
primera parada la hicimos a pie de carretera, en un mirador que nos permitía ver dos grandes lagos alpinos pero en el trópico. A continuación empezó la ruta de las cascadas…………….., todas con las mismas características. Bajada prolongada y empinada por escaleras,
que claro, después
teníamos que subir. Fue al día siguiente cuando sentimos los efectos de tales
bajadas y subidas. Posteriormente paramos para visitar el Pura Ullun Danu, el más fotografiado de Indonesia, que se encontraba a
orillas del lago Baratan. Tanto el templo, el enclave y las vistas eran
espectaculares. Cómo no!!! Aquí la sesión fotográfica fue como Dios manda. Buenos, como todos
los dioses allí reunidos
mandaron. Terminada la visita, pusimos rumbo a Ubud, previa parada para comer,
que el cuerpo lo necesitaba, después de tantas subidas y bajadas. Teníamos previsto llegar temprano, pero llegamos a las y
tantas. El caos ordenado junto con las retenciones nos dieron de bruces con la
realidad. Búsqueda de la casa de huéspedes y
acoplamiento en las habitaciones para un merecido descanso.
Al día siguiente Ubud nos mostró sus calles luminosas con unas cuantas horas de
lluvia. Lluvia de verdad!!!!! Capeamos las primeras horas de lluvias tramitando
algunas cosas que teníamos que hacer por la tarde y parando a cubiertos del
temporal, cada vez que uno de los dioses, decía: agua va!!! Qué chaparrones!!!! Visitamos primero el Palacio de
Ubud, que teníamos cerca del hotel.
Andando y parando a resguardo por los chaparrones, llegamos al Bosque de los
monos, donde nos estaban esperando unos seiscientos monos cada uno de su padre
y de su madre. Paseando entre monos, echamos el resto de la mañana que los
chaparrones nos habían dejado.
Después nos
encaminamos al templo……….., donde
tuvimos que entrar con el atuendo propio de unos devotos que realizaban la
peregrinación a dicho templo m. A mi me pareció casi igual que ir de traje corto al Rocio, pero como si a la virgen le
ponen una trompa y más brazos.
Terminada la visita, tocó buscar un lugar
donde comer, y aquí es donde los
dioses del templo anterior intervinieron para mostrarnos la senda hacia el
Nirvana. Entramos por un callejón que no conducía a ningún sitio, pero
como la perfección se alcanza de la manera más simple y
austera, la senda escogida nos llevó a la Shangrila de Ubud.
Terrenos de
arroz, roturados y sembrados de la forma más tradicional a
escasos metros de los grandes atascos. Para colmo con un restaurante bueno,
bonito y barato. Qué más podíamos pedir!!!! Terminado tan reponedor y agradable almuerzo
nos fuimos al hotel a descansar. Pero los dioses del templo todavía nos tenían reservada otra grata sorpresa. Un espectáculo de danza balinesa tradicional en un marco
espectacular. Un espectáculo de imágenes, sonidos
y movimientos se estaba desarrollando a escasos pasos de nosotros. Salimos del
recinto admirados de lo que habíamos visto. Con
nuestros cuerpos henchidos de tanta maravilla nos fuimos a dormir.
Día tranquilo por Ubud y los alrededores. Si ayer
completamos un día estupendo,
hoy ha sido el día de las
decepciones. Andando nos fuimos hacia el templo de Parhyangan Jagat y al llegar
nos lo encontramos cerrado. Le dimos unas cuantas vueltas para ver si podíamos entrar y todo el esfuerzo fue en vano. Desde
allí negociamos un taxi que nos
llevaría a dos pueblos cercanos
para visitar dos templos y una ciudad de artesanos de la madera. Disponíamos de tres horas para realizar el tour completo.
Al llegar al primer templo, nos dieron nuestro “sarong”, pues no podíamos entrar en pantalón corto. Nos encaminamos hacia
el templo de esa guisa, y lo que nos parecía que íbamos a encontrarnos con un templo majestuoso, eran
unas simples tapias que rodeaban una gran pared de roca donde habían esculpidos unas figuras representando actividades
de la vida diaria. No había más!!!! A
continuación nos dirigimos hacia el otro templo alejado de éste como dos
kilómetros, donde tuvimos que realizar la
misma parafernalia del anterior. Este templo tenía algo más de decoración, pero lo importante era una cueva
excavada en la roca donde había tres altares
y una nube de humo de incienso en el interior que hacía irrespirable la atmósfera. Nosotros llevábamos poco tiempo inmersos en la cultura balinesa,
por lo que nos pareció que alcanzar el
Nirvana con los pulmones negros era mucho sacrificio, por lo que salimos rápidamente de la estancia. Recuperados con un
refrescante agua de coco, muy recomendable para quitarte la sed de golpe, nos
dirigimos hacia el pueblo de los artesanos. Nuestra intención era ver a los
artesanos trabajar la madera,y sobretodo la realización de piezas talladas.
