Día 2 de junio, lunes.
Salida de Málaga a las 18 horas dirección Estambul. Llegada a Estambul prevista a las 23:25, con lo que nos quedaba poco margen de tiempo, pues nuestro vuelo a Biskek salía a las 00:45, para realizar el transfer. Pero los vientos del oeste estuvieron a nuestro favor y finalmente llegamos a Estambul a las 22:40, casi una hora antes, con lo que el margen nos dio para buscar la puerta de nuestro nuevo destino sin prisas y sin agobios. A la hora prevista 00:45, salió nuestro vuelo rumbo a las estepas del centro de Asia.
Dia 3 de junio, martes.
Después de estar toda
la noche volando y sumar las horas de diferencia entre Estambul y Biskek, con
respecto al horario español, llegamos a la capital kirguisa a las 8 de la
mañana, una hora antes del horario previsto. Aquí los vientos del oeste también acudieron en nuestra ayuda.
Después de la
experiencia vivida en Indonesia para realizar los trámites de entrada al país, donde estuvimos dos horas de reloj para poder entrar, nos
encontramos con una entrada al país de lo más rápida que se puede pensar. Llegada a la pequeña cola,
entrega del pasaporte revisión por parte del agente, miradita a la cámara….. y sellado
del pasaporte. Ya estábamos en
Kirguistán.
Compra de la
tarjeta de móvil para poder tener internet, y salida a la calle donde nos
esperaba el taxista que nos llevaría hasta el
hotel, situado casi en pleno centro de la capital y a unos treinta kilómetros
del aeropuerto.
La primera
impresión que teníamos de Kirguistán al
adentrarnos por los barrios periféricos de la capital, fue la de una ciudad extensa,
con la mayoría de las calles sin
asfaltar, con abundante vegetación por todos lados, con pocas señalizaciones y
con cierta laxitud en las normas de circulación. Pero a medida que nos acercábamos al centro, se iba pareciendo cada vez más a una ciudad grande. Eso sí, el nivel de vegetación seguía siendo igual de relevante como en la periferia; y,
la laxitud en el conducir seguía siendo la
misma. Llegados al hotel y como el cheking no se podía hacer hasta la una del mediodía, nos fuimos a tomarle el pulso a la ciudad y al país.
Empezamos por
ir a desayunar y cambiar dinero, todo lo podíamos hacer en
un centro comercial cercano al hotel. De las dos cosas previstas, el desayuno
fue la única que pudimos llevar a
cabo. Desayuno escueto, no daba para más la cosa: café y medio croissant
relleno de verduras, salmón y salsa de yogur. Lo de cambiar dinero fue más complicado. En la oficina de cambio había un cartel que anunciaba de la apertura de la
oficina, pero ésta
no se produjo en todo el tiempo que estuvimos, por lo que nos fuimos a buscar
algún otro sitio donde cambiar,
y pagamos el desayuno con tarjeta. Nos dirigimos hacia la plaza Ala-Too
epicentro de la ciudad. De camino pudimos cambiar en una entidad bancaria y
llegamos justo a tiempo de ver el cambio de guardia en el monumento a Manas levantado
en la plaza. Decidimos continuar la visita por el centro y llegarnos hasta el
bazar de Osh. A la entrada del bazar decidimos comer, antes de adentrarnos por
sus callejuelas. Comida excelente con una excelente atención por parte,
creemos, de la dueña, que en todo momento intentaba explicarnos cualquier duda
que teníamos. El bazar por la hora
que era, no estaba en su mayor esplendor, así
que
pudimos recorrerlo sin ningún tipo de apreturas. Concluida la visita, ya nos
dirigimos hacia el hotel para realizar el cheking y descansar de la jornada
agotadora.
Después de descansar
salimos a cenar un poco, charlar un rato en la sala del hotel y marcharnos a la
cama, pues queríamos madrugar
para trasladarnos a Karakol.
Día 4 de junio, miércoles.
Tras
levantarnos sobre las 6:30, y desayunar algo calentito en el hotel, la joven
recepcionista nos pidió un taxi que nos
llevaría a la estación de autobuses
del Oeste para coger la “marshrutka” en dirección Karakol. Las “ marshrutkas”
son
furgonetas de pasajeros que unen distintas ciudades. Cada una tiene su número distintivo según el trayecto
que hace. La nuestra era el número 501. Qué buen coñac!!!!
A las 8:05
salimos de la estación y teníamos por
delante un trayecto de unos cuatrocientos kilómetros. Nos esperaban unas seis
horas de viaje. La carretera era de doble calzada, pero sin la seguridad ni
comodidad de nuestras autovías. Cuando todo
parecía que iba a discurrir por
dicha carretera, empezaron a aparecer los tramos en obras, que prácticamente fueron el último tercio del viaje. Alternando tramos en obras con tramos con
asfalto llegamos a Karakol, ciudad donde el tiempo se ralentiza, a las 3 de la
tarde. Nada más llegar por Google
empezamos a buscar el sitio donde dormiríamos esa noche.
Al llegar a un lavadero de coches le preguntamos a un joven si nos podía indicar por dónde quedaba la calle. Cuál fue nuestra sorpresa que tras mirar la dirección
se ofreció a llevarnos en su coche. Así que, sin quererlo, la providencia nos envió a este amable muchacho paquistaní. Tras tomar posesión de la habitación, salimos
rumbo al centro para buscar algún sitio donde
comer. Comimos en un restaurante situado junto a unos cines. Tras la comida,
como ninguna de las películas que
echaban nos parecían
interesantes, buscamos la oficina de la CBT Karakol (Turismo Basado en la
Comunidad) donde nos informarían de las
posibilidades de lugares a visitar. Concretada la ruta que haríamos, salimos a recorrer la ciudad de Karakol.
Karakol es una
ciudad con anchas y largas avenidas y un sinnúmero de calles sin asfaltar. Muchos parques, mucha vegetación y mucho
verde entre las casas. Tras recorrer la ciudad, nos fuimos a descansar. A la
llegada nos encontramos con unos españoles que nos informaron de nuestro
próximo destino y que harían la misma
ruta que nosotros al día siguiente.
Día 5 de junio, jueves.
Madrugamos más de lo habitual. Teníamos previsto el desayuno a las 7:15.
A las 8:00 nos
recogió el todoterreno ruso de la
Segunda Guerra Mundial, que nos llevaría hasta Akk-Suu
y desde allí comenzar la subida hasta el
Valle de Althyn-Arassan. Nos había dicho quién
nos atendió en la CBT Karakol que el
camino era dificultoso, pero hasta que no lo empezamos, no nos dimos cuenta
realmente, de lo que significaba dificultoso. El camino era como andar por el
cauce de un río tras una avalancha de agua
enorme, y que se había secado. Todo
lleno de piedras de todos los tamaños, surcos enormes dejados por el incesante
pasar de grandes vehículos todos
terrenos que suben a los turistas hasta Althyn- Arassan. Llegamos a las diez,
después de recorrer sólo dieciséis kilómetros y dos horas de tortuoso traqueteo.
