DIA 9 VIAJE Y VISITA A AROCHE
Preparación
Pasear a 17 personas por los pueblecillos de la Sierra de Aracena tiene su dificultad, principalmente porque no podíamos dejarnos caer 17, a mediodía, en los barecillos de la zona. Por eso reservamos de antemano los almuerzos e incluso los aperitivos para picar al llegar a cada uno de ellos.
Por otra parte, Usieto, con su saber hacer hostelero, se encargó del hotel con desayuno. Los Veneros fue el lugar elegido donde estuvimos muy tranquilos y muy bien acomodados.
Salimos
a la hora estipulada, Manolo desde Nerja, a las 8 con Montse, Fini y Antonio, recoge
a Paco Ruiz en Vélez para llevarlo a la gasolinera de la presa del Limonero
para que se pase al coche de Paco y Pili. A las 8,20 Fali, desde Caleta, recogiendo
a Lily y Antonio de Fornes; Jesús, a las 8,20, desde Torre del mar, con María
Jesús, Remedios y Usieto. A las 8,30, desde Rincón, Manuel con Esther y Lucía.
A las 8,50, desde Málaga Pili y Paco que recogen a Paco R en el Limonero.
Paramos
primero en el bar-restaurante Nueva Andalucía 2, en Posadas, sobre las 10,30. Y
a esa hora, como un reloj, llegamos todos. Estiramos las piernas, tomamos café
o refrescos, y otra vez a la carretera.
La
nueva parada era el bar Venecia en Galaroza. La hora del café había pasado, era
la del aperitivo, con cervezas, vermuts y vinos acompañadas de unos platitos de
jamón que nos supieron a gloria. Todo a muy buen precio. Empezaba bien el paseo
por la sierra de Aracena.
La
casa-palacio Conde del Álamo en Aroche, donde teníamos reservado el almuerzo,
nos sorprendió: un hermoso palacio de ladrillo, muy bien y recientemente
restaurado. En las comidas lo principal son los platos, cómo no, pero si el
entorno acompaña mucho mejor.
En
Aroche tuvimos visita guiada. Visitamos la sorprendente iglesia, junto a la
casa-palacio. Al entrar unas enormes columnas reciben a los visitantes
dejándoles atónitos por sus enormes dimensiones. Allí se planeó una catedral,
no una iglesia de pueblo. La iglesia se quedó inconclusa en los laterales y por
los pies.
De la iglesia al castillo, con su plaza de toros incluida, y unas preciosas vistas a los alrededores de Aroche. Después cruzamos el pueblo para ir al Museo Arqueológico instalado en el convento de la Cilla. Es pequeñito y merece la pena pasearlo. Luego, con los coches, a la ciudad romana Aruci/Turobriga situada en el llano debajo de Aroche. Poco queda de la ciudad, sólo los muros dejados tras la excavación señalando calles y las distintas dependencias de las casas.
Junto a las ruinas romanas está la ermita de San Mamés de final del XIII-principio del XIV muy curiosa. Por su emplazamiento aprovechó la base de una basílica romana donde se impartía justicia. Al tener tan cerca los restos de Turobriga se aprovecharon columnas y sillares. En el XV se decoró con impresionantes frescos que representan la Santa Cena, la Anunciación, y otras.
De
Aroche a Los Veneros, a tomar posesión de las habitaciones y del hotel. Javier,
el gerente y dueño parcial, era amigo de Usieto, tuvimos pues buen recibimiento.
El hotel está en medio del campo, con unas muy bonitas vistas.
Primer
desayuno. A las 8. Desayuno en plan self-service. A las 8,45 salida hacia
Linares. En el desvío de entrada a Linares nos quedamos los de a pie y los
conductores, con sus coches, marcharon a Aracena para dejar allí 4 coches y
volver con el quinto a Linares. Mientras iban y venían, la infantería nos
dedicamos a visitar Linares.
El
pueblecillo es una delicia, con sus casitas blancas, sus calles empedradas, y
sus “llanos”, figuras de piedra en el suelo de la calle frente a las puertas.
Reunidos
conductores e infantería partimos por el sendero de Aracena.
Las
sendas ancestrales de comunicación entre pueblos, aldeas y cortijadas se han
mantenido y ahora, con el llamado turismo de naturaleza, se han resucitado.
La
senda va siempre entre árboles, casi todos alcornoques, de mayor o menor
entidad, a la sombra o bajo el sol tamizado por las ramas, con un piso
excelente que permite echar la vista en derredor sin peligro de resbalones.