Tiendas y puestos con piezas talladas había por doquier,
pero artesanos trabajando no había ninguno. Nos
dijeron que se habían ido a comer.
Algunas herramientas andaban por el suelo, pero rastros de artesanos, virutas y
polvo de lijar la madera no vimos por ningún
lado. Así que pusimos rumbo a Ubud porque se acababa nuestro tiempo con el taxi
y porque ya era la hora de comer, y como todos sabéis el “turismeo”
cansa más que cualquier ruta exigente de montaña. Pero todo no fue
decepcionante, nos habíamos quedado
una noche más porque queríamos ver una actuación de danza “Kecat”, y la verdad
que valió la pena. Si la noche
anterior habíamos disfrutado con el
espectáculo, éste sobrepasaba el anterior.
Con nuestras pupilas y oídos henchidos de
tantas imágenes y sonidos, nos fuimos a cenar, y a acostarse pronto que al día siguiente había
que madrugar.
A las seis
menos cuarto nos levantamos, pues un microbús nos recogía de seis y media a siete para llevarnos hasta el
puerto de Kusamba, y desde allí ir hasta la
cercana isla de Nusa Penuda. Era el único destino al
que no teníamos reservado alojamiento,
y la verdad que no costó mucho encontrar
uno. Desde el alojamiento solicitamos un taxi que nos llevaría a los lugares más emblemáticos de la isla. Primero nos llevó a los acantilados de KelingKing Cliff, que están preparados para que todo el que llegue se haga
selfies en distintos lugares. El reino de los sitios “happy
selfie”. Realizada las fotos habituales recalamos en otros acantilados: Angel
Billabong (con nombre de marca sulfera) y Broken Beach . Allí como pudimos hicimos las fotos de rigor y salimos
echando leches, es un decir, porque el hambre apretaba debido a que el desayuno
fue bastante frugal. Repuestos en un restaurante de carretera nos dirigimos
hacia la playa de Cristal Bay, donde algunos se bañaron e hicimos las fotos de
atardeceres como requería la ocasión. Aquí concluía el recorrido
por la isla, así que el
conductor puso rumbo al alojamiento y después de una cena ligerita y una
ducha reconfortante, nos fuimos a la cama, por que al día siguiente no teníamos que madrugar……
No teníamos que madrugar en comparación con días anteriores. El desayuno lo teníamos a las 7 y a las 8:30 nos recogía el taxi que nos llevaría al centro de buceo. Volvíamos a realizar buceo en cuatro lugares de la isla. De los cuatros el
que más interés tenía era en el que íbamos a poder
divisar mantas rayas. Había un poco de
oleaje y para poder divisar las mantas nos teníamos que acercar a las paredes de los acantilados. Así que seguimos al guía como buenamente pudimos y al poco tiempo fueron apareciendo las
mantas por debajo nuestra. Como el arrecife estaba alto había momentos que pasaban a escasos centímetros. Así que entre codazos y
aletazos, pues nos íbamos
aglomerando cada vez más buceadores,
estuvimos un buen rato disfrutando de la experiencia de bucear entre mantas, y
en el difícil arte de ir sorteando
buceadores sin recibir un aletazo en parte alguna del cuerpo. Los otros tres
puntos fueron más flojos, en
comparación con la experiencia vivida en el Parque Nacional Bali Barat. El
barco puso rumbo al puerto y dimos por concluida la jornada marítima. El taxista nos estaba esperando, en el centro
de buceo y nos llevó a un
restaurante a comer. Nos ofreció un tour por la
parte de la isla que no habíamos visitado,
pero declinamos el ofrecimiento, y nos fuimos a descansar, porque al día siguiente teníamos una
jornada ajetreada. Tras descansar, salimos a dar una vuelta y cenamos. Tras la
cena paseito hasta el alojamiento y a la cama.
Aunque no teníamos que madrugar, nos levantamos a la misma hora de
siempre, las seis. Algunos dimos una vuelta antes de desayunar para ver el
ambiente festivo que había en el pueblo
por la celebración del Kuningan. En todos los lugares, había ofrendas, que iban siendo puestas por mujeres que
en bandejas, llevaban preparadas las canastillas con flores alimentos y su
varilla de sándalo. Por todas las calles
y callejones se percibía el aroma a sándalo.
Volvimos para
desayunar por que a las 8:30 nos recogía el taxi que
nos llevaría al puerto de Banjar para coger el barco rápido que nos trasladaría nuevamente a Bali, a la ciudad de Sanur. A las 10 zarpó el barco y en cuarenta y cinco minutos ya estábamos en Sanur. Allí nos esperaba un taxi que nos llevaría directamente
al aeropuerto para coger el vuelo hacia Yakarta. La duda, ante las horas que
quedaban para salir el vuelo, era si quedarnos en Sanur o irnos directamente
hacia el aeropuerto. Como teníamos la
experiencia de las colas que se forman en la ciudades más pobladas, y Sanur tenía toda la pinta de ser una ciudad poblada y además llena de turistas, decidimos realizar la espera en
el aeropuerto.