Realizamos dos pequeños recorridos por los
alrededores del poblado. El primero nada más llegar,
siguiendo el cauce del río Karakol hacia
su nacimiento. Nos fuimos acercando, sólo acercando, hasta los valles que tenían de telón de fondo, las impresionantes alturas de nieves
perpetuas de las Montañas Tian Shan Centrales. Después de la comida, dimos el
segundo paseo en dirección contraria al anterior. En el segundo recorrido, ya
después de comer,
ascendimos hasta una solitaria yurta por encima del campamento, para descender
posteriormente hasta un pequeño puerto desde el que se divisaba todo el valle y
las laderas empinadas de los montes circundantes. Acabamos la ruta y nos fuimos
a dar un baño en las aguas termales de las que disponía nuestro asentamiento. Después de tan relajante baño,
cenamos entre los alborotadores brindis de una veintena de
coreanoschinosjaponeses, la verdad que no pudimos descifrar su nacionalidad.
!Nori los hubiera reconocido a la primera!
Y a continuación nos fuimos a dormir.
Día 6 de junio, viernes.
Esta vez no
madrugamos. A las 9:00 habíamos quedado
con el chofer que nos bajaría. Desayuno
tranquilo y poco apetitoso para nosotros. Menos mal que desayunamos poco!!!
Porque a continuación nos quedaban los dieciséis kilómetros de bajada del tortuoso carril. No se sabía qué era peor, si la subida o la bajada. Nuestras cabezas
y el techo del pequeño todoterreno se hicieron amigos íntimos.
A las 10 nos
dejó el conductor sanos pero sin
ningún hueso en su sitio en la
estación de autobuses de Karakol. Allí el consiguiente
preguntar por la “marshrutka” de nuestro destino. Como había salido ya la última “marshrutka”, y no se sabía cuándo saldría otra, nos tocó
el
consiguiente regateo de taxis para que nos llevaran. Conseguimo uno a buen
precio y, !!!! hacia Kochkor !!!!, que no lo había dicho, era nuestro siguiente destino.
Durante el trayecto que duraría unas cinco horas paramos a almorzar en un restaurante de carretera, donde había parado el conductor a dejar un bolso que se había dejado un pasajero en un anterior viaje. Sin pensárnoslo dos veces aprovechamos la parada para comer, después del desayuno tan frugaz de la mañana. A falta de cervezas o vinos nos dieron a probar el “tan” que es la bebida nacional kirguis. Es una bebida de trigo fermentado ( aquí podríais pensar que os hablo de cerveza) pero nada más lejos de la realidad, sólo tiene el sabor al fermento y al final, pero que muy al final, quieres reconocer el sabor de la cerveza. Bebida nada recomendable para la Vinoteca, y que decidimos no llevaros una botella para que la degustarais en una de vuestras salidas; entre otras cosas, porque no queríamos que os estuvieseis acordando de algunos familiares nuestros el resto de vuestros días. Durante la comida nuestro conductor nos deleitó con una exhibición de “komuz” instrumento parecido a la bandurria, pero con sólo tres cuerdas. Terminada, eso sí, la estupenda comida, nos pusimos en camino. Después de tres horas llegamos a Kochkor, directamente a la ”guethouse” que habíamos cogido. Realizadas las tareas de acoplamiento en el módulo kirguis, nos dirigimos directamente a la agencia que nos prepararía la subida al lago Son-Kol. La cena fue un regalo de nuestra anfitriona que tuvo a bien agasajarnos por ser ese día, fiesta religiosa a nivel nacional. Cena excelente y típicamente kirguis.
Día 7 de junio, sábado.
A las 6:30 ya
estábamos en pie, aunque no teníamos el desayuno hasta las 7:30. Queríamos ir antes de partir para el lago Son Kol, a un
mercado de animales que se celebraba a las afueras del pueblo, pero que al
final se convierte en un mercadillo donde se vende de todo.
Después de desayunar
nos dirigimos hacia la parada de taxis para que nos llevara hasta el mercado. Rápidamente cogimos uno y en cinco minutos llegamos.
El mercado era principalmente de ganado: ovejas, vacas, caballos, pollos,
patos, conejos,… el ambiente
bullicioso de los tratos de compra y venta, se percibía por todos lados. Junto al de ganado, había otra zona más parecida a
los mercadillos nuestros.
A las 9:30
dejamos el mercado y nos dirigimos hasta el hotel para recoger la mochila y
tirar para la agencia, donde nos recogerían a las 10:00
para llevarnos hasta el lago Son-Kol. El lago estaba a unos setenta kilómetros
de Kochkor y a 3.300 metros de altitud. Toda la carretera hacia el lago pasado
el pueblo de Tolok, es un espectáculo
paisajístico. Van sobreponiéndose paisajes desérticos con paisajes de media
y alta montaña. Las paradas son constantes para hacer fotografías. Después de dos horas y media de viaje llegamos al lago. El
lago es inmenso y nuestras yurtas estaban en la zona de Batai Aral. Hay varios
campamentos en las orillas del lago. El nuestro estaba casi montado, todavía faltaban algunas yurtas, pero las infraestructuras
esenciales para acoger turistas estaban montadas. La jornada transcurrió dando paseos por los alrededores, ayudando a
construir una de las yurtas y en charlas con los parroquianos, pues estaban
deseosos de conocer nuestras curiosidades: nacionalidad, estado civil, edad,
hijos,………. Iba a terminar la
narración del día, y se me iba
a olvidar las comidas: tanto la del almuerzo, como la de la cena, fueron
estupendas, preparadas por la abuela y su hija.
Día 8 de Junio, domingo.
Este día fue el más viajero. Queríamos ir desde el lago Son-Kol hasta Tashkent
(capital de Uzbekistán) en autobús, pasando por Bishkek (capital de Kirguistán), siempre y cuando las estrellas se alinearan. Y
bien que se alinearon!!
Teníamos el desayuno a las 8:00 y aunque algunos nos
levantamos antes para explorar los alrededores, pero al final, nos tuvimos que
volver para la yurta del frío que hacía. Y eso que no corría nada de viento!!! Después de desayunar y despedirnos de nuestros agradables
anfitriones con fotos de rigor, abrazos y besos; a las 9:00 salimos rumbo a
Kochkor para coger la “marshrutka“ que nos llevaría hasta Biskek.
