PARTICIPANTES: Lily, Pilar, Joaquín, Paco P, Usieto, Antonio J, Paco Z y Manuel D.
RECORRIDO: 15 km con desnivel de 596 m.
PARTICIPANTES: Lily, Pilar, Joaquín, Paco P, Usieto, Antonio J, Paco Z y Manuel D.
RECORRIDO: 15 km con desnivel de 596 m.
Participantes: Luis, Manolo, Lily, Lucía, Usieto y Jesús.
Distancia recorrida: 14,5 km.
Desnivel acumulado: 630 m
Desayuno en el Puerta Nazarí de Órgiva. Cada vez que vamos hay camareros nuevos. Hoy dos muchachos. Buen pan, buen aceite, buen jamón. Manolo nos invitó por su cumpleaños. ¡¡¡MUCHAS FELICIDADES MANOLO!!!
La pista desde la ermita del
Padre Eterno hasta la casa forestal de Soportújar muy buena, apta para
cualquier vehículo.
Partimos de la división de pistas
Puente Palo-Montechico, detrás de la casa forestal, por la pista de Montechico
cortada por una cadena, en una mañana serena, sin viento, fresca, 4ºC, que
invitaba a caminar para compensar el fresquito. Tierra mullida por la lluvia,
cumbres nevadas a partir de unos 2300 m y castaños con hojas otoñales,
cobrizas, con hojas ya caídas para alfombrar el camino. No se le podía pedir
más a esta preciosa mañana.
El carril hacia el vivero de
Montechico está jalonado de cipreses verde oscuro que contrastaban con el
blanco de la nieve que se entreveía de vez en cuando, cuando los árboles lo
permitían. En el vivero paramos un momento a leer la información de los
castaños allí conservados y echamos por la empinadísima cuesta del lateral del
vivero admirando las añosas encinas de este tramo. Impresionantes encinas,
dignas de admiración.
La senda desde el vivero está muy
bien trazada, con pendiente bastante homogénea y zigzags cuando son necesarios
para suavizar la subida. Por esta mullida senda, con el blanco de las cumbres
allá arriba contrastando con el azul del cielo y con el sonido del agua
llegando desde lo hondo del valle del río Chico, era una delicia caminar. Lo
disfrutamos andando despacio y parando muchas veces a fotografiar el cielo, la
nieve y el marrón de los castaños de la ladera de Barjas.
Cuando ya terminábamos la senda
encontramos un toro de buena cuerna y una vaca con un ternerillo, todos
berrendos en blanco.
Como el recorrido era más bien
corto decidimos alargarlo yendo al área recreativa de Puente Palo, área
establecida un poco más arriba del puente del río Chico, a la sombra de un
hermoso pinar de pino silvestre, ideal para el verano, no para hoy. Por ella
cruza la acequia Grande de Cáñar, con un buen chorro de agua tomada del cercano
río Chico.
Pensamos ir al nacimiento de la
acequia del Almiar. Para ello tomamos una sendita en el puente del río Chico,
por la ladera izquierda. La sendita desaparecía poco después siendo sustituida
por algún rastro de animales. Pero no nos arredramos, sino que nos enfrentamos
a la empinadísima ladera, trepando, gateando a veces, para ir ganando altura
hasta alcanzar la acequia que resultó estar 50 m más arriba del principio de la
sendita. Una exploración épica que hicimos con alegría pero que no
repetiríamos. Fue un cuarto de hora muy intenso que nos premiamos con un
Ángelus al sol en el cajero de la acequia.
Después del Ángelus, ya que
habíamos llegado hasta la acequia, pensamos que era una oportunidad única para
visitar el nacimiento de la acequia. Y allá que nos embarcamos por el exiguo
senderillo de la acequia, hacia el norte, aguas arriba. En algunos puntos había
que guardar el equilibrio en el estrecho borde de la acequia y, al cruzar un
barranquillo, había que subir una corta, empinada pendiente, en la que algún
alma caritativa, quizá el acequiero que mantiene la acequia, había puesto una
soga que nos ayudó a remontar ese tramito.
Llegamos al cauce del río Chico,
al punto donde la acequia toma sus aguas. Es un punto al que no hay otro acceso
que la acequia y en el que la acequia capta casi todo el caudal superficial del
río. Poco más abajo el río repone su caudal porque se oye sonar.
Del comienzo de la acequia
continuamos aguas abajo para pasar por el trozo recorrido a la subida y por
otro trozo ignoto hasta el carril de Capileira que es donde solemos entrar en
la acequia. Dejamos a la derecha el gran llano de Haza Llana y pasamos por la
balsa del Almiar, vacía, porque todo el caudal de la acequia era derivado a
otra acequia que pasa por debajo de la balsa. Perdimos el espectáculo de las
cumbres nevadas reflejadas en la balsa.
El paseo por la acequia tan
deleitoso como siempre, con el agua, con los colores otoñales, con esos
troncazos de los robles… Una delicia.
Teníamos reserva en el
restaurante de la Atalaya con esa magnífica, inigualable vista, del barranco
del Poqueira con sus tres pueblecillos blanquísimos y las cumbres nevadas desde
el Mulhacén al Veleta. Allí nos acomodamos y comenzamos el ágape con los
aperitivos de longaniza, chorizo, cecina, paté en su tostada y jamoncito rico.
Pasamos a una ensalada granadina, a un solomillo, a una carne con pisto, a unos
filetillos tiernos y a algo más que olvido, para terminar con una selección de
tres quesos excelentes. Para beber, un Rioja, un Campo de Borja y un Bierzo, y
para endulzar la boca unos bomboncillos de chocolate con un poquito de orujo.
Con pena dejamos ese mirador
excepcional para tomar la senda que baja al cortijo de los budistas. Le dimos
una vuelta a la exuberante deidad que tienen en la fuente y seguimos
descendiendo hasta el carril de entrada a la propiedad de los budistas.
Dejamos el carril por la sendita
que une el carril con la pista de Puente Palo, y seguimos descendiendo por la
pista con parsimonia hasta la casa forestal y al lugar del aparcamiento.
Magnífico día, soleado,
fresquito, rodeados de la belleza del robledal otoñal, de las cumbres nevadas y
del rumor del agua en la acequia.