Participantes: Fini, Antonio Muñoz, Luis, Blas, Pili, Paco Ponferrada, Paco Hernando, Lucía, Manolo, Lily, Paco Zambrana, Antonio Usieto y Jesús.
Distancia recorrida: 10 km
Desnivel acumulado: 530 m
Desayuno en la gasolinera de Beas. La media tostada con aceite, un poco corta, con buen pan, a 2,50 €.
Desde Diezma tomamos la antigua
carretera nacional en dirección a Granada, pasamos por la cortijada de la
Fuente de la Higuera, y aparcamos debajo del cortijo de Peñas Cabreras, en la
misma arruinada carretera.
Tomamos el carril al norte para
llegar a lo poco que queda del cortijo de Peñas Cabreras, cortijo señorial a
juzgar por los restos, con jardines, piscina y árboles ornamentales. Seguimos
hacia el norte, con la inmensa mole del cerro del Castillo enfrente, recortando
sus acantilados contra el cielo azul, mientras atravesamos bosquetes de encina.
Por la parte este del cerro hay
una cañada que lo divide separando la zona de acantilados del sur del cerro más
redondeado y asequible del norte; a esa cañada nos llevó Antonio y por ella
subimos despacio porque es muy empinada hasta llegar al colladillo donde
principia. Ahí nos aguardaba una sorpresa porque el enorme peñasco está
dividido y hay restos de la portada de entrada a un recinto defensivo: el
castillo de Peña Cabrera o de Diezma.
El castillo aparece en las
memorias del último rey zirí de Granada, diciendo que se levantó en el siglo XI
y sirvió para proteger la entrada a Granada por el puerto de la Mora ya que
Guadix se había unido a Almería en esa primera época de los reinos de Taifas,
mientras el castillo de Peña Cabrera era fiel a Granada.
A la puerta del castillo se
accede con facilidad. Sorprende el escaso espacio que hay tras la puerta, y es
que el castillo continuaba al oeste donde quedan restos de murallas y un hueco
que sería el acceso.
El peñasco donde está el castillo
es el más escarpado del conjunto de las tres cumbres que forman el cerro del
Castillo. Las otras dos cumbres están al noroeste. Llegamos primero a la más
cercana al castillo, la más alta, y después a la más alejada.
Bajamos del cerro del Castillo
por la ladera norte, evitando los lapiaces en lo posible, con alguna teatrera
paradita para que los Antonios iniciasen la pantomima de una escalada, hasta
dar con el carril que del cortijo de Peñas Cabreras va al cerro del Picón.
Tomamos el carril al oeste, atravesamos una parcela de tierra calma para entrar
luego en el encinar circundante y subir al collado Anapera donde nos unimos a
un carril más usado, hacia el norte, que nos acercó al pie del cerro Cucadero,
nuestro objetivo. Subimos a él monte a través, por el noreste, sin mayor
dificultad, después de haber parado un ratito al Ángelus.
Cerro Cucadero era la mayor
altura del día, 1605 m. Al lado de la cumbre tiene una aguja pétrea a la cual
se encaramaron algunos de los niños del grupo. Bajamos del cerro por donde
habíamos subido y al llegar al carril lo cruzamos para bajar monte a través,
siguiendo la base del barranco de la Garduña que aquí nace, en dirección
sureste, para desembocar en el carril que baja del collado Anapera justo en el
punto donde hay una balsa de lucha contra incendios.
Tomamos el carril al sur para
pasar por el cortijo de Cañada Espinosa. Poco más adelante Antonio nos sacó del
carril para rodear la valla de alambre de la parcela de nuestra izquierda y un
poco más adelante, en un claro del encinar, buscamos una buena encina que nos
diera sombra y parar a almorzar. ¡Buscar la sombra en el mes de enero en el
altiplano granadino! Parece increíble.
Comenzaron los aperitivos de
gambas, chacina, rica ensalada de naranja, apio, pasando luego al extenso
capítulo de las carnes, con lomo en manteca, lomo guisado, carne con
champiñones, filetillos tiernos, carne de pollo, lomo con ajos, etc. Cayeron
casi 5 botellitas de vino y terminamos con quesos y tes variados y orujo
blanco. Un almuerzo digno de tres estrellas Michelín.
Cerca del restaurante tomamos el
carril que nos llevó por debajo de Peña Cabrera con su castillo roquedo, al
señorial cortijo de Peñas Cabreras y a los coches.
Llevábamos dos coches nuevos, el
de Manolo y el de Paco Zambrana. Manolo se ofreció a invitar a un refresco en
la gasolinera de Beas y allí despedimos el duelo hasta la próxima salida.
MUCHAS GRACIAS MANOLO POR LA INVITACIÓN. Queda pendiente la de Paco. Que no se olvide. Y que disfrutéis los coches nuevos muchos años.
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