Por el camino en pleno puerto a 3.500 metros de altitud, en una parada para
hacer unas fotos, el conductor se da cuenta que hemos pinchado. Parada para
arreglar el pinchazo y a continuar el viaje. Sobre las 11:30 llegamos a
Kochkor, con parada en la oficina de la agencia Jailoo Turística para despedirnos de la responsable, una señora
mayor, que hablaba un inglés correcto y que la regenta de forma muy, pero que
muy correcta, pues sabe congeniar el negocio con el buen trato y sin abusar en
los precios. Todavía hay gente en
los negocios turísticos con
bastante dignidad. Sobre las 11:40 llegamos a la estación de autobuses de
Kochkor y como la primera “marshrutka” estaba completa, nos acomodamos en la siguiente, en
la que tuvimos que esperar a que se completara para salir hacia la capital. Se
completó rápidamente y sobre las doce y
algo salimos. Los ciento ochenta kilómetros que teníamos que hacer se recorrieron en dos horas y media,
así que sobre las tres de la
tarde llegamos a la nueva estación de autobuses de Bishkek. A la llegada
preguntamos por el autobús nocturno que
nos llevaría a Tanshkent y cuál fue nuestra sorpresa que nos dijeron que no salía de allí, sino de la
antigua estación, situada a doce kilómetros de la capital. Le dijimos si no podían poner las estaciones de autobuses más cerca de las ciudades, porque a esas distancias,
daba lo mismo coger el taxi para la estación, o ya subidos, seguir camino hasta
el sitio elegido. Ya que estábamos en esa
disyuntiva, le preguntamos si desde allí
se podían sacar los billetes, y el muchacho que nos atendió, amablemente nos
buscó y proporcionó los billetes sin tener que desplazarnos hasta la
estación.
Como teníamos seis horas por delante y aún no habíamos probado
nada desde el desayuno, lo más perentorio
era: en primer lugar salir de la estación y acercarnos hasta el centro, pues la
estación también
estaba alejada de la capital; y en segundo lugar comer, pues “encomiendo” se ve las cosas
desde otro punto de vista.
Cogimos un taxi
por la aplicación Yandex (muy práctica y utilizada), y cuando nos dirigíamos al centro, recordamos haber visto una mezquita
bastante grande en el trayecto. Así, que le
dijimos al taxista que nos parara en la mezquita que estaba antes, que el sitio
que le habíamos dicho previamente, pero
que le íbamos a pagar como si
hubiera completado el trayecto. Nos paró ante la
mezquita, y en vez de llenar primero el espíritu, nos
fuimos a un bar cercano a llenarnos de algo menos espiritual, y más terrenal.
Comidos y bebidos (no como hubiésemos querido en cuanto a bebidas), ya con el cuerpo reconfortado, nos dirigimos a visitar la mezquita. Una mezquita de reciente construcción y que se asemeja a la mezquita de “Sultanahmed” de Estambul. Después de la visita tomamos un té por la zona alrededor de la mezquita y nos dirigimos, previa busca en la aplicación del transporte, hacia la estación de autobuses que distaba doce kilómetros desde nos encontrábamos.
Día 9 de junio, lunes.
El día nueve de junio empieza realmente a las veintiuna
horas del día 8, que es cuando sale el
autobús desde Bishkek (Capital de
Kirguistán) hacia Tashkent ( Capital de Uzbekistán). Nos quedaban por delante doce horas de viaje, más cuatro pasos fronterizos entre los países antes nombrados, más la entrada y salida de Kazajistán.
El autobús en su ruta, salía de Kirguistán, atravesaba
parte de Kazajistán y por fin
llegaba a Uzbekistán. La verdad
que la experiencia sin ser traumática, tuvo
tintes de irracionalidad. En cualquier paso fronterizo estás a merced del funcionario (en todos los que hicimos
eran militares) y de las pegas que te quieran o no, buscar. Ese fue el caso de
la salida de Kazajistán, donde los
funcionarios estuvieron más quisquillosos
con el pasaporte de David, y como consecuencia estuvimos un poco de tiempo, que
se hace interminable a las pegas que puso el militar que le tocó en suerte. La realidad fue que David se percató, de
que los que iban delante de él, le metieron dinero en los pasaportes que
entregaron al militar de la aduana. El militar se percató de que iba dinero dentro del pasaporte, e
igualmente, de que David se había dado cuenta
de la situación. Conclusión, te mareo un poco para intimidar. A pesar de esas cosas sin
importancia, al final a la hora prevista llegamos a Tashkent. Desayuno en la
misma estación, búsqueda de un
coche que nos lleve al hotel, y toma de posesión de la habitación. Duchas,
selección de ropa para la lavandería, y, salida
sin demora hacia el centro de la ciudad. Directos a la plaza Amir Tiomur
Maydoni. Visita a la plaza y alrededores y nos marchamos hacia el complejo
Khast Imom , el centro oficial religioso de la república con la bonita mezquita
Hazrati Imán Mosque. En los alrededores del complejo almorzamos. Nosotros
ansiosos por una “piba”, no seáis mal
pensados, que traducido resulta, que estábamos ansiosos
por una “cervezaaa”. Pero comimos tan cerca del complejo, que
seguimos con la ansiedad todo el día. !!!! A quien
se le ocurre ir a comer en los alrededores de una mezquita y que le van a poner
una cerveza!!!! Al final comimos con dos botellas de agua mineral, una con gas
y otra sin gas. Mezclándolas parecían hasta cervezas.
El complejo
Hazrati, es enorme, al que están realizando
obras para hacerlo todavía más inmenso y más espectacular. Agotados y vencidos, por tanta
inmensidad y por las inmensas horas que llevábamos en andas
(desde las nueve de la mañana anterior), nos retiramos a nuestros aposentos que
se encontraban a siete kilómetros desde el complejo. Aaaaquui ttteermmiiinaaaa
el ddddiia.
Día 10 de junio, martes.
Ayer me quedé dormido
escribiendo la crónica, disculpad la ilegibilidad de la última frase.
Hoy nos toca
jornada doble: primero visita a la capital, y por la noche salimos hacia Jiva,
pero más cómodos que el viaje del
autobús, iremos en tren y en
litera.
Sobre las 8:30
salimos hacia el Chorsu Bazaar, en Taskent (la capital). Como podéis imaginar:
bazar, Asia central, ruta de la seda…. Inmenso en
extensión, galimatías de calles,
galimatías de puestos, e infinidad
de recovecos y puestos. Sólo en la parte techada alcancé a ver hasta el número mil noventa y cinco. Pero a pesar de la
inmensidad, el orden y la pulcritud en la exhibición de los productos a vender:
por un lado, los frutos secos, por otro las verduras, especias, carnes, éstas según las partes del animal a vender, joyas y
oro, tejidos…… todo estrictamente ordenado
como corresponde a una zona donde el comercio se lleva practicando desde hace
cientos de años.
Almorzamos en
uno de los “restaurantes “ del mercado, el plato más popular por estos lares “plov”. Arroz cocido con verduras, garbanzos, cordero y
algunas especias. Cada zona dice preparar el “plov” mejor que las demás. La verdad
es, que en todos los sitios, donde lo hemos comido estaba muy bueno.
Tras la comida
y como el calor apretaba, decidimos hacer el tour de las estaciones de metro.
Estaciones de metro con mucha fama por su belleza y que hasta hace poco no se
podían fotografiar por motivos
de seguridad. Primero vimos la de la línea azul, a
continuación nos pasamos a la línea roja, y
para acabar nos subimos a la línea verde.
Todo por treinta céntimos
de euro, que era lo que costaba el billete. Las estaciones son asombrosas y
vale la pena echar la tarde al fresquito recorriendo estaciones.
Vistas las estaciones más representativas, nos fuimos para el hotel a asearnos, descansar y prepararnos para la noche que nos esperaba. Lo que ocurra durante la noche ya será para la crónica de mañana.
