jueves, 4 de diciembre de 2025

MIÉRCOLES 3 DE DICIEMBRE DE 2025: LOS ROMANES, V. G. CERRO AGUDO, ATALAYA Y ESTUPA

 PARTICIPANTES: Lily, Pilar, Joaquín, Paco P, Usieto, Antonio J, Paco Z y Manuel D.

RECORRIDO: 15 km con desnivel de 596 m.

La Ruta

El pantano de la Viñuela y la Maroma
En la base de Cerro Agudo
Subida al cerro Agudo, es mas suave por el lado de Los Romanes
Vértice Geodésico del Cerro Agudo 559 m.s.n.m.


Comares desde el cerro

Bajando del cerro Agudo
Llegando al carril
Torre de la Atalaya

El Boquete de Zafarraya

Antonio J. sacando la foto

Estupa Budista

Llegando de nuevo al cerro Agudo
En vez de rodear el cerro por el carril de la cara norte, investigamos una senda que sale por la cara sur, es un antiguo camino que lo bordea hasta la mitad y luego sube hacia lo alto pero sin llegar arriba. Tuvimos que dejar el carril y continuar campo a través, por sendas de cabras, hasta el collado del otro lado.
Campo a través
Tajos del Fraile, Doña Ana y Gomer









jueves, 27 de noviembre de 2025

MIÉRCOLES 26 DE NOVIEMBRE DE 2025: ACEQUIA DEL ALMIAR

Participantes: Luis, Manolo, Lily, Lucía, Usieto y Jesús.

Distancia recorrida: 14,5 km.

Desnivel acumulado: 630 m

Desayuno en el Puerta Nazarí de Órgiva. Cada vez que vamos hay camareros nuevos. Hoy dos muchachos. Buen pan, buen aceite, buen jamón. Manolo nos invitó por su cumpleaños. ¡¡¡MUCHAS FELICIDADES MANOLO!!!

La pista desde la ermita del Padre Eterno hasta la casa forestal de Soportújar muy buena, apta para cualquier vehículo.

Partimos de la división de pistas Puente Palo-Montechico, detrás de la casa forestal, por la pista de Montechico cortada por una cadena, en una mañana serena, sin viento, fresca, 4ºC, que invitaba a caminar para compensar el fresquito. Tierra mullida por la lluvia, cumbres nevadas a partir de unos 2300 m y castaños con hojas otoñales, cobrizas, con hojas ya caídas para alfombrar el camino. No se le podía pedir más a esta preciosa mañana.

El carril hacia el vivero de Montechico está jalonado de cipreses verde oscuro que contrastaban con el blanco de la nieve que se entreveía de vez en cuando, cuando los árboles lo permitían. En el vivero paramos un momento a leer la información de los castaños allí conservados y echamos por la empinadísima cuesta del lateral del vivero admirando las añosas encinas de este tramo. Impresionantes encinas, dignas de admiración.

La senda desde el vivero está muy bien trazada, con pendiente bastante homogénea y zigzags cuando son necesarios para suavizar la subida. Por esta mullida senda, con el blanco de las cumbres allá arriba contrastando con el azul del cielo y con el sonido del agua llegando desde lo hondo del valle del río Chico, era una delicia caminar. Lo disfrutamos andando despacio y parando muchas veces a fotografiar el cielo, la nieve y el marrón de los castaños de la ladera de Barjas.

Cuando ya terminábamos la senda encontramos un toro de buena cuerna y una vaca con un ternerillo, todos berrendos en blanco.

Como el recorrido era más bien corto decidimos alargarlo yendo al área recreativa de Puente Palo, área establecida un poco más arriba del puente del río Chico, a la sombra de un hermoso pinar de pino silvestre, ideal para el verano, no para hoy. Por ella cruza la acequia Grande de Cáñar, con un buen chorro de agua tomada del cercano río Chico.

Pensamos ir al nacimiento de la acequia del Almiar. Para ello tomamos una sendita en el puente del río Chico, por la ladera izquierda. La sendita desaparecía poco después siendo sustituida por algún rastro de animales. Pero no nos arredramos, sino que nos enfrentamos a la empinadísima ladera, trepando, gateando a veces, para ir ganando altura hasta alcanzar la acequia que resultó estar 50 m más arriba del principio de la sendita. Una exploración épica que hicimos con alegría pero que no repetiríamos. Fue un cuarto de hora muy intenso que nos premiamos con un Ángelus al sol en el cajero de la acequia.

Después del Ángelus, ya que habíamos llegado hasta la acequia, pensamos que era una oportunidad única para visitar el nacimiento de la acequia. Y allá que nos embarcamos por el exiguo senderillo de la acequia, hacia el norte, aguas arriba. En algunos puntos había que guardar el equilibrio en el estrecho borde de la acequia y, al cruzar un barranquillo, había que subir una corta, empinada pendiente, en la que algún alma caritativa, quizá el acequiero que mantiene la acequia, había puesto una soga que nos ayudó a remontar ese tramito.

Llegamos al cauce del río Chico, al punto donde la acequia toma sus aguas. Es un punto al que no hay otro acceso que la acequia y en el que la acequia capta casi todo el caudal superficial del río. Poco más abajo el río repone su caudal porque se oye sonar.

Del comienzo de la acequia continuamos aguas abajo para pasar por el trozo recorrido a la subida y por otro trozo ignoto hasta el carril de Capileira que es donde solemos entrar en la acequia. Dejamos a la derecha el gran llano de Haza Llana y pasamos por la balsa del Almiar, vacía, porque todo el caudal de la acequia era derivado a otra acequia que pasa por debajo de la balsa. Perdimos el espectáculo de las cumbres nevadas reflejadas en la balsa.

El paseo por la acequia tan deleitoso como siempre, con el agua, con los colores otoñales, con esos troncazos de los robles… Una delicia.

Teníamos reserva en el restaurante de la Atalaya con esa magnífica, inigualable vista, del barranco del Poqueira con sus tres pueblecillos blanquísimos y las cumbres nevadas desde el Mulhacén al Veleta. Allí nos acomodamos y comenzamos el ágape con los aperitivos de longaniza, chorizo, cecina, paté en su tostada y jamoncito rico. Pasamos a una ensalada granadina, a un solomillo, a una carne con pisto, a unos filetillos tiernos y a algo más que olvido, para terminar con una selección de tres quesos excelentes. Para beber, un Rioja, un Campo de Borja y un Bierzo, y para endulzar la boca unos bomboncillos de chocolate con un poquito de orujo.

Con pena dejamos ese mirador excepcional para tomar la senda que baja al cortijo de los budistas. Le dimos una vuelta a la exuberante deidad que tienen en la fuente y seguimos descendiendo hasta el carril de entrada a la propiedad de los budistas.

Dejamos el carril por la sendita que une el carril con la pista de Puente Palo, y seguimos descendiendo por la pista con parsimonia hasta la casa forestal y al lugar del aparcamiento.

Magnífico día, soleado, fresquito, rodeados de la belleza del robledal otoñal, de las cumbres nevadas y del rumor del agua en la acequia.