A las 18:45
salió nuestro vuelo y a las 19:30
llegamos a Yakarta. En la puerta nos estaba esperando un taxi que tuvimos que
buscar durante un buen rato, porque hubo un malentendido en la ubicación.
Solucionado el malentendido, llegamos al hotel. Como era tarde, subimos a las
habitaciones porque nadie tenía muchas ganas
de cenar.
Último día en Yakarta y
fin del viaje. Nos hemos levantado más tarde de lo
habitual, a las 7 de la mañana, para hacer las maletas y desayunar sobre las 8.
Hemos pedido un taxi que nos llevaría hasta el
centro de la ciudad, a la plaza Merdeka, una plaza enorme donde se levanta un
obelisco, el Monas (Monumento Nacional).
Antes de llegar
a la plaza vimos grupos de gente no banderas y atuendos típicos palestinos. Se trataba de una concentración en
favor de Palestina que coincidía con el día de las Fuerzas Armadas. Aprovechamos la ocasión
para hacernos fotos con varios grupos. Los actos habían concluido, pero la plaza seguía con un gentío y con las
infraestructuras de haber albergado a un número
considerable de personas. A un lateral de la plaza había vehículos y tanques en los que las personas que
habían acudido a los actos se
estaban fotografiando al lado y dentro de los mismos. Después nos
encaminamos hacia la mezquita Istiqlal la tercera mezquita más grande del mundo. No nos dejaron de entrar por que
se estaba celebrando actividades dentro de ella y no podíamos acceder. El río de personas, sobretodo mujeres, que salían por las distintas puertas era enorme. Apenas podíamos andar por los alrededores. Aprovechamos para
hacerles infinidad de fotos, con la complacencia y amabilidad que les
caracteriza. Enfrente de la puerta cinco se encontraba la catedral católica de
Yakarta, por lo que nos dirigimos para verla. Pero tampoco nos dejaron de
entrar por que había misa. Viendo
que los dioses de las religiones mayoritarias, no querían visitas, nos dirigimos hacia la estación Gambir Central. Allí, echamos nuestro tiempo
disfrutando de la comida y del aire acondicionado. Comidos y refrigerados,
decidimos hacerles frente a los dioses que tan descorteses habían sido por la mañana, negando el paso a quienes,
llegados de tan lejos, deseaban contemplar sus extraordinarios templos. Trabajo
nos costó entrar en el templo musulmán, pues parecía que tampoco
por la tarde podríamos entrar.
Pero la insistencia recogió sus frutos y
pudimos hacer una visita rápida, por que
pronto empezarían los actos religiosos.
Visitada la mezquita, nos dirigimos hacia el templo católico. Aquí todo fue llegar y entrar. La Catedral es
pequeña pero coqueta. Nos sentamos en los bancos del fondo y estuvimos contemplándola durante un buen rato, tanto por su belleza,
como por el buen aire acondicionado con el que contaba. Ahítos ya de tanta espiritualidad proporcionada por
religiones encontradas y enfrentadas durante tanto tiempo, volvimos a la
estación Gambir Central para refrescarnos, merendar algo y buscar (porque era
el sitio más adecuado) un taxi que nos
devolviera al hotel. Cogimos el taxi y sobre las cinco ya estábamos en el hotel. Como anécdota, el taxista se quedó sin saldo en la tarjeta, y os quedamos atascados en el conteo de pago de
la autovía; como nuestras tarjetas no
funcionaban en el control, ni corto ni perezoso el taxista le pidió la tarjeta a quien se paraba en el control de al
lado, que amablemente se la dejaban para pagar. Así, hasta dos veces. Recogimos las mochilas que habíamos dejado en la recepción, y por recomendación del
conserje, subimos a una sala de espera, que tenían para tal fin, y allí nos aseamos,
nos maqueamos y esperamos hasta las nueve, donde el coche del hotel nos llevaría al aeropuerto.
Lo que parecía que iba a ser un día insulso, en una capital que te recomiendan pasar casi de puntillas,
se convirtió en una jornada
espiritualmente intensa.
A las 0:55 salía nuestro vuelo del aeropuerto de Yakarta rumbo a
Doha donde hacíamos una escala de dos
horas. Sobre las 5:30 de la mañana llegamos a Doha. A las 8:00 horas volvíamos a embarcar para coger el vuelo que nos llevaría a Málaga, y sobre
volando el Mar Mediterráneo escribo
estas líneas. La llegada la escribiré cuando tomemos tierra. A las
14:30 del día siete de octubre tomó tierra el avión. Fin del viaje.
Estas líneas
escritas sobre la marcha, sólo son el reflejo, tamizado por la mente, de una
aventura. Pero toda aventura, para poder realizarla no surge de la nada.
Gracias, a Carlos por la planificación, el desarrollo y la ejecución de este
viaje, que ni en sus mejores pensamientos la hubiera imaginado, tan bien, como
ha salido.