Día 11 de junio, miércoles.
A las 00:00 salía el tren hacia Urgench en un trayecto de 13 horas
en litera. Por fin haríamos un viaje
nocturno con todas las comodidades!!!! A las 22:30 salimos del hotel rumbo a la
estación, llegando sobre las 23:05, con lo que nos daba más que tiempo suficiente para tomar algo antes de
subir. Después
de cenar algo ligero, decidimos no comprar nada, porque pensábamos desayunar en el tren, y si hacía falta algo más, comprarlo en
el vagón restaurante. Nos dirigimos hacia el tren y cuando nos subimos…..! Sorpresa!!!!! Se nos quedó la cara del “Risitas” cuando lo contrataron para descargar el
camión de garrafas de agua, y se encontró
que
eran sacos de cemento. El tren era de los de la época soviética, con compartimentos sin
cerrar con cuatro literas por compartimento, y literas añadidas enfrente de los
compartimentos, por debajo y encima de las ventanillas del pasillo. Quedaba un estrechisimo
espacio para poder ir al servicio que se encontraba al final del vagón. !!! Y
sin aire acondicionado. !!!! Y además lleno hasta
arriba!!! Nunca mejor dicho. Otro detalle ligero sin importancia, !!! tampoco
había vagón restaurante!!!! La labor
la hacía una calentadora de agua de
carbón, donde aquel que quería llevaba “su vaso” con “su infusión “ y se echaba el agua caliente.
Nuestras caras
debían de ser un poema cuando
nos acomodamos en el vagón. Además para poder
montar la cama y poder estirarnos en la litera superior del pasillo había que cerrar completamente la ventanilla. !!!!Y sin
aire acondicionado!!!!
Menos mal que
pasaba una señora vendiendo abanicos.
Pero a pesar de
los presagios de pasar un viaje horrendo, todo cambia cuando charlas con la
gente, aunque no hables el mismo idioma, cuándo te ríes de ellos, de ti y con ellos, cuando descansas,
cuando fríamente analizas la situación
y te das cuenta de que estás cargado hasta
las trancas de prejuicios y comodidades innecesarias; entonces el viaje se
vuelve en una de las mejores experiencias que has vivido.
Cargados de
entusiasmo y de arena, que se colaba por todos lados, tras las tres horas de
travesía del tren por el desierto,
llegamos a nuestro destino a la hora prevista. A la salida de la estación
cogimos un taxi hasta Jiva. Nos dejó a la entrada de
la puerta Oeste, pues los taxis no pueden entrar en la ciudad amurallada.
Preguntando se va a Roma, y a nosotros nos sirvió para encontrar el alojamiento. Rápidamente nos
fuimos a la ducha a refrescarnos y quitarnos la tierra que se nos había colado hasta zonas insospechadas. Salimos para
comer algo, y derechos a la cama a descansar un poco, después de la
experiencia del tren.
Al atardecer
salimos a recorrer las calles de Jiva y a contratar un taxi que nos llevara al
día siguiente a realizar la
ruta de las fortalezas Elliq Qala del desierto.
Cena ligera
cerca del alojamiento y a la cama que al día siguiente había que madrugar.
Día 12 de junio, jueves.
La salida la
teníamos prevista para las 7:00
de la mañana. Puntuales empezamos el recorrido. Al principio las dos primeras
visitadas: Duman Kala y Kavat Kala nos parecieron decepcionantes. Hay que
explicar que las fortalezas se construían de adobe, y
el paso del tiempo no es lo mismo en una pirámide que en una
fortaleza de adobe; por los que estas dos primeras, apenas mantenían en pie varios pegotes de barro. El l contorno que
se observaba daba sensación de haber sido de importancia, pero los restos que
quedaban se asemejaban más a termiteros
que a impresionantes fortalezas. Nuestra decepción fue mayúscula, si teníamos contratada
la visita a tres fortalezas y ya habíamos visitado
dos, ? Sólo nos quedaba una y en igual estado de conservación???? Le
preguntamos al taxista que vaya “ birrias de fortalezas” en perfecto uzbeco. ???? Eso es lo que habíamos pagado??? Dicho esto en un perfecto ruso del
mismo centro de Moscú.
Se echó a reír, y nos dijo que habían sido un regalo suyo, que a partir de ahora era
cuando íbamos a ver las fortalezas
contratadas. !!!!! Humor uzbeco!!!! Esto nos dejó más reconfortados, y, a por ellas fuimos.
Nos dirigimos
primero a la de Ayaz Kala, una fortaleza enclavada en un promontorio elevado
que estaba junto a otra fortaleza incluso mejor conservada que la que se
visita. En su recorrido nos acompañó un cachorro de perro especialista en cazar
lagartijas del desierto. Alguna cazó pero el pedazo
cab….. no se las comía. Paseo por
las murallas que quedan en pie, fotos de rigor, y para el coche. Después nos dirigimos
hacia la fortaleza de Toprak Kala donde pudimos observar la distribución y
algunas dependencias que aún quedaban en
pie. Tanto en esta como en la última visitada
pudimos leer en perfecto uzbeco, un cartel que indicaba los trabajos de
excavaciones realizados. La última, y más restaurada fue la de Qizil Kala. Mantenía paneles de murallas casi perfectos, al igual que
las escaleras que comunicaban las distintos sectores.
Como ya estábamos algo cansados de tanta fortaleza y la calor
apretaba de lo lindo, le dijimos al taxista de que se nos antojaba “pescaito frito” con una
cerveza.
Como ya empezó a conocernos el taxista, nos llevó a un chiringuito uzbeco en primera línea de lago. !!! Vaya cervezas que nos hincamos. Aquí hay que hacer una aclaración: los niveles de
cervezas los teníamos muy bajos
y las tiras de contraste que utilizábamos indicaban
que estábamos al borde de un colapso
por los niveles tan bajos de cebada fermentada. El taxista nos salvó de una tragedia mayor.
El pescaito no
se pedía por raciones ni medias
raciones, directamente por kilos. ??? Quien se iba a resistir a no pedir un
kilo para acompañar las cervezas??? Acompañadas de varias ensaladas y de un
litro de cerveza por barba, nos comimos el delicioso pescado, que estaba de escándalo.
Con ese cuerpo
que se nos quedó después del almuerzo,
nos fuimos directamente hasta el alojamiento a descansar, pues por la tarde
queríamos entrar a visitar los monumentos de Jiva. Para ello necesitábamos la tarde del día doce y la mañana del trece.
A las 18:00
horas estábamos en la puerta de
información y turismo comprando los tikects para acceder a las monumentos.
Dividimos la ciudad en dos partes y esa tarde visitamos los de la parte
derecha, según se entra a Jiva por la
puerta oeste. !!!! Por si os puede servir para una futura visita!!!
Madrazas,
palacios y mausoleo fueron cayendo. Cuando concluimos el listado previsto para
la jornada, nos dirigimos hacia las afueras de las murallas para buscar un
sitio donde comer entre los lugareños.
