Sur de Istán. 15 de noviembre de 2023.
Participantes: Ángel, Luis, Blas,
Usieto, Manolo, Lily, Miguel y Jesús. Nos acompañaron 8 jóvenes que estaban
haciendo un curso en Istán.
Distancia recorrida: 8,5 km.
Desnivel acumulado: 350 m.
Desayuno: Un poco historiado. Habíamos pensado ir al Fogón de las Nieves en Monda, pero Google Maps daba 15 minutos más de viaje que yendo por la autopista. Decididos a ir por la autopista Ángel nos indicó el hotel Los Jarales para desayunar. Él fue primero y le pareció muy caro los 6€ que cobraban por un pan con aceite o mantequilla. Por eso nos llevó al bar La Cueva, en el centro de Istán. Desayunamos tan ricamente. Manolo nos iba a invitar por su cumpleaños, pero Ángel no consintió que nadie pagara allí.
Nos encontramos con Luis y Blas
en el aparcamiento encima de la fuente de Istán. Al poco llegaron los del curso
de turismo y el grupo completo iniciamos el recorrido saliendo por la acequia
baja en la zona del Coto. Esta zona es muy bonita porque da al norte y tiene
unos buenos ejemplares de quejigo, alcornoque y fresno. Ángel explicó la
estación de bombeo para el agua de boca de Istán y la mina donde nace el agua.
Subimos a la zona de las
Majadillas, donde están los depósitos de agua y por el carril de la carretera
antigua de Istán le dimos la vuelta al cerrillo de los Jarales. En el puerto de
la Cruz dejamos el carril hormigonado para tomar otro terrizo hacia el mirador
de los Hilillos. Cuando llegábamos al mirador Jesús se dio cuenta de que había
perdido el bastón. Volvían Jesús y Luis a buscarlo, cuando Sebastián, uno de
los muchachos del grupo del curso, se les adelantó corriendo, llegó al lugar
donde habíamos fotografiado a la Oxalis bowiei, una vinagrera rara, y
volvió con el bastón.
Del mirador de los Hilillos se
tiene una preciosa vista de la cara oeste de la sierra Blanca, con las cañadas
del Algarrobillo, de Cueva Terriza, de Cerro Ventana y de las Minas, separadas
por las lomas de Cueva Terriza, del Rayo y de Cerro Ventana. Al sureste el
vacío embalse de la Concepción.
Bajamos por la colá de los
Jarales a la carretera entrando por el carril de la Ermita con la cañada
Hilillos a la izquierda. Descendimos con el carril hacia el embalse,
atravesando el arroyillo Hilillos, y las cañadas del Galapagar y de los
Jarales. Todas estas cañadas son muy cortitas, pero en su escaso recorrido han
formado unos profundos valles.
El carril llega al vaso del
embalse, a la acumulación de gravas, cruzamos el escaso caudal del río Verde
para volver a la orilla derecha poco más adelante debajo de la zona de las
Herrizas del tajo Banderas. Ángel nos guio entre las cañaveras y tamarices al
comienzo de los tajos, remontándolos un poco hasta encontrar la base de una
antigua acequia de riego. Por la acequia continuamos al noroeste, haciendo
equilibrios en unos sitios y sobrepasando las estrechuras agarrados a los
matorrales en otros, despacio para evitar resbalones y caídas, hasta colocarnos
en la loma del mirador del Tajo Banderas.
La parte más complicada de la
ruta había pasado. Quedaba ahora el esfuerzo de remontar la loma hasta el
mirador. Con paraditas para contemplar el menguado embalse, o para comentar el
cable que por allí se tendió para sacar la madera del cerro Plaza de Armas,
fuimos remontando la loma, sudando bajo un sol que parecía de verano. En el
mirador todos pasamos por la fuente para beber y refrescarnos cara y cabeza.
Terminada la caminata quedaba ir
a ver la exposición de las esculturas en madera de nuestro amigo Ángel.
Atravesamos el pueblo guiados por Ángel y Sebastián por ese laberinto de callejuelas,
saludamos a María Jesús, la esposa de Ángel, en la bajera de su casa y llegamos
al edificio de los juzgados donde estaba la exposición.
Ocupa una habitación y está
agrupada por temas: animales, corales, vikingos, piedras, cestería, ojos
colgados del techo, etc. Está muy bien dispuesta, quizá un poco abigarrada
porque siempre se quieren poner más piezas que las que el espacio admite, pero
las piezas están limpias, barnizadas, luciendo sus mejores galas. Una excelente
exposición.
Hora de comenzar la última
actividad: el almuerzo. Nos acompañaron María Jesús, la mujer de Ángel y su
hija. Ángel había reservado en la piscina donde, con unas preciosas vistas
sobre el blanquísimo Istán, se ha establecido un joven cocinero que prepara unos
sabrosos platos con una presentación impecable. Compartimos albóndigas, tomate
de Coín, setas con un huevo pasado por agua, y oreja frita y rebozada. A
destacar las albóndigas y la oreja. De segundo, entrecot, chuletón,
carrilleras, mollejas, todo muy bueno y hecho en el punto pedido. Segundos
platos para compartir entre dos, porque con los entrantes nos habíamos llenado
y María Jesús, la simpática camarera que nos atendió, corredora de montaña, nos
lo aconsejó así.
Contentos salimos hacia los coches y cada uno a su destino.
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