La senda cruza el arroyo por un puente de piedra y se mete en un vallecito lateral, afluente del Palmencia por la izquierda. Después del descenso a las Minillas, lo que quedaba hasta Aracena era prácticamente plano. Nos vino bien que ese último tramo no exigiera esfuerzo porque el calor acentuaba el cansancio de la caminata.
Nos
hubiera gustado dedicar un ratito a refrescarnos con una cerveza, pero teníamos
entradas para la cueva de las Maravillas a las 12,30 y llegábamos ajustados de
tiempo. Visita guiada a la cueva de casi una hora. La cueva es larga y preciosa,
digna de visitarse.
Después
de la visita a almorzar a Jesús Carrión. Restaurante cerrado por descanso
semanal, pero abierto exclusivamente para nosotros. Teníamos dos camareros y
toda la cocina a nuestra disposición. Un almuerzo de postín, por el servicio y
los platos.
A
duras penas nos levantamos de la mesa y más duro aún fue la bofetada de sol y
calor que recibimos al salir a la calle. Nos quedaba para la tarde la faena de
visitar el pueblo de Aracena, pero en las condiciones en las que estábamos se
nos antojaba tarea harto ardua. Paseamos por la parte baja que es bastante
llana y con las visitas a la fuente-lavadero, museo del jamón y plaza Marqués
de Aracena nos conformamos y dimos por finalizada la visita.
Vuelta
a Los Veneros y descanso generalizado. Sólo dos valientes, Fini y Antonio, se
atrevieron a probar la piscina. Quizá otro día los acompañemos los demás. Ya
veremos.
Después
del desayuno partimos a Castaño del Robledo. A la entrada del pueblo paramos
para que los conductores con los coches fuesen a Galaroza, dejasen allí 4
coches y regresasen a Robledo con uno de ellos. Entre tanto el resto de
caminantes buscamos el inicio del sendero a Galaroza.
Llegaron
los conductores y ya, el grupo completo, iniciamos la caminata después de
visitar la Fuente del Barrio, al lado de la carretera, con piedra tallada con las
armas reales y la fecha de 1728.
El
sendero es descendente o llano en casi todo su recorrido, la mayor parte del
tiempo ancho para paso de vehículos, con un piso excelente, y sombreado por
castaños, robles y alcornoques. Sigue a la Rivera de Múrtiga, por su derecha.
Cuando el camino se acerca al cauce, la sombra proviene además de sauces, chopos,
alisos y fresnos.
Desde la senda se divisa Jabugo, allá arriba a la izquierda poco antes de Galaroza. Al llegar a Galaroza está la única cuestecilla de todo el recorrido.
En el bar Venecia pensábamos volver a tomar el aperitivo, pero el miércoles cerraba. Contrariados entramos en el pueblo y después de preguntar a varios paisanos llegamos a una gran plaza donde había un mercadillo y algunos bares. Elegimos el bar Andaluz que anunciaba caracoles. Pedimos nuestras cervezas, vinos y vermuts con 4 platos de jamón y dos raciones de caracoles. El mejor jamón del viaje y los caracoles deliciosos.
A
la salida visitamos la fuente de los Doce Caños y partimos a Tentudía. En el
restaurante Balcón de Tentudía almorzamos. Otra vez comida pantagruélica de la
que nos levantamos a duras penas.
El
monasterio muy original, hecho la mayor parte en ladrillo, con un par de
claustritos recoletos y una bonita iglesia. La orden de Santiago fue la
constructora y mantenedora.
Del
monasterio llevamos los coches al pie del cerro Bonales, mayor altura de la
provincia de Huelva que Manolo tenía muchas ganas de pisar. Saltando una valla
subimos el cortito repecho entre la carretera y el cerro. Robledal con hierba y
florecillas por doquier nos acompañaron a la cumbre.
Y
de la cumbre a Los Veneros por la vía más rápida posible.
Después
del desayuno Paco y Manolo fueron a la aldea de la Presa para dejar allí un
coche. Cuando volvieron a los Veneros iniciamos la caminata. Se trataba de
rodear el cerro del Gollizo que se alza entre Santa Ana y los Veneros, saliendo
de los Veneros hacia el este, pasar por el Risco de Levante y acercarnos a
Santa Ana por la rivera de Santa Ana o del Gollizo.
La ladera sur del Gollizo, por la que iniciamos la ruta, aparece con un matorral muy espeso, pero con muy poco arbolado. La caminata era en cierto modo monótona entre el matorral hasta que llegamos al extremo este del Gollizo, señalado por un enorme peñasco, el Risco de Levante, en la misma senda. El peñasco nos animó a sacar una y otra foto y desde allí la senda mejoraba y el paisaje se animaba.