Nos costó un poco encontrarlo, pero al final cenamos divinamente y mucho más
barato que en la zona turística. Por razones obvias cenamos con un agua
fresquita inmejorable. !!!!!Las tiras daban una coloración “mu chunga” por los altos niveles de cebada en sangre!!!!
Concluida la cena nos fuimos a acostar.
Día 13 de junio, viernes.
El tren atravesó un estrecho y extensisimo túnel, y cual fue nuestra sorpresa que a ambos lados
de las vías unas interminables
hileras de dromedarios cargados de mercancías, avanzaban
hacia una fortaleza inexpugnable enclavada en un pequeño pero extenso
promontorio….. !!!! Cerca de la caravana
de dromedarios, ocultos tras una alta duna, un grupo de bandidos…… Esto de ponerte a escribir el diario tumbado en la
traqueteante litera de un tren!! Voy a echar tranquilamente la siesta y en el
alojamiento de Bujara, terminaré con precisa exactitud las crónicas de hoy.
Ya estoy en la “reconfortante habitación”de nuestro
alojamiento de Bujara. Pero como tenía algunos defectillos, hablamos con nuestro
anfitrión y mañana nos la cambiará. !!!Sigo con
lo nuestro!!!A las 9:15 llegó el tren a
Bujara. Si el tren de ida tuvo sus aquel, el de vuelta hacia Bujara nos
deparaba la sorpresa de viajar a las dos de la tarde, sin aire acondicionado y
con las ventanillas bajadas durante las tres horas que duraba la travesía del desierto, y no sabíamos qué era peor: pasar calor a secas, o pasar menos calor,
pero con un ambiente irrespirable por el polvo que entraba. Como el refrán dice: allá donde fueres
haz lo que vieres… Nosotros
decidimos bajar las ventanillas. Así, que entre
botellas de agua, toallas mojadas, camisetas mojadas y pantalones mojados por
el sudor, y unas cabezadillas, también mojadas, afrontamos el viaje.
En la estación pedimos un coche para que nos llevara al alojamiento, y a las 22:30 tomamos posesión de la habitación.
Día 14 de junio, sábado.
Nuestro
alojamiento se encontraba bien situado, cerca de la plaza de Lyabi-Hauz,
rodeada de madrazas y con un estanque en el centro que antaño fue una de las
piscinas fluviales, que había en Bujará,
para disfrute y baño de sus habitantes. Piscinas que por no renovar el agua,
eran focos de grandes infecciones.
Obviamente,
empezamos nuestro periplo por la ciudad desde dicha plaza. Después nos dirigimos
hacia una de las zonas de antiguos bazares, salpicados de sus correspondientes
madrazas, mezquitas, cúpulas y
minaretes. Contemplamos el enorme Minarete Kalon del año 1127 y con 47 metros
de altura, (fue el único edificio que Gengis Kan respetó antes de arrasar la
ciudad) y a continuación visitamos la Mezquita del mismo nombre. Justo detrás de la mezquita se encontraba la Ciudadela de Ark,
un recinto amurallado que está dividido en dos
zonas muy diferenciadas. La de entrada con estancias, patios y caballerizas,
muy bien conservadas; y una parte extensa desde la que se domina toda la
ciudad, totalmente yerma, vacía. Tras
recorrer la ciudadela nos fuimos acercando al alojamiento para descansar y
resguardarnos del calor, que ya apretaba de lo lindo. Durante el camino paramos
en un restaurante en la zona del zoco.
Tras descansar,
y apaciguado un poco el calor, nos pusimos en marcha para visitar la parte de
enfrente de la ciudadela. Llegando a la plaza de la ciudadela, nos encontramos
que toda la plaza estaba acordonada por rigurosos controles policiales. Se
celebraba un acto de la juventud y las medidas de seguridad eran totales. Arcos
detectores, policías con
detectores, drones y cacheos individuales y control de mochilas, tuvimos que
pasar en dos ocasiones para llegar y salir de la zona donde estaban las
madrazas y los mausoleos que queríamos visitar.
Uno de ellos el mausoleo de Ismail Samani (fundador de la dinastía samanida), se encuentra entre los restos más antiguos de Bujará. Tras las visitas, vuelta para
el hotel, cena en el parque cercano, bastante animado por ser sábado y derechos a la cama para afrontar el día siguiente con fuerzas.
Día 15 de junio, domingo.
Por una extraña
fuerza cósmica sideral, que nos atraía hacia la
cama, hemos estado más remisos a la
hora de levantarnos. Era casi media mañana, las 7:05.
A las 8:00
desayunamos y salimos “escopetaos “ a contemplar
los monumentos más significativos que aún nos quedaban
por ver. Nuevamente, madrazas, mezquitas, mausoleos y hasta alguna casa de
comerciante fueron cayendo ante nuestro espíritu devorador
de conocer la cultura uzbezca. A las 12 dimos por concluido el periplo
cultural, habíamos visitado los hitos más significativos de la que fue una de las ciudades
importante en la cultura uzbeca. Ya sólo nos quedaba por ver Samarcanda la otra
ciudad importante. La disyuntiva era si, en nuestra perspectiva de acercarnos a
Taskent, continuar viendo monumentos o darnos un descanso, pues teníamos en la reserva dos dias, y cambiar hacia algo de
naturaleza.
Nos quedaba el
resto del día para decidir qué hacer con los
dos días que teníamos de margen antes de llegar a la capital para
coger el vuelo de regreso. Barajadas todas las propuestas: Nurata, frontera con
Afganistán (nada recomendable), Jizzakh……
nos
decidimos por Jizzakh más accesible, y
en el camino hacia la capital.
Así que seguíamos viendo
monumentos y a Samarcanda nos dirigiríamos mañana.
Nos pusimos manos a la obra para buscar un medio de transporte, y viendo las
alternativas nos decidimos por el autobús.
La tarde la pasamos despidiéndonos de las calles del bazar de Bujara. Carlos quiso despedirse por todo lo alto, y subió hasta una torre construida ex profeso para tomar unas instantáneas de la ciudad. El resto de la expedición, se quedó cubriéndole las espaldas en un banco, a la sombra de una linda y florida acacia.
Nos fuimos a cenar a un restaurante pequeño, familiar, con poquitas mesas, donde pudimos degustar algunos platos de la gastronomía uzbeca. Felicitamos a la cocinera y nos fuimos a dormir que la jornada fue intensa y no pudimos dar ni una “cabezadita”.
Día 16 de junio, lunes.
A las 7:30 teníamos el desayuno. Nuestra idea era coger un taxi
después de desayunar,
que nos llevara hasta la estación de autobuses para coger un transporte para
Samarcanda. No teníamos reserva de
billetes, por lo que íbamos a la
aventura de coger un autobús, una “marshrutka” o un taxi
compartido. Llegamos a las 8:30 y nos decidimos por el autobús, pero éste no salía hasta las
10:20. Así, que teníamos dos horas por delante para la salida de nuestro
autobús.
