PARTICIPANTES: Fini, Antonio M, Pili, Paco P, Miguel S, Miguel G, Jesús, Antonio S, Antonio U, Manuel D.
RECORRIDO: 17 km con desnivel acumulado de 1.020 m.
PARTICIPANTES: Fini, Antonio M, Pili, Paco P, Miguel S, Miguel G, Jesús, Antonio S, Antonio U, Manuel D.
RECORRIDO: 17 km con desnivel acumulado de 1.020 m.
Participantes: Miguel de
Alhaurín, Miguel de los Contenedores, Manolo, Antonio de Fornes, Antonio Usieto
y Jesús
Distancia recorrida: 9,7 km
Desnivel acumulado: 460 m
Desayuno en bar Carlos de Caleta, donde nos acompañó Paco Hernando, quien, además, tuvo el detalle de invitarnos. ¡MUCHAS GRACIAS PACO!
Suele ser costumbre que las
primeras excursiones de la temporada se cojan con gusto y que haya notable
afluencia de gente. Más en esta que se presentaba como una ruta corta con
almuerzo en la Venta Curro de Árchez. Bueno, pues aun así sólo conseguimos
alistar a 6 personas. Otra vez habrá más éxito.
Partimos de la Venta Curro de
Árchez orillando el pueblo por el ayuntamiento para tomar la vereda que va al molino
de Matías por la margen izquierda del Turvilla, vereda muy bien arreglada y
mantenida, que atraviesa unos exóticos bosques de aguacate. Nos llamó la
atención el buen chorro de agua que llevaba el Turvilla a pesar de la sequía.
Esta Tejeda guarda sorpresas en cualquier rincón.
Termina la vereda frente al gran
molino de Matías y para cruzar al molino hay que bajar por una empinada rampa
hasta el empedrado entorno del molino. El edificio del molino está en ruinas,
pero su situación es inmejorable porque además de las aguas del Turvilla cuenta
con un manantial que hoy día surte de agua a Árchez. Fue fábrica de la luz a
comienzos del siglo XX y después molino harinero.
Remontamos el molino siguiendo la
bien señalizada senda, bajo un añoso algarrobo, hasta alcanzar la acequia cuya
agua movía el molino. Esta acequia se ha protegido con rejillas metálicas y
barandillas y sirve de precioso paseo por la escarpada orilla derecha del
Turvilla, al lado de la feraz vegetación de almeces, sauces e higueras.
Cruzamos el famoso “puente
romano” de Canillas para seguir por la orilla izquierda del Turvilla hasta la
cercana unión de los ríos Turvilla y Cájulas. Seguimos el sendero por la orilla
del Cájulas, también con su chorrillo de agua a pesar de la sequía, entre
aguacates jóvenes y nogales viejos, a través de tupidos bosquetes de adelfas, remontando
el suave cauce primero y pasando por unos grandes tajos después a través de los
cuales se abrió paso el Cájulas.
En el cortijo o molino de
Rafaelita principia el Cájulas por la unión de los arroyos Ciquilías al norte y
de la Minilla al noroeste. Por éste ascendimos, ya sin escuchar la agradable
musiquilla del agua, entre olivos, para cruzar más arriba el arroyo y llegar al
carril.
Tomamos el carril a la izquierda,
llaneando hasta cruzar de nuevo el arroyo de la Minilla en una zona húmeda con
algunos hermosos castaños, por la zona baja de Los Lisos. Ascendimos con el
carril para alcanzar la base del cerro del Coscojar, punto álgido de la ruta y
cruce de caminos hacia el cerro del Coscojar y puerto de la Cruz del Muerto,
hacia el puerto de los Carboneros por el cortijo Baldomero, ambos ascendiendo,
y hacia el sur, descendiendo, por un carrilillo que es el que tomamos para ir
bajando entre empinadísimos olivares.
Nos acercamos a unos cortijos por
carrilillos mal marcados hasta encontrar un buen carril a lado del arroyo
Melencia. Por ese carril subimos hasta la cresta del cortijo Carlos,
acompañados de algunas viñas que nos dieron unos dulces racimos de moscatel. Por
el sur del cortijo recordó Usieto que salía la senda hacia el puente romano y,
efectivamente, allí estaba la senda antigua, empedrada, que bajaba zigzagueando
por la orilla izquierda de una cañada para cruzar después la carretera y
terminar en el puente romano.
Del puente tomamos la senda
enrejillada sobre la acequia para pasar por encima del molino de Matías y
seguir la bien señalizada vereda por la orilla derecha del Turvilla entre
huertas de aguacate.
Usieto se había comprometido a
invitar a un aperitivo con cerveza por su próximo cumpleaños y llegados al
cortijo de Eulalio se presentó la disyuntiva de continuar por la vereda
señalizada hacia los coches, dejar las mochilas e ir a Árchez al aperitivo, o
bajar al río y entrar directamente en el pueblo. Esta última opción se impuso y
descendimos al cauce para rodear el cortijo de Eulalio, hoy habitado por
extranjeros, y llegar al bar al lado del ayuntamiento.
Encontramos el bar cerrado y
hubimos de subir a la plaza de entrada al pueblo donde nos sentamos rodeados de
extranjeros por todas partes. Los únicos que hablábamos español éramos el
camarero y nosotros. El bar resulto tener rica cerveza fresca pero ninguna
tapa, sólo unas pobres aceitunas. Con la cervecita salió a relucir que pronto
iba a ser San Miguel y los dos Migueles del grupo se ofrecieron a invitar a
otra cervecita. Usieto, que siempre oficia en asuntos de hostelería, entró a
pedir una nueva ronda, pero salió desalentado porque no había ni un triste
trozo de chacina para aperitivo, así que levantamos el campo y marchamos a la
Venta Curro.
En la Venta, a la sombra del gran
pino de la puerta, tomamos primero un vinito y luego un par de ensaladas,
morcilla y chorizo para compartir y luego un plato principal de carne que varió
entre entrecots más y menos hechos, solomillo y secreto. Todo regado con vino
de Toro. Excelentes carnes y hechas en el punto pedido. Un sitio para repetir.