Aparecieron los robles, los alcornoques, las encinas, los madroños, los durillos… todos confabulados para sombrear la senda formando túneles. Llegamos a un colladillo señalado por un puente tibetano entre dos peñascos y a continuación el panorama se abría en una llanura por la que discurría el arroyo arropado por una excelente aliseda a modo de bosque de galería.
El paseo no podía ser más relajante con los cantos de los pinzones y los ruiseñores animando el llano camino. A la rivera llega desde el norte el barranco de Joyarancón y en él hay una famosa cascada. Fuimos a visitarla. Temíamos hacer el paseo en balde porque con la sequía dudábamos de que cayera agua por la cascada, pero sí que caía un chorrillo que se despeña desde unos 50 m en dos saltos.
Vueltos
a la senda tomamos al oeste y al sur hacia La Presa. Aquí tuvimos que salvar un
desnivel para salir del valle a una zona de colinas con castaños, olivos y
alcornoques. La subida fue corta, pero se nos hizo larga por la falta de sombra
y porque el sol a estas horas calentaba bien.
De
Santa Ana salimos a Almonaster, al Rincón de Curro donde habíamos reservado
almuerzo. La comida muy bien, aunque cara, salimos a 50€/cabeza.
Del
restaurante hacia el castillo y mezquita, remoloneando, buscando las escasas
sombras, por esas calles empedradas y cuidadas.
La
mezquita es una joya. Consta de 5 naves orientadas hacia el mihrab, naves
sustentadas por columnas que forman como un bosque; recuerda a la mezquita de
Córdoba, salvando las distancias. Algunas columnas de granito, muy bastas, y
otras finísimas, de mármol, con sus capiteles son romanas. ¡Qué bonita esta
pequeñita joya!
De la mezquita a los coches y a la fábrica de embutidos de Santa Ana donde compramos jamón, salchichón, chorizo, caña de lomo y otros productos del cerdo ibérico. Y de la fábrica a descansar a Los Veneros.
Por
ser el último día madrugamos un poco menos, el desayuno a las 8,30. El museo
minero de Riotinto no lo abrían hasta las 10,30, por tanto ¿para qué madrugar?
Según
va la carretera hacia el sur, desde Los Veneros hacia Riotinto, el paisaje se
hace más árido, con menos arbolado. La minería y los incendios han asolado esos
parajes.
A
las 10,30 estábamos puntuales a la visita del museo minero en Riotinto. El
museo ocupa el edificio que fue enfermería en tiempos de la minería inglesa. Tiene
muy buena información gráfica, nos paseamos por la reconstrucción de una mina
romana, visitamos las locomotoras y vagones de tren, ¡cómo no si llevábamos 3
ferroviarios en el grupo! Muy ilustrativas las muestras de minerales, las fotos
del XIX y XX, y otros detalles curiosos.
A las 12 la segunda visita: la mina de la Peña del Hierro. Accedimos a la mina por el túnel por donde sacaban el mineral que terminaba en la corta de la mina, de curiosos colores y llena de agua casi hasta la boca del túnel. Viendo la mina uno se hace idea del gran problema que suponía quitar el agua para facilitar la explotación del mineral.
Después
al tren turístico minero. En la estación había un montón de gente, dudábamos
que todos cupiéramos en el tren, pero entramos con holgura. Los mejores
asientos son los de la izquierda en el sentido de la marcha porque van dando
vista al cauce del río Tinto y, aparte de otras pequeñas cosas, las aguas del
río con sus inusuales colores rojizos y naranjas, son el principal atractivo.
La estación de los Frailes es la última del recorrido. En la parada hay tiempo para llegar hasta las rojas aguas del Tinto. La máquina hace maniobra y se pone a tirar del vagón que era el último. Un cartel en los vagones advierte a los pasajeros de que sean educados y dejen los asientos cercanos al río a los que antes iban mirando a la montaña, pero un señor, ya de cierta edad, quería echarnos a los que habíamos cogido sitio en los asientos del río cuando él había hecho el trayecto de venida en esos asientos. Bueno, se quedó con su cabreo y nada más.
En
la estación de Riotinto tomamos los coches para ir a casa Idolina. Menos mal
que habíamos reservado, ¡qué gentío!
Después
de los aperitivos María Jesús y Jesús partieron hacia Madrid. El grueso del
grupo terminó su almuerzo, visitó la casa 21 del barrio minero de Riotinto y
después hacia Málaga.
Entre
9 y 9,30 todos habíamos llegado a nuestro destino.
Excelente
excursión. Todos nos quedamos con ganas de preparar otra. A ver cuándo llega.