El reloj de la
sala de espera marcaba las doce y cuarto cuando entramos, a la hora seguía marcando las doce y cuarto, y cuando nos fuimos
para el autobús, continuaba marcando las
doce y cuarto. En la sala de espera el tiempo se había detenido. Éramos nosotros quienes movíamos las agujas del tiempo según nuestras prisas.
A las 10:40
salió el autobús. Esta vez se trataba de un moderno autobús chino, que además del
conductor, llevaba un auxiliar que se encargaba de ordenar tanto las maletas
como el interior del autobús. Siempre
estaba atento a cualquier incidencia y al destino de los pasajeros. Después de casi
cuatro horas de viaje, sobre las 15:00 horas, llegamos a las afueras de
Samarcanda, que fue donde nos dejó el autobús. Como había varios
restaurantes, decidimos almorzar antes de coger un taxi que nos llevara hasta
el alojamiento. “Plobamos “ el “Plov” por enésima vez y nos pareció uno de los mejores que habíamos comido
durante todo el viaje.
Tras la comida,
solicitamos el taxi, y sobre las 15:45 horas, estábamos frente a la estatua de Tamerlán, y a las
16:00 horas llegamos a nuestro alojamiento, situado cerca de los principales
monumentos en el antiguo barrio judío.
Descanso hasta
las 17:30 para pasar las horas de intenso calor, y a las calles de Samarcanda a
admirar su esplendoroso pasado.
Primero nos
dirigimos hacia la mezquita de Bibi-Khanym, que veíamos desde la puerta de nuestra habitación. A continuación nos fuimos hacia la
mezquita Hazrat-Hizr, a escasa distancia de la de Bibi-Khanym, donde se
encuentra también
la tumba de Daniyat. Allí estuvimos hasta
que cerraron a las 19:00. Pusimos rumbo hacia la impresionante plaza del Registán para explorar un poco los alrededores, porque teníamos pensado visitarla mañana. Pero como llegamos
cuando estaba anocheciendo, comenzaron a encender las luces, y nos dedicamos a
hacer fotos de los juegos de luces, que poco a poco, se fueron convirtiendo en
un espectáculo de luces. Así que ni cortos ni perezosos, nos sentamos en unos
escalones en forma de gradas, donde se fueron agolpando cada vez más gente para admirar el espectáculo, de luz y sonido.
Terminada la función, nos fuimos hacia el hotel, y como el almuerzo fue copioso, realizamos una cena ligera en el mismo alojamiento. En la sobremesa, nos pusimos a sacar los billetes de tren para Taskent, para el sábado. El Talgo está muy valorado y demandado por estos lares y hay que sacar los billetes con bastante antelación.
Día 17 de junio, martes.
Le habíamos cogido el punto a desayunar a las 7:30, y para
qué cambiar,
continuamos con el mismo horario, aunque por el calor que ya hacía a esa hora, hubiese apetecido desayunar y salir a
visitar monumentos mucho más temprano.
Pero los horarios de apertura son los que son, y no vamos nosotros a venir a
cambiarlos.
Después de desayunar
nos dirigimos hacia el complejo de Shohi Zinda. Espectacular entorno de
mausoleos y mezquita enclavado junto a un enorme cementerio. Qué mejor
enclave!!!! Realizada la visita de rigor, nos dirigimos hacia el viejo barrio
judío, pero cuál no es nuestra sorpresa al averiguar que el viejo
barrio judío es donde estamos alojados.
Rápidamente cambiamos de
registro y nos dirigimos hacia el Siyob bazar. Un gran bazar pero nada
comparable al gran bazar de Taskent. Dimos varias vueltas viendo los atractivos
puestos del bazar, y nos fuimos a buscar un banco donde poder cambiar, pues los
“Som”
ya
iban sonando poquito. Para ello nos dirigimos hacia una amplia avenida fuera
del recinto monumental, y encontramos uno, no muy lejos de donde nos encontrábamos. Ya era hora de almorzar, y a buscar un sitio
con cerveza nos dirigimos.
Después del almuerzo
a descansar al alojamiento, y resguardarnos de las horas más intensas de calor.
A las cinco ya
estábamos dirección del mausoleo
de Amír Timur, también conocido como
Tamerlán, un gran conquistador
turcomongol. Ya sabemos de la parafernalia y el reconocimiento de las naciones
por este tipo de personajes, y lo que gustan erigirles monumentos que perpetúen sus hazañas.
Hechos los
honores a tan insigne personaje, nos fuimos a la plaza del Registán para disfrutar del entorno.
Cuando nos cansamos de tanto disfrute nos fuimos directamente hacia el alojamiento a descansar, porque el día siguiente se presentaba movido e interesante, queríamos pasar a Tayikistán.
Día 18 de junio, miércoles
Desayunamos a
la hora habitual de estos días, 7:30. Teníamos previsto
hacer unas compras en el bazar de Samarcanda pero al final desistimos; y pensamos en irnos después de desayunar
hacia Tayikistán.
Tras varios
intentos en la aplicación de buscar un coche para que nos llevara hasta la
frontera, tuvimos que recurrir a un taxi para que hiciera el trayecto (20
dólares). A las 10:30 estábamos en la
frontera cambiando “soms“ uzbecos a “somonis ” tayikos. A continuación empezamos con todo el trámite que requiere salir de un pais y entrar en otro.
Todo fue más rápido y sencillo de lo
esperado. Resuelto los trámites
aduaneros, cogimos un taxi compartido con una señora, que nos llevó, tras dejar
a la señora, a la misma puerta del hotel.
Hechos los trámites de registro y tomar posesión de nuestra
habitación, salimos a la calle a tomarle el pulso a la ciudad de Panjakent.
Tras dar algunas vueltas por la ciudad, nos dirigimos a comer “plov” a un
restaurante recomendado por el dueño del hotel, quien nos aseguraba que era uno
de los mejores “plov”, nada comparable a los probados en Uzbekistán, es más, nos dio una
lección de historia, que amablemente nos tradujo Carlos, sobre el pasado tayiko
de las ciudades uzbecas. Podíamos deducir,
tras pedagógica charla que el “plov” tenía su cuna en Tayikistán y no en
Uzbekistán. !!!! Y nosotros muertos
de hambre!!!!
Tras la
degustación a conciencia y exhaustiva del “plov” de Panjakent.
El jurado allí reunido acodó lo siguiente: “ Declarar por
unanimidad mejor “plov” del viaje, hasta el momento, el degustado en la
parada de autobuses de Samarcanda “.
Después del esfuerzo
de comer y además sumarle la
responsabilidad de hacer las funciones de jurado, nos fuimos a descansar y
pasar las horas de calor a resguardo, al hotel.
Respuestas las
energías, a las 17:00 horas
salimos a contratar el taxi para subir al día siguiente a
Haft Kul ( los siete lagos). También teníamos que comprar algunas
cosillas para llevar durante la excursión, y si se terciaba, rasurarnos las
barbas tan pobladas que teníamos, y que nos
hacían parecernos más, a una célula durmiente de Al-Kaeda, que a unos pardillos
turistas.
Encontramos la
barbería buscada. El pirulí blanco, azul y rojo dando vueltas se ha convertido
en el emblema universal de todas las barberías del “world”. Nos
atendieron dos jóvenes barberos muy profesionales que hicieron perfectamente su
trabajo. Llegó la hora de pagarles y nos
dicen que no nos cobran. Que era un honor habernos afeitado. Encima sacan el
móvil y se hacen una fotografía con nosotros.
Nosotros, perplejos, insistimos hasta la saciedad y nada de nada. Al final,
casi de malas maneras (es un decir, todo fue con mucho respeto y buen
entendimiento) le dimos un billete de cincuenta “somonis”.
Seguimos
paseando por Panjakent e intentamos acercarnos a las ruinas de la ciudad
antigua, pero desistimos y volvimos para el centro. En el camino un paisano que
estaba en su huerta nos llamó y nos dio una
bolsa con albaricoques. Vaya tarde que llevábamos.
Cenamos cerca del hotel, compramos las cosas del día siguiente y para nuestro templo.
Día 19 de junio, jueves
Desayunamos a
la hora habitual, y a las 8:00 ya estaba esperando en recepción el chófer que
nos llevaría a la ruta de los siete
lagos.
Ruta que
transcurre por un valle, que se va adentrando en los montes Fann, una
cordillera cercana a Panjakent. Aunque hay que subir a una altitud
considerable, el taxi que llevábamos era un
OPel Corsa. Al principio la carretera toda de tierra es anchísima, porque hay un trasiego enorme de grandes
camiones de una explotación minera, parece ser de procedencia china. Las
indicaciones estaban en tayiko y chino. Tenía que ser una
explotación importante, pues tuvimos que pararnos en una barrera, donde el
chófer nos pidió los pasaportes
y los llevó a unas oficinas junto a la
barrera.
Los siete lagos
son una sucesión de lagos, a distintas alturas y de distintos tamaños que un
caudaloso río, proveniente del deshielo
de las montañas colindantes, va formando en su descenso. Durante todo el
trayecto, tanto de ida como se vuelta, fuimos haciendo paradas para hacer
fotografías de los distintos lagos y
valles, que se iban abriendo a ambos lados de la carretera.
A las 14:00 ya
estábamos de vuelta en
Panjakent. Fuimos a comer al mismo restaurante del día anterior y posteriormente nos fuimos al hotel a
descansar y pasar las horas malas de sol.
A las 18:00
horas salimos a dar un paseo por la ciudad, y nos dirigimos hacia un parque
donde vimos ambiente de familias con los niños paseando. Nos acercamos a un
chiringuito para tomar un refresco, y pedimos una lata de zumo de granada.
Cuando vamos a pagar, nos dice el dueño, un muchacho bastante joven, que es
gratis. Que no nos lo va a cobrar, que somos turistas y Bienvenidos. De nuevo
perplejos y aunque hicimos intento de pagarle, fue imposible, no quiso ni que
le diésemos el dinero
al otro niño que estaba con él. Nos tomamos el refresco en la terraza, y cuando
nos íbamos, nos acercamos a
despedirnos y hacernos una foto con él.
Tras el paseo, a nuestro templo.
Día 20 de junio, viernes
Desayunamos un
poco antes de la hora habitual, 7:05. Como ayer no habíamos contratado un taxi para el día de hoy, el dueño del hotel, nos lo buscó mientras desayunábamos.
A las 8:00
estaba el taxi en la puerta del hotel para llevarnos al Iskanderkul Kol, lo que
traducido resulta, lago Iskanderkul.
Para ello teníamos que coger la carretera principal que une
Panjakent con la capital. La carretera discurre por una profunda garganta junto
al río Zeravhsan. Un enorme río, con un enorme caudal
achocolatado, que baja en algunos tramos con una fuerza descomunal. Hay
trayectos que nos recuerda los ríos de los
documentales sobre el Himalaya. La carretera atraviesa el río, de un margen a otro, según la configuración del terreno.
En el trayecto
vamos atravesando pequeñas poblaciones que sirven de parada para tomar un
descanso o un refresco. No hay problema a la hora de aparcar. Te pegas un poco
hacia afuera de la carretera, no hay ni arcén, ni acera, y si viene un
camión de alto tonelaje, y no puede pasar, no hay problema, pitido al canto, y
el dueño del vehículo que
molesta, lo pega un poco más hasta no
dejar margen entre los puestos de compras y la carretera, y el camión pasa.
Esta secuencia se repite tantas veces como pasa un camión.
Si eres peatón
y estás tomando un refresco o
simplemente estirando las piernas, pues sencillamente, ojo avizor, para que no
te pille un coche o te lleve por delante un camión. “
los
riesgos habituales que conlleva parar cada dos horas “.
Hecha esta
anecdótica aclaración, continuamos nuestro viaje hacia el lago Iskanderkul.
Pasado el pueblo o ciudad de Ayni, cogemos una carretera a la derecha y dejamos
la carretera principal. Al poco de coger la carretera, se convierte en una vía circulatoria que a veces parece carril y otras da
sensación de
carretera. La magia de Oriente. Así estuvimos
durante treinta y cuatro kilómetros, que eran los que nos faltaban por llegar.
Ya estáis pensando todos del
tortuoso camino que nos faltaba por recorrer. Pero he aquí, la magia de Oriente, el coche que habíamos contratado, era un Toyota Land Cruise. Lo he
dejado para lo último el deciros el pedazo coche que llevábamos, para que os hayáis hecho una película de
aventura-terror de la aventura de la carretera. La magia de Oriente.
Después de tantas
chisteras, conejos y palomas, ya está bien de magia,
llegamos al inmenso lago, después de atravesar unos paisajes casi desérticos, pero
que te van atrapando conforme los va recorriendo.
Nada más llegar, fuimos a ver una inmensa catarata a
escasos quinientos metros que forma en una estrecha garganta, el desagüe natural del lago.
Después nos fuimos a
bordear parte del lago, hasta la “dacha” que tiene el presidente del país junto al lago.
Comimos en tan
idílico paraje, en un
restaurante en primera línea de lago. La
verdad que comimos muy bien. La comida fenomenal, un cordero frito muy tierno y
una trucha frita de un pequeño lago que estaba por encima del Iskanderkul, y
que visitamos después
de comer. Pero todo no iba a ser mágico, idílico y súper guay, el
dueño del restaurante nos tenía preparado el
número de magia más espectacular,
nos preparó la cuenta como si estuviésemos en
cualquier chiringuito de Torre del Mar.
Cantando
bajito, como he dicho anteriormente, nos fuimos al ver el lago de las
Serpientes. Se trata de un pequeño lago casi colmatado por la vegetación
circundante, pero que podemos dar Fe, de que ofrece unas truchas
extraordinarias, aunque algo caras para ser del país.
Pero pelillos a
la mar, y desde allí cogimos el
camino de vuelta hacia nuestro templo. Por el camino, las consiguientes paradas
para las fotos, los ratos de siestas, y como no, la habitual parada para un
refresco con los riesgos habituales. !! Quien se puede resistir a tomarte un
agua fresquita, sorteando coches, furgonetas y camiones!!!
A las 19:00
horas llegó al hotel cansada y derrotada
esta avanzadilla de la Vinoteca. Tal fue el grado de cansancio que no salimos
del hotel, ni para dar un “recao chico”.
Día 21 de junio, sábado
Desayunamos a
la hora habitual. El primer tramo del día se presentaba
más tranquilo que los días precedentes. No teníamos ninguna excursión
prevista que hacer, sólo, visitar el zoco de la ciudad que estaba muy cerca.
Estuvimos haciendo hora en la habitación, hasta las 8:30 para ir al banco a
cambiar dinero.
Tras realizar
el cambio oportuno, nos dirigimos hacia el bazar de la ciudad. Un bazar
bastante grande y típico de la zona, con infinidad de puestos de todo tipo de
mercancías, distribuidas por
secciones. Lo más llamativo fue
que motocarros eléctricos
y carretillas manuales, se movían por sus
calles sorteando puestos y compradores. Digno de destacar era que todos los
puestos son de mercancías prácticas, no había ningún puesto de
producto tipicos del país ni para
decoración. Tampoco había ningún acoso ni llamada de atención para que te acercaras
y compraras. Fue una visita muy tranquila, pero sin posibilidad de comprar algo
típico de recuerdo.
Tras la visita
al mercado, recogimos las mochilas y las dejamos en consigna en el hotel (léase, puestas
encima de un sofá frente al
mostrador de recepción) y nos fuimos a comer.
A las 14:15 nos
recogía el taxi que nos llevaría a la frontera.
A las 15:00
horas estábamos cruzando la frontera
entre Tayikistán y Uzbekistán. Paso fronterizo muy tranquilo y rápido en el papeleo.
Pasada la
frontera, cambiamos el dinero tayiko que nos quedaba a soms uzbecos. Cogimos un
taxi y directamente a la estación de tren para coger el Talgo de Samarcanda a
Taskent.
A las 18:50
salió puntual el tren y después de casi dos
horas y algo, llegó igual de
puntual a las 21:10 a la estación de
Taskent.
Nuevamente un taxi para llevarnos el hotel donde pasaríamos las dos últimas noches en Uzbekistán.
Día 22 de junio, domingo
Desayunamos más tarde de lo habitual, a las 8:10. Comenzábamos el día en modo
relax. Después
del desayuno, tertulia extensa antes de ponernos en paraje de andar.
Cogimos un taxi,
de nuevo por la estupenda aplicación rusa Yandex, que nos llevaría nuevamente hacia el Chorsu Bazaar, a unos siete
kilómetros del hotel. Allí ultimaríamos las imprescindibles compras que faltaban para
familiares y allegados. !!!Podéis imaginaros!!! Lo que comprabas en un sitio, y ya
no te acordabas de cuánto te había costado, parecía verlo en otro
puesto más barato, de mejor calidad y
hecho artesanalmente. Esta sensación se repetía por cada artículo que comprabas. Además con unos compañeros un
poco “cabroncetes”, que iba
metiendo el dedo en la llaga, y a cada paso te decían: “mira la
camiseta, el plato,.. igual que el tuyo, pero más
barato “. Menos
mal que las compras duraron poco, porque la estabilidad y buena armonía del viaje estaba en peligro; así como la integridad física de alguno de los compañeros.
Al final, la
sangre no llegó al río y tras coger
otro nuevo taxi, decidimos irnos hacia la catedral ortodoxa de la Asunción de
la Virgen. Queríamos que nos
redimieran de los malos pensamientos tenidos en el bazar, contra nuestros
compañeros. !!!Qué mejor sitio y a lo grande,
que una catedral!!!!
La catedral
ortodoxa de la Asunción de la Virgen es un pequeño complejo con tienda de
souvenirs eclesiásticos;
edificio contiguo con agua milagrosa con un manantial inagotable, donde puedes
tomar un trago, saciar tu sed, o llevarte una botella de un litro, dos litros o
una garrafa de cinco litros. Depende del nivel del milagro que quieras que se
produzca. Nosotros nos acogimos al dogma: “ Virgencita déjanos cómo estamos “. Y no
probamos el agua.
Se me pasaba,
que el complejo por supuesto también tenía una catedral. Pulcra,
debidamente adornada, con su nártex, su nave,
su santuario, sus cúpulas redondas
doradas, sus ventanales, con multitud de iconos y multitud de ofrendas en modo
de velitas, por distintos puntos de la nave, pero con sólo dos bancos donde
sentarse.
Redimidos y
entonando loas hacia nuestros compañeros, buscamos un sitio donde saciar
nuestra sed, pero sin milagros, y nuestro prolongado ayuno. Cerca de la
catedral encontramos un “self service” de comida, y allí decidimos echar una parada, antes de continuar la
visita a otro bazar que se encontraba enfrente.
Después de comer nos
dirigimos al bazar, pero al entrar, no lo vimos muy interesante, comparado con
los vistos anteriormente; así, que dimos una
vuelta al redondel, saludos al tendido, silencio y cambio de tercio. Faena
corta, sin prestancia, deslucida, sin brillo pero es que el toro no daba para más.
Al lado del bazar cogimos un taxi que nos llevó al hotel a descansar, porque nos esperaba una noche ajetreada, y los veinte día de “viajeros” ya se estaban notando.
Dia 23 de junio, lunes
Comienza la
actividad del 23 de junio, una hora antes de que comenzara el día. A las 23.00
del día 22 de junio, ya estábamos en liza para reanudar el viaje de regreso. En
el hotel nos recogió el taxi que nos trasladaría hasta el aeropuerto de
Taskent. Los trámites de embarque fueron largos y tediosos, con la compañía
aérea muy meticulosa en todo lo relacionado con el equipaje y el embarque.
Menos mal, que el control de pasaportes, fue rápido gracias a un agente
futbolero seguidor del Barca, que nos sacó de la fila, y nos tramitó los
pasaportes rápidamente. A los del Madrid, los iba a dejar en Taskent, pero se
apiadó de la mala temporada que habían tenido y al final los dejó pasar. ¡¡ El
fútbol que abre fronteras!!
El vuelo salió
con puntualidad y a las 5:30 ya estábamos en Estambul. Allí no nos dio tiempo
ni a respirar, pues nos quedaba escasamente hora y media para coger el vuelo
hacia Málaga. Así, que a trote ligero, sin pausa pero con cierta tranquilidad
llegamos a nuestra puerta de embarque, cuando ya estaba el avión medio lleno. A
las 7:10 salió nuestro vuelo y a las 10:30 aterrizamos en el aeropuerto AGP de
la Costa del Sol.
Habíamos concluido el viaje por parte de Asia central. Para concluir podemos decir que este viaje ha sido más aprovechado que el realizado a Indonesia. De todos los países de Asia central que terminan en “tan”, nos han quedado apenas tres o cuatro por recorrer. En Indonesia en el mismo periodo de tiempo, de las cuarenta mil isla que conforman Indonesia, nos quedaron por recorrer treinta y nueve mil novecientas noventa y seis. ¡No hay color!
¡¡¡FIN DEL VIAJE!!!
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